Capítulo 8

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Kenneth.
Siento un ruido a lo lejos pero a pesar de ello no soy capaz de abrir los ojos, me duele horrible la cabeza. Lentamente y con torpeza intento abrir los ojos pero la  molesta la luz que se cuela por las ventanas de cristal, me impide observar todo a mí alrededor, me cuesta un poco pero al final logro orientarme y localizo el ruido molesto que me despertó, es mi celular, vibra sin cesar sobre la mesa de noche.
—Diga —contesto tratando de disimular mi voz de sueño.
—¿En dónde diablos estás? —la voz de una mujer me grita, alejo  el teléfono para leer el nombre en  la pantalla, es mi jefa Matilda, dejo ir un suspiro porque sin duda esto será molesto.
—Lo siento, amanecí enfermo y no he podido salir de casa —miento descaradamente, pero no creo que le guste saber que estoy sufriendo de la peor jaqueca de mi vida y teniendo en cuenta sus evidentes celos tampoco le gustará saber que tuve una noche alocada con una chica.
—Oh en serio, quieres que te lleve un doctor, o necesitas algo —me dice con una voz tan dulce que me es repugnante, en serio detesto a las mujeres tan lanzadas como ella, llámame antiguo pero considero que la timidez de una chica es realmente sexy.
—No hace falta, ya tomé medicina, en un rato estaré mejor, pero gracias.
—Bueno mejor tómate el día, solo envíame el artículo que escribiste —Hay un silencio incómodo por un momento, no sé qué más espera que le diga —Kenn la próxima vez me avisas con tiempo y puedo ayudarte.
—Así será, gracias, nos vemos mañana  —Cuelgo rápidamente porque conozco muy bien las intenciones de Matilda y no me interesa en lo absoluto. Ya dejé un trabajo por una jefa como ella no quisiera tener que hacer lo mismo con este, porque realmente me gusta tengo un equipo de trabajo un poco torpe pero con el que disfruto trabajar a diario en lo que me apasiona.
Tiro mi celular a un lado y recorro con mi vista el sitio en donde me encuentro, por cómo se ve creo que estoy en una habitación de hotel, cosa que ya sabía pues tengo vagos recuerdos de anoche, me levanto y paso las manos por mi pelo un poco confundido, imaginé que estaría que una chica ya que nunca volví a casa.
—¿Cómo llegué aquí? —digo, tras darme cuenta que mi memoria padece de una amnesia causada por mi estado etílico.
Solo llevo mibóxer y aunque el naire acondicionado está encendido siento mi piel pegajosa, recorro la habitación y me doy cuenta que me encuentro solo, no hay nadie más, cosa que agradezco, aunque me causa curiosidad la identidad de la chica con la termine en este hotel solo deseo en este instante un poco de paz, de lo contrario mi cabeza explotará. Me encamino al baño y al pararme frente al espejo veo que en mi pecho tengo marcas de chupetones, volteo en la espalda tengo arañazos, esto me asusta porque la verdad detesto tener este tipo de marcas, me parecen vulgares y fuera de lugar, uno puede divertirse sin dejar estas huellas sobre la piel de la persona que se te está entregando. ¿Acaso me fajé con una gata?No puedo evitar preguntarme, lo peor de todo, no recuerdo que ocurrió con seguridad o con quién estuve anoche aunque con lo poco que recuerdo puedo deducir el nombre de la persona con la que terminé aquí y conociéndola sé que su reacción sería huir, decido darme una ducha y al terminar veo en el cesto de basura que hay no uno sino tres preservativos usados, esto es más que suficiente para confirmar lo obvio al parecer mi noche fue bastante divertida y caliente, es una verdadera lástima no recordarla.
Llamo al servicio de habitaciones y pido que me traigan un café y unas tostadas para desayunar, busco mi ropa por toda la habitación y al encontrarla veo que alguna bebida cayó sobre mi camisa, me pongo los pantalones y vuelvo a llamar a la recepción para preguntar si hay alguna tienda en donde me pueda comprar ropa, la chica que me atiende muy amable me confirma que sí y me ofrece  traerme alguna prenda de ropa según mi preferencia, no me niego porque realmente me hace falta, pero debido a la atención tan buena y educada pienso que este hotel no debe ser uno barato, ahora otra preocupación se suma a mis tantas preguntas. ¿Cuánto dinero derroche anoche? No es que esté mal de dinero pero tampoco me gusta desperdiciarlo en tonterías o en polvo de una noche, menos uno  que no recuerdo.
