Capítulo 25: PARTE II

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En mi primera noche como mayor de edad no volví a casa

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En mi primera noche como mayor de edad no volví a casa.

Sí, me estaba tomando muchas libertades.

Gabriel se mantenía a mi costado atento a la carretera, sin embargo, podía disfrutar de su cálido mirar cada tanto tiempo cuando se giraba en mi dirección y se cercioraba de que estuviese en un buen estado a pesar de que ya se lo había confirmado un par de veces.

Dos horas después del «Levantamiento de los globos» como le había nombrado Aska, el sueño comenzó a abatir los rostros de los chicos, por lo que en una decisión unánime, nos largamos del sitio.

Gabriel me había ofrecido pasar la noche en su departamento, alegando que me tenía un último regalo de cumpleaños. No sabía muy bien si tomármelo con doble sentido.

Lo consulté con Alaska y Shawn en un debate al que se le sumó Keith con total negación. Apoyada por mis dos mejores amigos, logramos convencer a mi hermano de que me cuidaría y todo estaría bien; antes de tomar viaje, Keith le recitó una lista de amenazas disfrazadas de advertencias a Gabe, que se las tomó con bastante humor y responsabilidad.

—Está en las mejores manos.—Había dicho antes de lanzarme un guiño.

Fuimos los últimos en dejar el lugar, ya que mi condición era esperar a recibir la llamada de Amanda y Chris donde me informaran que todos estaba bien y habían llegado en perfecto estado a sus hogares. Claro que como una buena hija le envié un par de textos a papá aclarándole que pasaría la noche en casa de Alaska, quien se había encargado de cubrir la pequeña mentira. No sabía si Richard se la había creído, pero no había puesto ninguna objeción.

Entre emocionada y nerviosa subí al auto con leve aroma a fresas y me dispuse a disfrutar del viaje. Mis nervios se debían a que tenía la corazonada de que esa noche las cosas subirían un poco de nivel y que, hablando con sinceridad, no tenía problemas en hacerlo.

«El alcohol agita las hormonas, hecho científico»

—Quiero enseñarte una canción.

Mencionó él, rompiendo el silencio. Encendió la estéreo, conectó su teléfono con un cable USB. Leí el nombre en la pantalla del celular, fruncí el ceño.

—No eres de San Francisco —Reí un poco.

—Tampoco soy de Seattle —contraatacó. Alcé las manos en señal de rendición—. Solo cierra los ojos, apoya tu cabeza en la ventanilla y escucha la canción.

Eso hice. La melodía llenó el silencio del espacio, los acordes me transportaron a un lugar que ni siquiera sabía que existía.

«Remember the time to San Francisco, with me by your side in San Francisco»

La escena nocturna que se desarrollaba le daba ese toque nostálgico de película adolescente que la canción se merecía. Sonreí aún con los ojos cerrados, sentí la cálida mano de Gabriel trazar unas cuantas caricias en la piel mi mandíbula y de mi cuello.

No me iré hasta que te enamoresWhere stories live. Discover now