Capítulo 9

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—¿Sabías que la torre fue construida en 1962 por Edward E. Carlson? Fue inspirada en la torre de telecomunicaciones Stuttgart, de Alemania.

Por supuesto que no lo sabía, pero por ninguna razón se lo dejaría saber.

Ahí nos encontrábamos, en el último piso de la gigantesca Space Needle de Seattle, el monumento digno de orgullo regional.

El suelo de cristal se templaba bajo nuestros pies. Agradecí haber ido las suficientes veces como para ya no sentir nada de miedo al ver la explayada ciudad en frente de nuestras narices.

Los edificios se alzaban como lápices de colores en un empaque de cartón, con sus puntas mirando al cielo encajonado y blindado por las nubes grises que se movían pesadamente de un lado al otro.

El aire dentro era frío y se sentía delicioso contra mi piel.

No habían muchas personas, puesto que nos encontrábamos en día de labor y pocas personas lo recurrían.

Kit estaba parado a mi lado, con las manos en los bolsillos y la vista atrapada en la escena que se desarrollaba en frente de nosotros.

Su suave respiración resonaba contra las paredes de cristal, y se balanceaba sobre sus talones.

—Es hermoso...es como una ciudad de acero y hierro forjado. Sus cuestas son duras, severas, afiladas. Parecen esculpidas en mármol. Todo tiene una simetría...tan asimétrica, no sé si lo entiendes...—su voz salió pausada, en un suspiro.

Sus palabras me robaban el aliento.

La manera en la que Kit apreciaba todo me hacía sentir hipnotizada. Él encontraba belleza en los lugares más recónditos, como si el mundo fuese una gigantesca obra de arte que tenía la necesidad de ser descifrada.

Me recordó a aquella película que trataba sobre los secretos que guardaba el cuadro de La Última Cena de DaVinci.

Solté una risita, y me miró divertido saliendo de su burbuja de inspiración.

—¿Qué es tan gracioso?

—Me recuerdas a Robert Langdon...—me miró confundido unos segundos, para llevar la cabeza hacia atrás con un chasquido.

Tom Hanks es un actor muy rebuscado.

—Sus películas son excelentes.

—Los libros son aún mejores —dibujó una sonrisa brillante—. Y me halaga que me digas eso. Pero siendo francos...cada pieza en exhibición, cada obra de arte, cada estructura urbana, cada partícula de nuestro cuerpo y célula del universo tiene una historia detrás de sí. No creo en las casualidades, ni en las coincidencias. Es eso, Morgan, en lo que se basa el arte. Es transmitir y esconder; ocultar y generar curiosidad. ¡Nunca pierdas tu bendita curiosidad! Dijo Picasso, y creo que es una de las cosas más verdaderas que he oído en mi vida.

Lo último lo dijo mirándome directo a los ojos, los suyos brillaban por la luz que se colaba de las paredes de vidrio. La sostuve lo más firme que pude, incapaz de romper aquél momento.

Sus pestañas rozaban sus párpados, y los labios estaban más rojos de lo usual por el frío a nuestro alrededor.

El corazón me martilleó, y lo controlé. Era tan solo un simple comentario, no podía dejar que me afectara de tal manera.

—Alégrate sabiendo que la curiosidad me sobra —contesté en un murmuro que salió más bajo de lo que pretendí. Jalé de las mangas de mi vestido y volví la vista hacia la ciudad.

—Lo sé, se nota. Es ese brillo en tu mirada...—tragué saliva, y un escalofrío me recorrió la espalda.

No sabía si lo llevaba preparado en un monólogo o cómo, pero Kit parecía saber qué decir y en qué momento hacerlo.

No me iré hasta que te enamoresDove le storie prendono vita. Scoprilo ora