Estoy tratando de no pensar en todo esto porque de lo contrario voy a enloquecer. Recuerdo buena parte de anoche pero en algún punto mi mente se vuelve borrosa, supongo que se debe a la mezcla de licores, recuerdo claramente que pasé buena parte de la noche con Abigail, aunque en un inicio fue forzado ya que la salvé del tipo que intentó propasarse con ella, paso una mano por mi cabello y me es inevitable preguntarme ¿Fue con ella con quién me acosté? Si ese es el caso y espero que sí, soy un estúpido por no recordar nuestra primera noche.
Solo hay alguien que puede ayudarme a aclarar todo, así que busco mi teléfono, mientras escucho el tono de llamada, tocan la puerta de la habitación la abro con el teléfono pegado a la oreja, dejo que el personal entré mi desayuno y mi ropa nueva, agradezco le doy una propina al trabajador y cierro la puerta. Martin me manda al buzón de voz.
—Mierda —Reviso y veo que tengo cinco mensajes de él preguntando dónde estoy y el último diciéndome que se fue del club. Al parecer le respondí el cuarto con un mensaje donde le digo: ” estoy en el mismísimo cielo”.
—Ese mensaje no lo escribí yo, jamás diría algo así ¿Qué rayos sucedió anoche? —Estoy a punto de coger mal humor.
El dolor de cabeza cada vez es más fuerte, si no tomo café cada mañana siempre me da, pero estoy seguro que hoy se le suma la preocupación de las incógnitas de mi mente.
Me permito disfrutar de lo que me han traído, es justo lo que necesito para superar esta resaca, apenas lo puedo disfrutar pues no logro pensar en otra cosa que no sea  recordar.
Me cambio de ropa y reviso que no se me quede nada antes de irme, me encamino a recepción y entrego la llave de mi habitación, le pregunto a la dama que me atiende si sabe con quién ingrese en el hotel, ella me dice que no estaba trabajandoen el turnode noche, pero que en la mañana una mujer muy hermosa y arreglada para una fiesta se veía muy desesperada por conseguir un taxi.
También me dice que cuando entré en el hotel solo mi nombre fue ingresado en el sistema dado que fui yo quién pagó la habitación, le agradezco por todo y me largo de ahí, es evidente que la persona que estuvo conmigo está muy interesada en que no supiera su identidad, ya quiero hablar con Martin y que me explique muchas cosas.
Busco mi carro en el parqueo del hotel y por suerte ahí está, me alegro al  saber que no me acosté con una ladrona, ya en este punto hay muchas cosas que no entiendo. Entro en el auto y me dirijo a casa de Martin, en el camino me doy cuenta que en el asiento de acompañante hay un collar de mujer, muy hermoso pero muy sencillo y tiene por dentro grabada una frase, en letras tan pequeñas que no logro entender que dice, decido guardarlo con la esperanza de que me sirva para investigar algún dato sobre la chica misteriosa.
Llego a casa de Martin y toco sin parar pero no abre, lo llamo a su teléfono y me manda al buzón de voz.
—Pero qué mierda es esta, ¿por qué no me responde? —Recibo un mensaje de él diciendo que está aún con Alexa que después me llama.
Muy bien ahora me toca esperar, aunque suelo tener mucha paciencia hoy sin duda no es mi día, solo conozco una forma de controlar mi mal genio, doy grandes zancadas hasta mi auto y conduzco a casa. Voy a mi habitación, me cambio de ropa y me dirijo a la habitación de gimnasio que tengo en casa.
Primero empiezo con algo suave para calentar, pero no me ayuda a despejar la mente, paso por cada aparato que tengo en mi propi gimnasio pero sigo igual de tenso. Me dirijo al baño cuando tocan el timbre de casa, abro la puerta y es Matilda. ¿Qué hace esta mujer en mi casa?
—Matilda —digo confundido.
—Hola Kenn, salí de la oficina y recordé que estabas enfermo y pensé que sería buena idea traerte comida —No quiero ser grosero pero esto es una invasión de mi privacidad, odio a las mujeres así pero más odio que demuestre que le gusto de forma tan evidente, no quiero tratarla mal por muchos motivos el primero es una mujer, bastante descarada pero es lo que es al fin y al cabo, segundo se trata de mi jefa y tercera no quiero sonar malagradecido pues a pesar de sus dobles intensiones se tomó la molestia de preocuparse de mi salud, ahora estoy seguro que esto no ocurre con el resto de sus trabajadores y eso vuelve a cabrearme aún más.
—Gracias, pero no era necesario te dije que había tomado medicina y que me sentiría mejor.
—Quise comprobarlo por mí misma.
—¿Qué estabas haciendo? —pregunta mientras me hace a un lado y se adentra en mi casa.
—Ejercicio, me ayuda a sentirme mejor, también despeja la mente.
—Traje comida tailandesa, espero que te guste —Al escuchar esas palabras mi estómago cruje, desde el desayuno no he comido nada más en todo el día.
—Claro, pero iba a bañarme.
—Tranquilo, dime donde está tú cocina y en lo que sirvo te bañas —me dice con una sonrisa,
—Ok, no me voy a demorar, la cocina está por allí —Señalo con la mano dicha dirección, ella se da la vuelta y se dirige hacia donde le indiqué.
Corro al baño de mi cuarto y paso el seguro, no quiero ni preguntarme si Matilda es capaz de colarse aquí, me doy el baño más estresante y rápido de mi vida, me visto con un pantalón de algodón negro y un pulóver blanco, casual y sencillo lo que necesito para estar cómodo en casa.
Al llegar a mi cocina ya todo está acomodado en la mesa para comer Matilda está sentada viendo algo en su celular, en cuanto me ve lo hace a un lado y me sonríe, me siento frente a ella, me sonríe como si esto no fuera para nada incómodo, como quizás para ella es lo más normal del mundo, para mí no.
—Espero que te guste la comida, es de mi restaurante favorito —yo solo asiento —Si te gusta un día podríamos ir —Claro porque es muy normal ir con mi jefa a un restaurante, sin haber un motivo de negocios o celebración laboral.
Comienzo a disfrutar de mi comida sin decir una palabra ella parlotea como loca y yo solo asiento, es increíble su incapacidad de percatarse lo incomodo que me hace sentir. No me interesa nada de lo que dice, pues mi mente poco a poco va haciendo un recorrido por mis recuerdos y me esfuerzo para aclarar todo un poco, dando un orden lógico a las diversas imágenes que llegan a mi mente.
Matilda es hermosa, he de admitirlo pero es esa actitud de ofrecida y coqueteo constante la que hace que mi sentido del gusto no tenga nada que ver con ella, siempre se ve tan perfecta que podría intimidar a cualquiera, menos a mí, ni siquiera la veo con otros ojos que no sean profesional, me gustan que sean seguras de sí misma y con un autoestima alto, pero me atrae que sean más la sencillez y que se valoren lo suficiente para no comportarse como lo hace ahora mismo la mujer que tengo enfrente.
La cena termina y llevo todo a la cocina, soy muy perfeccionista, por lo que friego, seco y guardo todo en su sitio. Camino a la sala y ella se encuentra en el sofá con una sonrisa gigante, no estoy de humor para esto, bastante la he soportado por hoy  y decido que no aguanto más. Busco mi ordenador y me siento frente a ella, sé que me observa curiosa, seguro se pregunta que estoy haciendo, entro al correo y le mando al suyo todo el trabajo que tenía que entregar el día de hoy, por suerte lo tenía ya adelantado de algo tenía que servir que fuera tan perfeccionista. Sé que recibe el correo porque su celular suena, coloco mi laptop a un lado nuevamente y me atención regresa a ella que supongo revisa lo que le envié.
—Matilda te acabo de enviar todo lo que me pediste esta mañana, lamento no haberlo hecho antes.
—Cariño no te preocupes por eso, no hay problema
—No quiero ser descortés pero creo que es hora de que te vayas. Necesito descansar para poder trabajar mañana —Es bajo de mi parte que utilice ese argumento pero sé que quiere verme cada día en el trabajo por lo que no me siento culpable por usarlo.
—Cierto, no quiero molestarte mejor me voy —Se levanta con una sonrisa en los labios, recoge su bolso y la acompaño hasta la puerta. Me da un sonoro beso en mi mejilla y se marcha.Cierro la puerta y me dirijo a mi habitación a descansar de lo contrario mi cabeza explotará de tanto pensar, necesito saber los detalles de anoche y solo hay dos personas que pueden ayudarme, decido llamar a una de ellas y para mi suerte responde rápido.
—Siento no haberte atendido en todo el día, pero estaba en casa de Alexa y luego algo muy loco surgió.
—Está bien Martin, creo que es hora de que me expliques que sucedió anoche y porque amanecí en una habitación de un hotel y como si fuera poco me gasté tres mil euros y sin recordar con quién cojones me acosté no una sino tres veces y dicha mujer luego huyó de mí —Finalmente suelto todo lo que me preocupa de una buena vez.
—Sí, sin duda tenemos que hablar. ¿Dónde estás? Creo que algo de eso puedo responder.
Suspiro aliviado —Estoy en mi casa —respondo
—Voy para allá —dice y luego cuelga, muy bien supongo que la incógnita terminó.

Lluvia de BesosWhere stories live. Discover now