Capítulo 27 (Editado)

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La idea de Áurea sobre averiguar cosas de Alain es lo más descabellado e ilegal que se le podía pasar por la cabeza: entrar en su habitación usando una palanca como medio

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La idea de Áurea sobre averiguar cosas de Alain es lo más descabellado e ilegal que se le podía pasar por la cabeza: entrar en su habitación usando una palanca como medio. Al parecer las ventanas de guillotina se abren con facilidad si usas la herramienta adecuada. En cuanto saca una palanca con base plana del maletero de su descapotable sé que habla en serio. Empiezo a pensar que Áurea forma parte de la mafia es por eso que nunca habla de sus padres.

Conduce hasta mi casa como un verdadero peligro público, pisando a fondo el acelerador. Estacionamos a una manzana de mi casa y caminamos con calma pasando por delante del domicilio de los Ream; fingiendo que charlamos animadamente para comprobar si la furgoneta de Alain está en su garaje.

No lo está. Por un breve instante he deseado que fuera así.

—¿Eres una ladrona en tus ratos libres? —sugiero cuando pisamos el recibidor de mi propio hogar. Ella ríe sin contestar a la pregunta.

Los escalones de madera crujen bajo nuestros pies cuando ascendemos a mi cuarto. El pasillo está iluminado por la luz del sol de media tarde y partículas finas de polvo flotan en el aire como oro espolvoreado.

—¿Y si nos pilla? —Muerdo mi labio en un gesto nervioso.

—¿Y si el mundo se va a tomar por el culo mañana? —responde Áurea con sarcasmo, abriendo de par en par la puerta de mi cuarto—. Sé que lo que estamos haciendo es lo peor de lo peor. Pero no se me ocurre otra manera. A no ser que quieras ir a lidiar con él ahora que está enfadado.

La ventana de Alain permanece con la persiana bajada como ha estado los últimos días.

—Así no podremos entrar. —Y por mí perfecto, no quiero que Alain me pille hurgando en sus cosas. Soy tan contradictorio que empiezo a preocuparme seriamente por mi salud mental.

Áurea abre se coloca en mi alfeizar usando la palanca para abrir tanto la persiana como la ventana de Alain.

—Ahora ponemos esto así... —encaja la herramienta de forma que queda una abertura de aproximadamente un metro. La veo colarse reptando y con mucho esfuerzo. En cuanto está dentro, abre del todo la persiana así como la ventana para dejarme pasar—. Vamos, entra.

Esta chica nunca dejará de sorprenderme.

Al pisar el suelo enmoquetado de la habitación de Alain su aroma me envuelve con esa mezcla especiada que aún no tengo muy claro cuál es.

Las paredes están pintadas en un tono azul pálido desvaído con el paso de los años y completamente desnudas. No tiene nada colgado en ellas, ni siquiera una estantería, todo está a ras del suelo. Hay una pequeña cama con las sábanas y las mantas de color pistacho completamente deshecha; una silla de oficina, también azul, con un montón de camisas y pantalones desechados encima.

Un escritorio mucho más pequeño que el mío que está verdaderamente hasta los topes de libros y hojas de papel, apilados unos sobre otros sin orden ni concierto. Unos cuantos folios descansan en el centro de la mesa con un lápiz dejado despreocupadamente a su lado. El dibujo que observo me deja embobado durante lo que parece una eternidad. Es el borde del arroyo donde solíamos jugar de pequeños, con las finas y pulidas piedras brillando con sus destellos característicos al sol. Las mismas piedras que Lira llevaba en su sueño.

El arroyo de los cardenales rojos (BL 🌈 Completa, editada sin corregir)Where stories live. Discover now