Capítulo 13

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Kenneth
Mi teléfono vibra y vibra sin parar en el bolsillo trasero de mi pantalón, pero aún no puedo responder, debo esperar hasta que la reunión termine, no me gusta que me hagan esperar por ello aplico lo mismo para mis trabajadores.
Llevo una hora reunido con mi equipo de trabajo, nos encontramos analizando cómo debemos administrar el presupuesto del departamento y si necesitamos más personal. Me estresa escuchar las excusas que me dan los redactores que no tienen su trabajo a tiempo y lo mismo sucede con un corrector de estilo, es que no saben que todos tenemos vida fuera de esta oficina y aun así cumplimos con los plazos, juro que enloquece escuchar tantos pretextos.
—Es que acaso solo van a justificarse —Finalmente hablo, me paso las manos por la sien, estoy a punto de sufrir un dolor de cabeza —en vez de perder el tiempo como gallinas de corral en chismes deberían hacer bien su trabajo. Queda una semana para sacar la nueva edición de la revista y no se atrasará por culpa de... —respiro porque estoy a punto de ofenderlos a todos y mandarlos al carajo —unos trabajadores, que no supieron hacer bien su trabajo. No me importa si hacen horas extras pero el jueves lo quiero todo hecho y listo sino lo siento mucho pero hablaré con Matilda y serán despedidos, todos, no tengo problemas con contratas personal nuevo si va a ser más eficiente que todos ustedes.
—Pero... —Atravieso con la mirada al inepto que me ha dado las excusas más tontas que he oído en mi vida, se piensan que porque soy joven entenderé que se fueron de fiesta toda la madrugada y al día siguiente tienen sueño y resaca, no definitivamente eso no va a pasar. Yo tuve una maravillosa cita anoche y al llegar a casa estuve hasta altas horas realizando mi trabajo porque por es mi deber y mi responsabilidad cumplir con las fechas establecidas para entregar lo que mi superiores me pida, es por ello que no pienso entender los motivos que me dan para explicar la falta de profesionalidad que tiene este departamento.
Me paro de mi silla y me dirijo a la puerta, me urge ir por un café, escucho un murmullo a mis espaldas pero lo ignoro, no me importa que me detesten, lo que necesito es que hagan bien su trabajo, soy muy amable pero no tolero las personas holgazanas, si te cuesta trabajar la solución es simple renuncia otro se encargará de hacer bien lo que no estás haciendo.
Voy hacia al elevador y marco el piso de la cafetería, alguien de dos pisos de abajo lo solicita por lo que las puertas se abren en el piso Relaciones Públicas. Mi primer pensamiento es por favor que no sea Matilda, ella se pasa la mayor parte de su día allí, hoy no estoy de humor para sus coqueteos, estoy seguro que le daría una respuesta que no es para nada de un caballero, pero en su lugar me encuentro con una persona que reconozco al momento, entra lentamente concentrada en su celular, es idea mía o esto es un deja vú. Coloco una mano en cada hombro de ella como hice la vez anterior.
—Princesa debes mirar al frente, o podrías caer, ya se te está haciendo una costumbre —Ella levanta la vista algo confundida pero al final sonríe y dios que hermosa se ve cuando lo hace.
—Hola Kenneth, aún no aprendes a saludar, supongo que los viejos hábitos nunca mueren —Ambos reímos y se coloca a mi lado, se fija en el botón que alumbra, es el que marqué cuando entré y como no hace nada supongo que vamos al mismo sitio, que suerte la mía, el universo se está esforzando para que mande de paseo a mi mal humor.
El elevador se cierra, y ella vuelve su vista a su teléfono, no soy chismoso pero al final la vena de la curiosidad me gana, veo que habla con alguien por Whatsapp, no logro ver que hablan o el nombre de la persona pero veo la foto del usuario y es de un hombre, admito y eso me hace sentir celoso, ya que jamás hemos usado esa aplicación para chatear, y sin duda me gustaría, es más privada y justo por eso quisiera que en algún momento lleguemos a ese punto.
Tengo claro que no somos nada, aún. Quiero creer que existe la posibilidad de que en un futuro habrá un nosotros y seré yo con quien hable por cualquier red social, puede sonar loco porque casi no nos conocemos pero estoy seguro de que ella es lo que he buscado toda mi vida, es tan hermosa, emite tanta luz la cual estoy seguro que no se percata que tiene, la he observado muchas veces y es increíble lo hermosa que se ve cada vez que sonríe. Cambio mi vista de su teléfono porque no quiero que se dé cuenta, tampoco deseo incomodarla. Hay un silencio un poco raro y justo por eso sé que falta poco para que hable, he notado que odia los silencios, ese detalle me hace darme cuenta de que quizás ya no somos tan extraños y nos conocemos más de lo que creía.
