Capítulo 4

190 30 28
                                    

Por si se lo preguntan, sí, conseguí los zapatos. Para mi buena suerte (lo cual no suele ser muy común) mi contrincante había olvidado su tarjeta de crédito, por lo que tuvo que dejar los zapatos.

Qué desgracia.

-Bueno, pero al menos se disculpó -Alaska se encogió de hombros, paseando la mirada por uno de los modelos de vestidos.

Me había tomado el tiempo de contarle lo antes sucedido con Kit (omitiendo la parte de los nervios, eso me lo quedaría para mí misma) mientras salíamos una y otra vez de los probadores, desfilando los atuendos que nos probábamos, y juntas llegamos a una conclusión: el chico tenía un genio de mierda.

Si algo bueno podía sacar de todo ese episodio, es que me había acercado un poco más a él y esperaba me considerara ya parte de su pequeño círculo de amistad. Ese era el primer paso para comenzar el plan California, como había decidido nombrarlo.

-Sigue siendo un insufrible. Pero solo en parte...-sonreí, y ella me miró divertida-, ese combina con los zapatos que escogiste. Pruébatelo.

Ilusionada, sacó el vestido de color rojo del gancho de madera y me pasó su cartera y la bolsa que llevaba la caja de zapatos dentro, y fue corriendo hacia uno de los probadores. Cerró la cortina, y esperé sentada en uno de los sillones de terciopelo.

Lo cierto es que estaba ansiosa, y la desventajosa razón me hacía ponerme aún más ansiosa: esperaba con mucha más intensidad de lo que me habría gustado el mensaje de Kit.

Revisaba y actualizaba constantemente mi WhatsApp, con la esperanza de que ya me hubiese llegado la dichosa canción.

Claro que estaba consciente de lo sumamente estúpido que era aquello, pues tan solo me había dejado en la puerta de Northgate una hora atrás; no podía pretender que lo primero que hiciera al tocar el suelo de su habitación fuese enviarme un texto.

Así que resignada sacudí esos pensamientos de mi cabeza y me concentré en Alaska, que esperaba impaciente mi opinión:

-Y ¿qué dices? -El vestido de tono carmesí se tallaba perfecto a su curvilínea figura, dejando los pálidos hombros al descubierto.

-Sabes que te puedes poner una bolsa de cemento y te seguirás viendo fantástica, querida amiga -Dije la verdad simplemente, y me miró desanimada.

-Kels, necesito que me ayudes a escoger. A este ritmo terminaré llevándome todo -Puso los brazos en jarras, y sabía que no estaba ayudando en nada. Por un momento me sentí inútil.

-Ese me gusta. Contrasta con tu cabello -Esa sí era la respuesta que estaba buscando. Suspiré y la alenté a que se lo llevara. Sin rechistar entró de nuevo al probador, y unos segundos después la vi salir con el vestido en la mano, en dirección a la caja.

-¿No llevarás más nada? -Me miró con el ceño fruncido, casi como perpleja.

-No, solo los zapatos. Aún tengo ropa que compré en diciembre y no he utilizado -Me encogí de hombros, y ella hizo lo mismo. Realizó el pago, y dando brinquitos de felicidad salió por la puerta, conmigo detrás.

-Mamá me dijo que está en la feria de comida, pidió una pizza y unas galletitas. Dijo también que te llevaremos a tu casa, en vista de que Keith no da señales de vida-Agradecida le di una sonrisa, y seguimos caminando en silencio.

Me estaba tomando muy en serio la cuestión de las canciones, pues debía defender mi gusto por la música pop, y a todas aquellas personas que formaban parte del fandom. Sí, era estúpido e infantil, pero no permitiría darle la razón sin antes haber hecho algo al respecto.

No me iré hasta que te enamoresWhere stories live. Discover now