Capítulo 33 (Editado)

4.9K 626 27
                                    

Un móvil no deja de sonar y vibrar en algún lugar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Un móvil no deja de sonar y vibrar en algún lugar. Me remuevo cubriendo con la manta mi cabeza. El pesado brazo de Alain sobre mi pecho me hace recordar todo lo que sucedió anoche. Está dormido boca abajo, contra la pared. La cara girada hacia mí, con la boca ligeramente abierta y un poco de baba escurriéndose de ella. Su piel tersa, algo bronceada, es suave al contacto de mis dedos.

Quién sea el que está llamando no deja de insistir por lo que Alain termina por despertarse, ofreciéndome una somnolienta sonrisa. Se pone ligeramente sobre mí para dar alcance al teléfono que estaba en el suelo.

—¿Si? —contesta volviendo a ponerse a mi lado. Acaricia mi oreja. La mano que me roza se detiene de golpe—. ¿Cómo ha reaccionado? Entiendo. Es normal. Voy enseguida, ¿está bien si voy ahora? De acuerdo.

Se levanta de golpe y me doy cuenta de que estamos completamente desnudos. Rebusca unos pantalones del suelo se los pone sin más, junto con una camiseta y la cazadora.

—¿A dónde vas? —un dolor de cabeza amenaza con destrozarme el cerebro. Los pensamientos fluyen espesos.

—Tienes que vestirte rápido, te prepararé algo de desayunar —se inclina para darme un beso en la frente, momento que aprovecho para retenerlo.

—¿Se trata de Lira? —aprieta su mandíbula, alejando sus nublados ojos—. Está despierta.

Cabecea afirmativamente.

—Yo también voy —impero y comienzo a moverme con rapidez, tomando también cualquier cosa que pueda llevar por encima.

Alain me pone las manos en los hombros, completamente serio.

—Si vas a venir tienes que saber que es probable que no puedas verla. —Me está picando de nuevo.

—¿Por qué? —Abrocho unos vaqueros de Alain que me quedan realmente grandes, se deslizan por mis caderas y temo que se me vea todo el culo. La camisa que paso por mis brazos también es el colmo de la enormidad. Soy enano.

—Porque está bajo protección y por lo general hay un guardia en la puerta, solo pueden estar allí los que pagamos las facturas médicas. Era la única manera que se nos ocurrió para que él no pudiera alcanzarla.

Me quedo paralizado por unos instantes. No puede estar hablando de quien creo.

—Sé que lo que voy a decir sonará muy mal pero cuando fui yo no había ningún guardia —hablo humedeciendo mis labios, siento la garganta repentinamente muy seca.

—A veces salen a tomar un café —aprieta los puños con fuerza, visiblemente enfadado—. Lo encontré una vez sobre ella. Por aquel entonces estaba en la primera planta y se escapó por la ventana. Pensé que después de eso no volverían a dejar el puesto, pero veo que me equivocaba —vuelve a dirigirme la mirada. Por suerte no menciona nada sobre el hecho de que me he colado para ver a Lira—. No pude distinguir su cara, ni algún rasgo característico, por lo tanto no sé quién puede ser.

Tiene que ser una broma de mal gusto. Ese hombre debería haberse muerto. La sombra aterradora en medio del arroyo.

—No creo que aparezca y si lo hace somos mucho más fuertes que entonces —me hago el valiente. Estoy seguro de que si me encuentro con él cara a cara el terror no me dejará moverme— Al menos déjame acompañarte aunque no pueda entrar.

Pasa las manos por la cara antes de abrazarme.

—Gracias —lo aprieto, infundiéndole valor—. Me alegra que estés a mi lado.

—Y no me perderás, jamás —proyecto la mejor de mis sonrisas—. Creo que ya te he demostrado que soy un pesado.

—Lo sé. —Me revuelve el cabello. Lo tomo como una respuesta positiva.

—¿Puedes esperar a que me cambie? —pregunto mostrándole lo enorme que me queda su ropa.

Voy rápidamente hasta casa y cierro la puerta principal de un golpe al entrar. Mi padre sale a mi encuentro antes de que pueda alcanzar las escaleras.

—Leo Lordvessel —doble mierda, esto suena a bronca. Los padres solo dicen los nombres completos de los hijos cuando hay problemas. La sangre se congela en mis venas. Mi padre no suele ser el tipo de persona que se enfada por una nimiedad—. Tienes diecisiete años, comprendo que quieras libertad pero creo que te has excedido. Anoche no volviste a casa para dormir. No avisaste ni siquiera. Tu amiga Sabrina ha venido esta mañana a traer tu ropa y preguntar por ti.

Triple mierda. No puedo defenderme, tiene todo el derecho a estar enfadado. Yo sigo comportándome como un estúpido, mientras mi padre carga con problemas mucho más serios.

—Perdón papá, realmente estoy bien. Voy a ir ahora al hospital... —Frunce el ceño todavía más.

—No vas a ir a ningún lado. El día de hoy estás castigado, a tu cuarto —todo menos hoy, no el día en que Lira ha vuelto a la vida. Suplico, pero obviamente no me escucha. El mosqueo de mi padre es mucho peor de lo que podría haber imaginado—. Sabes que me gusta menos que a ti, pero quiero que aprendas y pienses. Como salgas sin mi permiso no será solo un día, ¿me entiendes?

Me arrastra hasta arriba y cerrando la puerta con rudeza me deja a solas. Abro la ventana y por suerte Alain sigue allí, esperando de pie en medio de su habitación.

—Mi padre está molesto, quiere que me quede en el cuarto. —Alain se acerca hasta sentarse en el alfeizar.

—Quizá deberías hacerle caso. Lira no se va a mover de ahí —muerdo mi labio hasta casi hacerlo sangrar—. Leo, quédate en casa.

Por unas razones u otras, termino sin poder estar al lado de Lira cuando me necesita. Hace que me sienta verdaderamente inútil.

Mi padre no tiene ni la menor idea de que ella ha despertado de un coma extremadamente largo, por lo que no puedo quejarme ante el hecho de que haya decidido castigarme.

—Quiero ver a Lira.

—No puedes hacer todo de golpe, pensé que ya lo habías aprendido.

—Tú no sabes lo mucho que he deseado pedirle perdón.

—Lo sé, pero no es el momento para hacerlo.

—Pues vale —le espeto siendo más brusco de lo que pretendía. Él suelta un sonoro suspiro, como buscando más paciencia para lidiar con un palurdo como yo.

No recibo más respuesta que sus pisadas alejándose y de pronto me siento morir. Ser adolescente es horroroso. Una tontería me parece un mundo y un día semejan décadas. Estoy cansado de alterarme por cualquier cosa.

Me siento en cualquier lugar sin mirar realmente lo que estoy haciendo, debatiéndome entre portarme como un buen hijo o marcharme tras Alain. 

El arroyo de los cardenales rojos (BL 🌈 Completa, editada sin corregir)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora