Kit 6/6

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Solo paso a decir que este es el último extra de Kit y que AaAAAAAAaAaAaaAAA no sé cómo sentirme :'(((((

Se cierra un bloque que pronto terminará por desenlazarse, más específicamente en el capítulo 50. Calma, todo a su tiempo.

He hecho lo posible por atar cabos y no dejar hilos sueltos, sin embargo, aclaro que esto es un borrador y que inevitablemente existirán detalles e incoherencias que en una segunda edición me encargaré de arreglar.

Como sea, espero hayan disfrutado la subtrama de la historia tanto como lo hice yo, y que al menos pudieran acertar en algo (tampoco estuvo tan difícil, no sean exagerados)

En fin, aquí se va. Los tqm, gracias por no irse hasta enamorarse.





11 de agosto

San Diego, California



—¡¿De verdad?! —Son pocas las veces que he visto a Addison fúrica hasta el punto de volverse colorada, totalmente colorada. La vena que divide su frente está a instantes de reventar, y los puños los aprieta como si tuviera en ellos un ladrillo que pudiera estrellarme contra la cabeza— ¡Nunca, ni en mil años, en Los Ángeles llueve! ¡Ni una gota! ¡Y justo hoy pareciera que va a caer un maldito diluvio!

Tiene un punto.

Esta mañana por fin ambos dispusimos de tiempo para dar los toques finales a la galería antes de su inauguración, pero pareció ponerse todo de acuerdo para estropearnos los planes.

Su auto está accidentado por una llanta, el mismo que nos trajo hasta la Principal de Melrose, y que está negado a seguir andando; las líneas están caídas gracias a la tormenta que nos retumba en los oídos, por lo que se hace casi imposible contactar a un taxi. Papá y mamá están fuera de la ciudad haciendo no sé qué, y yo...no puedo sentirme más inútil porque no tengo más ganas.

—¿Será una señal del...?

—¡Que vaya a llorar al valle quien sea que nos mande sus señales! Necesito...—Resopla y cae con fuerza contra el espaldar. Junto mis cejas, frunzo los labios, me hago chico en mi asiento— necesito terminar la última pintura. El semestre iniciará en un par de semanas y sabes que no tendré la misma disponibilidad que ahora.

—Lo sé. El verano se acaba y la tortura comenzará de nuevo.

—La tortura nunca termina, te lo aseguro —Apoya la cabeza contra el volante mientras que rebeldes mechones se le escapan de la trenza. Sus uñas coloreadas de celeste rasgan con suavidad el felpudo que recubre el manubrio—. ¿Dónde está mi bolso? Creo que traje mis medicinas. Están en el bolsillo delantero.

Me doy la vuelta para hacer lo que me pide. Allí, exactamente como lo indicó, está el organizador de pastillas. Las observo, lleva un orden semanal.

—¿Migraña? —Asiente, deja la cápsula sobre su lengua, toma de su botella verde de agua mineral y respira un poco antes de abrir los ojos y deslumbrarme con ellos— ¿Has pensado en ir al doctor? No es común que sufras de dolores de cabeza constantemente, digo, sin ninguna razón conocida o...

—Siempre ha sido así desde pequeña. Estoy acostumbrada. Mamá también sufre de ellas.

Noto que zanja el tema, siempre con su serena expresión apacible, pero con algo de dureza en las palabras. No está de humor y deduzco que lo mejor que puedo hacer es cerrar la boca. Al menos si no tengo nada bueno que aportar a nuestra desdichada situación.

Algunas canciones se reproducen en la radio —interrumpidas por cierta interferencia, producto del aguacero—, y pasan unos sietes minutos antes de que ella decida hablar de nuevo:

No me iré hasta que te enamoresWhere stories live. Discover now