Capítulo 28 (Editado)

5.3K 692 117
                                    

(Los girasoles son las flores favoritas de Áurea

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

(Los girasoles son las flores favoritas de Áurea.)

Intento calmar mi respiración agitada sin lograrlo. ¿Cuántas veces me habré enfadado con él? ¿Cuántas habré cerrado la persiana de golpe para no verle la cara? Siempre que intento alcanzarle termino haciendo algo que me aleja todavía más. Resulta muy difícil no perder la calma con esos ojos fríos. ¿Tan difícil es decir lo que sientes? Para mí es tan sencillo como el respirar, siempre he dicho todo lo que pasa por mi interior.

Debería darle tiempo para que se exprese y calmar mi impaciencia, pero paciencia es justo lo que me falta. ¿Cómo demonios se consigue aumentar el nivel de paciencia?

De mi incursión tampoco es que haya sacado nada en claro. Puedo ver que le gusta dibujar y leer. Es bueno dibujando, eso sin lugar a dudas. Por su cuarto da la impresión de que no han pasado los años; todo es pequeño como si Alain todavía fuese un niño que simplemente no cabe en su cama porque es demasiado alto.

Una mano en mi espalda me saca de mis pensamientos y me devuelve a la vida real, dónde Áurea está a mi lado en la penumbra de mi dormitorio. El cabello alisado se le ha encrespado ligeramente, tiene motas de polvo pegadas aquí y allá. Su respingona nariz está manchada de negro.

—Pues estaba en casa —me dice con tono de disculpa—. Te has vuelto a pelear con él por mi culpa.

—No —corto rotundamente—. Puede que hayamos entrado a la fuerza a su cuarto, pero no nos hemos peleado por eso. Alain no quiere definir lo que siente por mí y yo no tengo paciencia.

Áurea se aparta arrugando la nariz.

—Los sentimientos son difíciles de admitir, hay que ser abierto de corazón y no tener miedo al rechazo para hacerlo. Tienes que tener claro que vas a abrirte por completo a una persona —me adelanto para encender la luz, como mi lámpara es verde la tonalidad que adquiere la estancia cuando se enciende es suave—. Entiendo cómo se siente. Es un amor difícil, como el mío.

Está a unos pocos pasos de mí por lo que extiendo mi mano para limpiarle la mancha de su nariz. Un matiz rojizo cubre sus mejillas.

—¿Tienes un amor difícil? —pregunto, paso mi lengua por el pulgar para quitar bien esa condenada mancha. Igual esto es un tanto asqueroso. Me recuerda a mi madre cuando me limpiaba de pequeño.

—Para mí tampoco es fácil decirlo —ese borrón no sale, ¿qué demonios tenía Alain bajo la cama? ¿Alquitrán?—, porque sé que no es correspondido.

Intento ofrecerle una sonrisa tranquilizadora.

—Eso nunca puedes saberlo.

—Estoy segura.

—¿Por?

—Porque estoy enamorada de ti.

Podría decirse que me convierto en piedra momentáneamente. Me quedo quieto en el sitio con la boca medio abierta.

—Bueno, ya está. Lo he dicho —suelta un sonoro suspiro e hincha su pecho tomando aire para luego desinflarlo—. Estoy enamorada de ti, Leo. Quiero que consigas tu amor, pero también quiero que me veas como alguien a quien amar. Así que voy a hacer otra estupidez.

Se da la vuelta y alza la ventana hasta los topes con un sordo sonido. Sigo sin poder reaccionar, impactado por la revelación. Mi mente tampoco procesa bien lo que está sucediendo.

—¿Me oyes, Alain? ¡Estoy enamorada de Leo! ¡Si yo he tenido el valor no veo por qué tú no! —Intento que deje de gritar y me contempla con ojos zafiros brillantes.

—Sabrina, a mí me gusta Alain —pronuncio su nombre con seriedad por primera vez. No he sido delicado pero cuanto antes lo asuma mejor nos irá—. Eres mi mejor amiga y no me gustaría que eso cambiara por nada del mundo. No me veo capaz de quererte de otra manera. A menos no ahora con todos mis sentimientos revueltos por culpa de Alain.

Le brillan los ojos, pero no llora por lo que pienso que va a tranquilizarse. De pronto se está quita la parte superior de su vestimenta y deja al descubierto un sujetador de encaje azul que deja ver parte de sus pechos. Me retiro, apartando la vista.

—No hagas eso —Por el rabillo del ojo veo que se acerca a mí y me rodea con sus brazos. Trastabillo y caigo sobre la cama con ella encima.

Me acuerdo del primer día en que la vi.

Se mueve hasta hundir la cabeza en mi pecho y agarra la camiseta con fuerza. Me pregunto si ahora estará llorando por lo que poso con torpeza una de mis manos sobre su cabello y aprovecho para quitarle algunas pelusas, termino acariciando sus hombros en un intento de reconfortarla.

—Tenías razón, es duro decir lo que sientes.

Finalmente llora. Me empapa el pecho con sus lágrimas y sollozos, soltando todo lo que se había guardado para ella.

—No cambies tu forma de comportarte —suplica agarrada a mí—. No dejes de ser mi amigo por esto.

—Nunca dejaré de serlo, te seré leal el resto de mi vida. Aunque nos separemos y no podamos vernos, seguiré siendo tu amigo —hablo poniendo todo mi corazón en ello y cubro con la manta que suelo usar para dormir siestas sus hombros—. Créeme, eres preciosa. Y divertida, aunque tus planes terminen rozando la ilegalidad casi siempre.

Se ríe y se seca las lágrimas derramadas con el dorso de su mano.

—La legalidad está sobrevalorada.

El arroyo de los cardenales rojos (BL 🌈 Completa, editada sin corregir)Where stories live. Discover now