—¿Por qué tienes tan mala cara? —Bingo, lo sabía, no se iba a resistir.
—¿Es tan evidente que he tenido un mal día?
—Sí lo es, casi me da miedo hablarte —Sé que bromea, ambos reímos, las puertas del ascensor se abren y me lamento porque quiero seguir aquí con ella.
—Recuerdo que no te gusta el café —Parece sorprendida porque me acuerdo de ese detalle —Te gustaría tomar lo que sea que disfrutes tomar y sentarnos hablar un rato o comer algo como quieras —El horario de almuerzo empieza dentro de poco y aunque no tengo hambre comería lo que fuera por estar un rato a su lado.
—Claro, yo en realidad bajaba para almorzar en una hora tengo una reunión y mientras no tengo nada que hacer —Me hace feliz ver que no tuvo que pensarlo tanto, es una señal de que no huye de mí y de mis invitaciones como en el pasado. Ambos caminamos hacia una de las mesas —. Para que sepas siempre pido algo con chocolate para tomar, lo que sea, mientras tenga chocolate —Me es imposible no sonreír me recuerda a mis hermanas, nos sentamos uno frente al otro.
—Hola Abigail, veo que hoy tienes nuevo acompañante —Ella le sonríe al joven que vino a atendernos.
—Hola Enrique, Tania está en un evento hoy, así que por eso no la verás por aquí, —el chico hace un puchero como si eso lo pusiera triste —él es Kenneth, el Editor Principal de la revista —el joven me mira y me saluda un poco seco, me sorprende lo bien que se lleva con el personal de la cafetería, suelo venir todos los días y apenas conozco sus nombres y porque lo dice en sus uniformes.
—¿Te traigo lo de siempre? —Le pregunta y ella asiente —¿Qué va a pedir usted?
—Un café expreso, una ensalada César unos dedos de pollo y agua —Toma mi pedido y se retira, nuevamente hay un silencio pero esta vez no es molesto, solo nos miramos y reímos como tontos. Es evidente que ambos estamos nerviosos y entre risitas noto un detalle que me encanta —Me alegro que realmente te guste, te queda muy bonita —Ella coloca la mano en sobre la cadena que le regalé y sonríe.
—He ido recordando poco a poco pequeños detalles de esa noche, ya recordé cuando compramos la cadena y fue una auténtica locura —ella  ríe —La mujer que nos atendió debe haber pensado que estamos drogados o algo así, puedo recordar su rostro y hacerlo me hace querer morir de la vergüenza —Se pone una mano sobre el rostro —. Ese momento fue horrible.
—Sí, también lo recuerdo, trato de no pensar en eso —Nuevamente hay silencio en el ambiente y soy yo quien finalmente habla —Hoy en la noche tengo un compromiso importante —Ella hace una mueca un poco rara y como no quiero que malinterprete nada aclaro, no quiero que ideas equivocadas en esa cabecita —Mis hermanas llegan hoy de Inglaterra hace seis meses que no las veo.
—Me alegra saber que finalmente las tendrás contigo —Nuestra comida llega y ella agradece con una sonrisa a Enrique —lo que quiero decir es que —Divaga, cosa que le sucede mucho cuándo está conmigo —Yo también tengo una hermana menor.
—Lo sé, me lo contaste anoche —ambos reímos, sus cachetes se vuelven rojos y no puedo mentir, se ve tan tierna con su sonrojo
—Cierto, ambos mencionamos a nuestras hermanas
—Las mellizas vienen conmigo porque según ellas me extrañan pero sé que huyen de mamá que es un poco sobre protectora —Me paso una mano por el pelo y me arrepiento al momento porque mi mano termina llena de gel para el cabello, tomo una servilleta para limpiarla —Zennen es un amor, pero Zoe se cree que porque cumplió dieciocho hace poco la dejaremos hacer lo que le dé la gana, ambas irán a una universidad aquí, así que hoy llegan mis tormentos.
—Mi hermana Carla tiene diecisiete y es una loquita, todo lo contrario a mí, llevo mucho sin verla desde que me mudé de Colombia —Había notado su acento, pero no pegunté, se esperar a que las personas que me interesan compartan conmigo los detalles de su vida privada, aunque eso no cambia que quiera saber todo sobre ella.
—¿Por qué vives aquí y no en tu país con tu familia? —Se remueve en su asiento y me arrepiento de preguntar, comienzo a comer para no hacerla sentir incómoda con mi mirada
—Mi padre murió hace poco, él era español y al estar aquí siento que aún lo tengo conmigo —Su mirada se vuelve triste, le tomo la mano y le doy un pequeño apretón, en momentos como este nunca se que decir.
—Siento mucho escuchar eso, mi padre fue ... falleció cuando era pequeño por lo que sé que nada de lo que diga hará que te sientas mejor, solo te queda aferrarte a los buenos recuerdos —Ella sonríe y ambos comemos nuestra comida.
—Lo que iba a decirte es que me gustaría que en algún momento tengamos una segunda cita, digo si te apetece —Hago todo su mi esfuerzo para aguantar estas ganas de reír por el gesto de sorpresa que hace con su rostro, se ve tierna pero a la vez muy cómica.
—He, claro, por qué no, tú solo avísame y nos pondremos de acuerdo —dice y rápidamente cambia su mirada a su plato de espaguetis, no lo aguanto más y sin hacer ruido alguno termino sonriendo, porque esta mujer es completamente diferente a lo que estoy acostumbrado, y justo eso me hace querer tenerla en mi vida.
Mi teléfono que se encuentra sobre la mesa, comienza a vibrar, miro la pantalla y es el número de la persona con la que menos deseo hablar, así que lo tomo y rechazo la llamada, lo dejo sobre la mesa, ella parece notar mi molestia pero sigo comiendo como si no pasara nada, al poco tiempo mi teléfono suena una vez más, esto es estresante siento como gotas de sudor corren por mi frente me paso una mano y las limpio, tomo el teléfono y esta vez respondo:
—Si vuelves a llamar, voy a cambiar mi número, no me vuelvas a molestar —Cuelgo y tiro el teléfono sobre la mesa, doy largas respiraciones para calmarme, no entiendo porque me pasan estas cosas, cuando mejor estoy siempre es igual el mismo patrón y ya estoy harto de que sea siempre lo mismo. Recuerdo que no estoy solo, miro a Abigail y se ve asustada, obvio que lo está, acaba de conocer una parte de mí que solo una persona en este mundo provoca —Lo siento Abigail, es que hay personas que no entienden cuando uno dice que no, lamento mucho que hallas presenciado esto.
—No pasa nada —Ella mira su reloj, hace una seña a Enrique para que se acerque —Ya me tengo que ir, la comida va por mí —Saca un billete y se lo da al camarero que acaba de llegar —Gracias por tu compañía Kenneth, esta vez no huí de ti, voy mejorando —Ríe y luego se levanta y empieza a caminar hasta el elevador.
Me regaño a mi mismo por arruinar el momento, ni siquiera me había dado cuenta, pero es cierto, esta vez no huyó. Nuevamente mi mal humor se esfuma, tomo mi teléfono y me levanto rápido para llegar hasta el elevador y entro junto a otra persona, ella me mira sorprendida, no se esperaba que la siguiera. Ahora somos nosotros dos y una señora que por suerte se va a quedar en el piso cuatro, agradezco que el de Relaciones Publicas sea el diez. La señora se baja y al fin nosotros dos quedamos solos, me paro frente a ella y en sus ojos puedo ver ese toque de curiosidad, detengo el elevador y hablo:
—Olvidaste despedirte —Tomo su barbilla y la levanto, lentamente me le acerco y la beso, ella me deja y mi lengua se cuela en su boca, saboreo cada segundo, terminamos muy pegados a la pared del elevador mis manos se encuentran en su espalda baja, sé que soy atrevido pero no pierdo la oportunidad de tocar la silueta de su maravilloso cuerpo, poco a poco la pasión se ha apoderado de nosotros, con mucho dolor me alejo de sus labios y le sonrío —. Te llamo pronto, pero siempre que quieras puedes hacerlo tú —Le doy un beso suave y aunque es un pequeño roce de labios, ella me sonríe mientras se arregla el vestido, que se estrujó un poco al empujarla contra el elevador, en sus ojos puedo ver la lujuria, sus labios están hinchados y eso la hace ver más sexy de loque ya es, como si fuera posible. Presiono el botón que detuvo el elevador y este continúa su camino. Nos miramos y reímos, parecemos una pareja de adolecentes pero al menos yo no tengo problemas con eso.
Las puertas del elevador se abren y ella sale diciéndome adiós con la mano. Me quedo recordando ese maravilloso beso, quiero muchos más y también más momentos así, estoy seguro de que ella también los desea, solo tengo que ayudarla a derrumbar sus muros. No soy tonto puedo imaginar que toda esa protección que tiene hacia lo hombres se debe a un canalla que le debe haber hecho pasar un mal rato, pero en mi está demostrarle que no todos somos así.
Luego de esto ya nada puede arruinar mi día, ni siquiera esas llamadas inoportunas, ni los ineptos de mi oficina.

Lluvia de BesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora