Capítulo 15 (Editado)

6K 805 50
                                    

Al amanecer me acerco a la fuente de calor que percibo a mi lado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Al amanecer me acerco a la fuente de calor que percibo a mi lado. Apoyo la cabeza en algo poco mullido que me despierta. Abro los ojos con la vista nublada por el reciente sueño y veo el pecho de Alain subir y bajar sumido en la respiración serena que solo el descanso trae.

Me duele horrores la garganta. Me pongo la mano en la frente para ver si todavía está ardiendo. Al parecer la fiebre ha bajado a lo largo de la noche, dejándome sudoroso y con la garganta hecha un asco.

Al apartarme puedo apreciar en las sombras de mi cuarto la postura de Alain al dormir: boca arriba con el brazo detrás de la cabeza. Mi pijama le queda pequeño por lo que puedo entrever su plano vientre. Necesito una ducha. Urgente. Antes de que me ponga a tocar lo que no debo.

Llevo mi molido cuerpo hasta la bañera donde abro el grifo y dejo que corra durante unos minutos para calentar el agua. Toso varias veces con infinito dolor. No suelo ponerme enfermo por lo que presumo que el clima de Faraway es más frío de lo que había pensado. Vuelvo al cuarto, procurando no hacer ruido para recoger ropa limpia.

Una vez bajo el chorro relajante de la ducha busco tranquilizarme. Mi corazón parece que se va a salir de mi pecho solo con saber que Alain está tumbado en mi cama. Me gusta mucho más de lo que había pensado, aunque no tengo demasiado claro cómo ha podido suceder esto tan rápido. Recuerdo la mirada en sus ojos anoche. No había odio alguno, solo preocupación y cariño.

Salgo de la ducha renovado y voy a cerrar con delicadeza la puerta cuando la mano de Alain me detiene. Me estremezco, de arriba abajo.

—Déjame usar tu ducha —pide, sin decir los buenos días. Su madre no le ha inculcado nada de educación.

Hago una reverencia, dejándole pasar.

Mi cama es un desastre total. Como siempre. Cuando duermo tengo la tendencia de revolverme, destaparme o enredarme con lo primero que encuentre. Me pregunto si Alain habrá dormido algo. La arreglo un poco para poder tumbarme sobre ella.

La habitación está helada con el frío de la mañana colándose por todos los huecos posibles por lo que termino de nuevo bajo el edredón.

No escucho a Alain salir de la ducha, ni siquiera me percato de que ya está en la habitación hasta que se sienta al borde del colchón.

—Cómo te encuentras —lo dice sin preguntar. ¿En qué punto se habrá vuelto tan tosco? Saco la cara del nórdico, arrugando la nariz como algún bichillo—. Tienes mejor cara.

—Y tú el pelo demasiado mojado —madre mía que dotes de observación tengo, quizá debería hacerme detective. Veo como las cejas de Alain se alzan—. Quiero decir, que te pondrás enfermo si no lo secas.

Me mira con ojos relucientes dedicándome una genuina sonrisa. Creo que me voy a derretir aquí mismo. Veo que tiene un diente algo torcido en la hilera de abajo.

—Recuerdo que eras tú el que siempre se ponía enfermo —contesta echándose hacia atrás para apoyarse con los codos—. Te pasabas el día llorando.

—¡Eso no era así! —reclamo—. Era Lira la que siempre lloraba por cualquier cosa y se le caían los mocos a raudales. Y tú también eras un llorón.

Ahí está. Lo he dicho. Ese nombre debería estar prohibido. Tendría que pegarme con un ladrillo para poder olvidar los primeros siete años de mi vida.

Cierro la boca al notar la expresión dolorosa que cubre su rostro. Hace el amago de levantarse pero lo detengo antes de que llegue a hacerlo.

—Lo siento, lo dije sin pensar. —Totalmente cierto.

Me lanza una mirada entre helada y dolida.

—Sé que ha sido sin querer, pero no deja de doler —se suelta de mi agarre—. Cada vez que paso el rato contigo siento que estoy traicionando a Lira. Cada segundo que pasamos juntos es tiempo que ella no puede compartir con nosotros.

—¿Y qué quieres que hagamos? ¿Tú crees que a Lira le gustaría que no volviéramos a hablarnos en la vida? —mi voz sale carrasposa y sin fuerza a pesar de que quiero gritar—. Ella nunca hubiera querido estas peleas sin sentido.

—Tú no sabes lo que hubiera querido —habla con dureza.

—¿Tú sí? No puedo creer que me eches en cara algo que no puedo solucionar.

—¡Simplemente me duele hablar de ella! —grita y recoge su ropa, que está apilada de forma ordenada en mi silla se sienta en la cama y calza sus botas.

—Estaba perfectamente bien hasta que volviste —se está poniendo idiota de nuevo y realmente no tengo la paciencia suficiente para aguantarlo—. ¿Por qué no te vuelves a tu casa en la ciudad y dejas de complicarme la existencia?

—¿Complicarte la existencia? —repito, incrédulo—. Eres tú el que se pone gilipollas por cualquier cosa que haga. ¡No me das oportunidad para demostrarte cómo soy!

Se levanta con las botas y mi pijama puesto. Es sexy y ridículo a la vez si es que eso es posible. Maldición, mi mente es una trampa.

—Sé bien cómo eres —de pronto lo tengo delante, tan cerca que nuestros alientos se entremezclan—. Dejaste a Lira sola para que muriera.

Palabras crueles que me golpean como un huracán.

—Cállate —esa palabra sale seca como si fuera un ladrido—. No estabas allí.

No quiero ver sus ojos acusadores. Duelen. Me atraviesan.

—No —musita—. Pero vi lo que quedó. Fui yo el que la encontró. Y yo también tenía siete años, estaba asustado y aun así me quedé a su lado.

Muerdo mi labio hasta hacerme sangre.

—Tú no tuviste que enfrentarte a él. No tienes derecho alguno a recriminarme. ¡Tú no sabes a lo que me enfrenté y lo cobarde que me sentí y todavía me siento! —No noto que las lágrimas recorren mis mejillas hasta que es demasiado tarde.

Se queda callado durante unos minutos.

—Y es por esto que no podemos estar juntos —termina por decir—. Es demasiado doloroso para los dos.

Pasa a mi lado y de algún modo siento te lo único que está haciendo es huir. Me arrepiento de todo. Me enfado. Respiro tan agitadamente que me mareo y tengo que sentarme en la cama, tosiendo.

Estoy solo de nuevo.

El arroyo de los cardenales rojos (BL 🌈 Completa, editada sin corregir)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora