Capítulo 49

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Me despierto en medio de la madrugada, por un fuerte dolor de cuello, me doy cuenta que me quedé dormida en el suelo, paso una mano por la zona adolorida y lentamente me levanto, enciendo la luz de la habitación y me dirijo al armario para revisarlo, me sorprende ver la cantidad prendas que hay en él y todas de distintos estilos, tomó un pantalón de tela con una enguatada y unas pantuflas, luego voy al baño para cambiarme.

Reviso cada cajón del baño y al igual que el armario se encuentran llenos de productos de diferentes marcas, tanto cremas, como maquillaje, productos de higiene y todo tipo de cosas necesarias para las mujeres. Tomo un cepillo de dientes y con una goma me recojo el cabello lo mejor que puedo ya que aún no es suficientemente largo como para recogerlo por completo, cepillo mis dientes y regreso a la habitación. Camino hasta la ventana y como esperaba solo hay aéreas verdes alrededor estoy segura que este lugar esta apartado de la ciudad para evitar llamar la atención.

Trato de abrirla pero se encuentra sellada, imagino que tendré que encontrar otra forma para escapar, luego intento con la puerta y justo como imaginaba está cerrada con llave desde afuera. Cansada de esta situación y agotada mentalmente regreso a la cama, siento aún tantas ganas de llorar, pero supongo que no quiero seguir en este bucle de dolor y lo mejor que puedo hacer es actuar con inteligencia y buscar el modo de salir de aquí.

Sin mucho que hacer dentro de estas cuatro paredes tomo el libro que me traje y comienzo a leer, supongo que la magia de un libro es lo único que me puede sacar de mi triste realidad.

⊱✿⊰

Un ruido en la puerta, me sobresalta, esta se abre y Tania entra con una sonrisa de comercial, como si esta situación fuera la más normal y no me encontrara presa en este lugar. Entra con una bandeja llena de comida y la deja en la mesita que tengo al lado.

—Buenos días

—Puedes dejar esa falsa felicidad, como si todo esto fuera de lo más normal

—Disculpa si solo trato de hacer esto un poco más fácil

—¿En serio crees que con una sonrisa fingida y un poco de comida vas a hacerme sentir mejor? Si de verdad quisieras ayudar podrías haber empezado por no engañarme y fingir ser mi amiga cuando evidentemente nunca lo fuiste.

—Mira, hay cosas que no sabes, nada de lo que he hecho ha sido por mi propia voluntad, existe un motivo real y con suficiente peso como para hacer todo lo que he hecho, si estuvieras aquí, en mi posición te aseguro que harías exactamente lo mismo —Me quedo callada, desconozco sus razones pero aún así me es imposible no sentir esta rabia hacia ella —. Alístate el te espera abajo, quiere hablar contigo.

Luego se voltea y me deja sola, dejo ir un suspiro y supongo que no tengo otra opción que obedecer. Tomo la bandeja decido comer algo porque necesito reponer fuerzas y para que mentir pasé tanta hambre que en estos momentos ya ni siento el estómago. Tomo un poco de jugo y doy par de bocados hasta que me encuentro satisfecha, sin ningunas ganas dejo todo a un lado y me levanto para bañarme y cambiarme.

Escojo una ropa, exactamente igual a la que tenía pero de color blanco, me pongo unos tenis y sin hacer nada más, porque no pienso arreglarme para mi captor salgo directo al primer piso, tenía pensado ir al estudio pero lo encuentro para mi sorpresa en el salón donde se encuentra la puerta totalmente reparada que dos días atrás destruí.

—Hasta cuando no te esfuerzas te ves hermosa princesa

—¿Qué quieres? —pregunto muy seria

—Alguien no tuvo un buen despertar, esta mañana

—Sería mejor si estuviera en mi casa

—Esta será tu casa a partir de ahora así que adáptate

—No creo que alguien pueda hacerlo cuando se encuentra en un lugar que no desea, con una compañía que detesta y encerrada en las mismas cuatro paredes todo el día, no se tu pero no veo o eso como el concepto de hogar.

—Tienes razón, justo por eso tengo un gran plan para que puedas moverte por cada rincón de la mansión te sorprendería la cantidad de habitaciones que hay aquí

—No me interesa hacer turismo —Se levanta y va por una botella de whisky, se sirve en un vaso y regresa a sentarse en donde estaba antes, estira un brazo a lo largo del sofá y si lo miras puedes creer que es un tipo encantador, bajo toda esa ropa de marca, ojos bonitos y cara bonita porque sí aunque me duela admitirlo, el es apuesto solo que bajo toda esa máscara existe un ser despreciable capaz de dañar a las mujeres, tratarlas como si no fueran nada y exhibirlas como trofeos, justo eso desea hacer conmigo, mostrarme ante todos como si tenerme a su lado fuera un premio por toda su crueldad.

Dos hombres vestidos de negros llegan, uno de ellos con una maleta en la mano, la coloca en la mesa del centro y la abre en mi dirección.

—No deseo tenerte presa, pero mientras aceptas que esta será tu vida a partir de hoy, me toca tomar medidas drásticas —veo de él a la maleta y me encuentro incrédula

—Si no estoy presa como dices entonces no veo la necesidad de que me pongas eso

—Este tobillero me dirá cada movimiento que hagas, sabré exactamente donde estás y si te alejas muchos metros de la casa tu vida acabaría en un instante

—Es decir que no solo vas a monitoréame también me vas a poner una maldita bomba en el pie

—Lo siento Abi, pero no me dejas de otra, será hasta que confié en ti

—No me llames así —digo entre dientes

—Está bien princesa como tú quieras —volteo los ojos y él se levanta, toma la tobillera, se agacha frente a mí y la coloca en mi pierna luego se levanta, y me da un beso en la mejilla antes de marcharse, en automático me paso la mano por la cara porque cualquier roce o toque con esta persona es asqueroso.

—Lo olvidaba —dice pero no volteo, no me interesa nada que tenga que decirme —Ponte bonita esta noche tenemos una cena

—No voy a ir, no me interesa —siento como da pasos hacia a mí, su aliento está justo sobre mi pido y me paralizo ante los recuerdos que tanto deseo borrar, pesadillas en las que mi verdugo es el protagonista, de las marcas que no solo dejó en mi cuerpo también en mi alma

—No me alteres Abigail, por las buenas te puedo hacer sentir una princesa, pero por las malas traes al monstruo que tú ya conoces

Siento como el aire, deja de llegar a mis pulmones, la habitación se me vuelve más pequeña. Para mi suerte se marcha, y cuando ya no siento el ruido de sus pasos, caigo al suelo por esta sensación tan desagradable

—Abigail estás bien —Tania que no sé de donde salió se acerca para ayudarme a levantarme

—No me toques —Ella retrocede con las manos en alto y con los ojos llorosos, me levanto y regreso a la habitación.

Lluvia de BesosWhere stories live. Discover now