Capítulo 13

94 18 28
                                    

Kelly Morgan

Ups! Tento obrázek porušuje naše pokyny k obsahu. Před publikováním ho, prosím, buď odstraň, nebo nahraď jiným.


Kelly Morgan

Jamás había extrañado tanto caminar y correr de un lado a otro como lo hice aquella semana.

Lo único bueno que pude sacar de toda la situación, fue el hecho de ser la consentida de la casa. Y esta vez por una razón coherente, que no me hiciera sentir en el fondo culpable.

El primer día había sido duro y tedioso.

Además de tener que acostumbrarme a mi nueva condición, y a las muletas que Keith se tomó la molestia de comprar. No eran del todo incómodas, pero podía llegar a detestarlas.

Después de la partida de Kit, había tenido que ocuparme de papá, que por suerte, no estaba en tan pésimas condiciones.

Maldecía para mis adentros una y otra vez a la persona que había creado la cocaína y demás sustancias.

Y maldecía tener un padre con poco carácter de voluntad.

Jamás en mi vida consumiré esta mierda.

Me repetía una vez tras otra mientras recogía como me era más cómodo el desastre sobre el mueble en el que Kit me había dejado.

Mis pensamientos estaban divididos. Por una parte, agradecía que Kit no insistiera en quedarse conmigo, pues no quería exponerlo a él -ni a nadie más- a una situación como esa; pero por otro lado, muy en mi pesar, habría querido que se mantuviera junto a mí, ayudándome a recoger los pedazos en los que se estaba destrozando mi vida.

Sin contar que me habían conmovido sus acciones esa misma mañana en el hospital y en las siguientes horas. No restaba que aún estuviese muy molesta y alterada por su comportamiento, pero al menos lo estaba tomando como una disculpa.

Cuando por fin Keith hizo acto de presencia en medio del desastre, me pidió perdón mil y un veces alegando que todo había sido su culpa.

Lo dejé creer que era así por un rato, hasta que fue a la tienda y me compró mi helado favorito.

El tema de papá era cosa a parte. Ninguno de los tres había mencionado nada, pero tenía la certeza de que solo estaban posponiendo el tema para darle paso a mis cuidados. Cosa que debo destacar, me parecía una soberana ridiculez.

Estaba lesionada, pero no inválida, como a Kit tanto le gustaba decir.

El primer día de reposo mi teléfono estuvo a poco de estallar por causa de la cantidad de mensajes que tenía de los chicos. Eso me hizo sonreír.

Respondí todos y cada uno de ellos con palabras bien pensadas para que no se alteraran por mi estado, pero aún así, conseguí el efecto contrario. Se abalanzaron sobre mí con preguntas y avisos de que me visitarían sin falta alguna.

Les dije con mucha educación y amabilidad que me sentía bastante agotada, y que por los momentos solo quería descansar y recuperar fuerzas.

Los problemas dentro de casa me los guardaría para mí.

No me iré hasta que te enamoresKde žijí příběhy. Začni objevovat