Capítulo 28

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Estoy ansiosa, miró el reloj en mi mano sin parar, tengo ganas de salir corriendo de la oficina y buscar a mi familia que en cualquier momento van a llegar como habían prometido. Tantas cosas han cambiado en mí, en mi vida, tanto que contar, más el anhelo de verlos al fin luego de tanto tiempo, he aguantado las ganas que tengo de gritarle en la cara a Matilda pero no, eso no sería nada prudente o bueno para mi cerrera, es poco profesional, a pesar de todas las cosas sigue siendo mi jefa, odiosa y detestable pero mi jefa al fin y al cabo.

Mi regreso como esperaba no fue nada fácil, de algún modo Matilda siempre encuentra la forma de torturarme, estoy bastante segura que lo disfruta, Kenneth me dijo que no me molestaría más en cuanto a él, pero sabía que ella encontraría un nuevo modo de perturbarme.

Desde ayer no he visto ni hablado con mi mejor amiga, tampoco he visto a Tania desde que llegamos del viaje, al que si vi más sonriente de lo normal fue a Pablo, no sé porque pero él me parece confuso no lo logro entender por más que lo intento. Luego de poseer tanta información de su ruptura con Tania, lamentablemente no puedo verlo con los mismos ojos y encontrármelo tan alegre hizo que me dieran ganas de asfixiarlo por cada lágrima que le hizo derramar, pero prometí que no opinaría nada así que finjo no saber nada, no es mi asunto y además no quiero entrometerme en los problemas de nadie, bastante tengo con los míos.

Mi día solo empeoró en el preciso instante en que llegué a mi puesto y encontré a Matilda sentada con una sonrisa de oreja a oreja esperando por mí. Según ella necesitaba un reporte de todo lo que hice en mi viaje para saber si aún no tiene un motivo para despedirme. Cada partícula de mi paciencia la he utilizado desde entonces, ya que me ha tenido por horas en su oficina repitiendo lo mismo una y otra vez, como si yo no tuviera nada que hacer, pero mi mala suerte cambia cuando Pablo viene por ella, al fin dejándome sola.

—Pablito por un instante me caíste bien —susurró antes de levantarme para dirigirme a mi puesto en la oficina.

Mi teléfono vibra en mi bolso y al sacarlo veo que es Alexa, ella se encargaría de llevar a mi familia a la casa.

—Dime Ale.

—Marica ya estamos aquí, al fin estamos aquí —dice una voz chillona que reconozco como la de mi hermana.

—Me alegra mucho escuchar eso.

—Cuando llegas a casa, me muero por verte, los abuelos te mandaron dulces de tus favoritos.

—Eso suena tan tentador, que me dan ganas de salir corriendo —ella ríe del otro lado de la línea.

—Mamá quiere hablar contigo, espera.

—Abi, cariño ¿cómo andas?

—Emocionada porque al fin están ustedes aquí, no pude faltar hoy al trabajo por eso les envié a Alexa.

—Nombe no tenías que haber molestado a Alexa, nosotros podíamos tomar un taxi la casa.

—Ella sola se brindó, les dirá cuáles son sus habitaciones pueden comer y hacer lo que quieran mientras me esperan, siéntanse como en casa.

—Vela ¿Cuándo sales del trabajo?

—No lo sé, ni siquiera he podido empezar a trabajar, pero no te preocupes que nada más terminé iré a verlos.

—Dale niña, te quiero.

Cuelgo el teléfono y miro mi reloj, son las diez y media, me dispongo a ir a la cafetería por algo fuerte que me despierte, el no haber hecho nada en toda la mañana me tiene atontada.

Camino al ascensor y entro rápido antes de que las puertas se cierren. Dentro solo hay un hombre de cabello corto y oscuro, con unos ojos azules muy bellos, viste elegante y al verme me muestra una sonrisa, una parte de mí siente un escalofrío al verlo y por alguna razón me parece conocido pero no recuerdo de dónde.

Lluvia de BesosWhere stories live. Discover now