Capítulo 17 (Editado)

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Cruzamos la entrada cogidos de la mano

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Cruzamos la entrada cogidos de la mano.

Me siento tan raro que no me extrañaría nada si termino escapando. Los alumnos que pasan a nuestro lado nos miran, con una mezcla de sorpresa y "lo sabía". Lo cierto es que llevamos juntos desde el primer día, no es de extrañar que piensen que seamos novios de verdad.

Llegamos a nuestras taquillas, Áurea me da un abrazo por la espalda y yo suelto un respingo cuando me susurra al oído.

—Viene en ésta dirección, intenta estar tranquilo e ignorar su presencia. Ya me fijo yo en su comportamiento —Áurea se gira con elegancia, como si estuviera bailando, y se apoya contra mi taquilla. Toma una de mis manos y yo observo sus ojos. Ella se agacha y roza con sus labios mi mejilla. Ella suspira, alzando la voz con un toque rematadamente seductor—. Bésame.

Juego un poco con su pelo rubio, sin saber si hacerlo o no. Decido que no ya que podría hacer daño a Áurea u Alain, pero me acerco a ella y rozo con mis manos sus caderas. Noto como varias personas se detienen a ver el momento ardiente entre El Provocador y La loca de la colina.

—¿Se ha marchado? —Ella da un respingo y tuerce su mirada más allá de mi cara.

—Está de brazos cruzados en su taquilla aparentemente hablando con Andrea, pero no te quita el ojo de encima —susurra mientras pasa los brazos por mi cuello—. Tiene cara de enfado, la misma que tenías tú cuando Andrea se le puso encima. Sois un par de idiotas.

Sonrío.

—Bueno, no creo que se lo crea porque es un tanto forza... —No termino la frase porque ella me besa. Me quedo plantado en el sitio sin saber cómo reaccionar. Es agradable y siento un cosquilleo extraño que por alguna razón calma todos los nervios que estaba sintiendo hasta el momento.

—Lo siento —me dice después de separar nuestros labios, mira de nuevo a Alain y sonríe—. Podría decirse que está odiándome con todo lo que tiene dentro y la verdad es que no lo culpo.

—No pasa nada —respondo, un tanto mareado. Es como si me hubieran aplicado un sedante y me siento extraño.

En ese momento suena la campana, tomamos a toda prisa los libros y caminamos hacia la clase de matemáticas.

Los cuchicheos se alzan en cuanto entramos en clase. Nos sentamos en nuestros respectivos sitios, yo con el corazón latiendo a toda velocidad. Alain se sienta detrás de mí y al cabo de dos minutos su pie impacta con fuerza en mi tobillo.

Me doy la vuelta.

—¿Qué cojones te pasa? —Se encoge de hombros, dándole vueltas a su bolígrafo.

—No pensé que fueras a pasar página tan rápido —me espeta.

El profesor Wackerly entra en el aula, dando comienzo a una tediosa clase de dos horas en las que Alain me pincha la espalda con el bolígrafo en una verdadera tortura china.

El arroyo de los cardenales rojos (BL 🌈 Completa, editada sin corregir)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora