Capítulo 24, Leo (Editado)

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Áurea llega con el hombre de ojos dorados que sugirió mi atuendo de Halloween

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Áurea llega con el hombre de ojos dorados que sugirió mi atuendo de Halloween. Creo que se llamaba Lynx aunque no estoy del todo seguro. Nos reunimos en la cocina, junto a mi padre y mi madre. La abuela está vigilando para que mi hermana pequeña no se despierte.

Alain no contesta a su móvil. Tampoco su madre o los familiares. Lo peor pasa por mi cabeza. Pongo en situación a Áurea relatándole los acontecimientos acaecidos sin escatimar detalle. Me sincero con ella y de paso con mis padres. A medida que las palabras salen por mi boca, mi corazón va sintiéndose cada vez más ligero como si un peso fuese liberado.

—Creo que deberíamos ir a comprobar como están —dice mi padre poniendo las manos sobre los hombros de mi madre, supongo que para tranquilizarla—. La policía debe estar bajo el control de Erick.

Asentimos con pesar.

Tardamos lo que parece una eternidad en tomar la decisión de ir hasta allí en dos coches. Algo me dice que a partir de ahora todo se va a volver más complicado. Nos enfrentamos por un lado a un hombre con problemas mentales y sed de venganza, y por el otro, a un tipo con más dinero que sangre en las venas. Mi vida es una novela. Una novela cutre.

Lynx y yo nos metemos en el coche de Áurea mientras que mi padre lleva el suyo. Áurea modera su habitual velocidad para seguir a mi padre por el largo y tortuoso camino que lleva hasta casa de la tía de Alain.

El miedo se instala dentro de mí.

No quiero perder a Alain.

Tampoco a Lira.

Forman parte de mí. Están dentro de mi corazón y si mueren no podría seguir adelante. Pienso en cómo nuestra inocencia ha sido arrebatada con mano de hierro. Pienso en el complicado mundo que nos rodea. Intento que las lágrimas no se escapen de mis ojos ante la frustración.

Cuando llegamos, las pequeñas casas en fila se alzan todas iguales. La gran mayoría son grises en una madrugada temprana. Están tenuemente iluminadas por el resplandor amarillento de las farolas.

Aparcamos al principio de la calle.

—Saldremos de ésta, Leo. —Me anima Áurea pasando un brazo por el hombro en cuanto salimos del coche.

—Vamos —insta mi padre llevándonos a través de la acera grisácea. Setos de aproximadamente un metro de alto rodean las propiedades. Inconscientemente mi mano roza las pequeñas y duras hojas que los conforman.

La edificación en la que vive la tía de Alain está completamente a oscuras. El corazón me da un vuelco al ver la furgoneta de Alain aparcada ante la entrada, con la portezuela del conductor abierta.

Echo a correr viendo el desastre de la puerta principal, con los muebles tirados en un posible forcejeo. ¿Es que los vecinos son sordos? ¿Qué cojones le pasa a la gente en este mundo de mierda?

Entro sin esperar a que alguien me siga y busco adaptar los ojos a la penumbra que reina.

Con los nervios a flor de piel, escucho los pasos de los demás sobre los trozos de un jarrón roto. Percibo respiración pesada al fondo del salón. Cojo lo primero que tengo mano y lo lanzo sin pensar.

El arroyo de los cardenales rojos (BL 🌈 Completa, editada sin corregir)Where stories live. Discover now