Capítulo 4, Alain (Editado)

4.9K 572 66
                                    

Despierto

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Despierto. El mundo a mi alrededor desprende un olorcillo a chocolate caliente. Leo huele de la misma manera, dulce y algo empalagoso a veces.

Como todos los días, mis primeros pensamientos siempre son para él, da igual lo que active, mis recuerdos están marcados a fuego en mi ser.

El móvil suena en la mesilla, vibra y se desliza sobre la superficie lacada. La alarma programada se apaga. No importa, volverá a sonar al cabo de cinco minutos. Con los ojos hinchados y sin ver demasiado lo tomo en mi mano, deslizando los controles táctiles para apagarla.

La vida continúa, no se va a detener a menos que ya no estés en este mundo. No importa lo mucho que esté sufriendo, tengo que levantarme y seguir adelante.

Aunque Leo Lordvessel se haya olvidado de mí.

La rutina es vestirse, lavarse, peinarse; ayudar a mi madre con los pequeños y tomar lo necesario para la escuela. Todo se desenvuelve en la niebla de lo automático. No soy consciente realmente de lo que estoy haciendo hasta que ya está terminado.

Mi furgoneta se desliza en el asfalto hasta la entrada del instituto, fría piedra gris espera al redil de corderos que entran arrastrando sus pies. Salir del coche toma toda mi fuerza de voluntad. Pretender que todo es normal me está consumiendo. No es como si fuera la primera vez, llevo diez años pretendiendo.

Tras estas puertas me llaman el Rey de hielo. No es que me interese saberlo, pero la única persona que se empeña en aferrarse a mí siempre me lo recuerda.

Andrea me espera a un lado. El equipo de natación al completo, con sus habituales seguidores rumorea están en el extremo opuesto. Intentan que se note su disgusto porque yo me he alejado y Andrea se ha venido conmigo. No creo que lleguen a comprender jamás lo que ha pasado, están demasiado acostumbrados a que la vida les vaya sobre ruedas.

La saludo con un cabeceo. Ni el maquillaje ni la ropa llamativa forman ya parte de su indumentaria, los tonos oscuros y sobrios han sustituido al habitual rosa. No está bien y eso es evidente a la vista de cualquiera que quiera fijarse.

—Hoy dicen que llegará un nuevo estudiante —informa en cuanto entramos. Sabrina está apoyada en su taquilla, mirándose los pies con aire distraído. Desde que Leo no viene al instituto ella se ha terminado juntando con nosotros. Todavía no me acostumbro. Sobre todo que haya sido capaz de perdonar a Andrea tan fácilmente teniendo en cuenta la paliza que me pegó. Por mi parte, sé que empapeló la entrada del instituto porque necesitaba la atención del profesor. Siempre ha rebuscado a alguien que la quisiera.

Andrea se acerca para preguntarle algo que no alcanzo a escuchar y de pronto siento un empujón que provoca que los libros que sostengo se escurran de mis manos y se caigan.

Mis manos tropiezan con otras de un tono dorado. Al levantar la cabeza, unos ojos negros como el carbón me miran con cierto interés tras unos mechones ónice lisos y lacios. El brillo del aro que hay en su oreja capta mi atención por un momento, antes de percatarme de su sonrisa de suficiencia.

—Disculpa —dice con amabilidad. Me encojo de hombros para restarle importancia y decido que es hora de ir para clase. Camino sin esperar a nadie como siempre. El chico, un poco más alto que yo, me sigue de cerca—. ¿Vas a clase de matemáticas de último año?

Lo ignoro.

Entro en el aula e intento no mirar el asiento vacío de Leo, acto sumamente difícil cuando el mío está justo detrás. Las clases de esta asignatura se hacen eternas y difíciles de tragar. Solo recordar que William Wackerly ha estado riéndose de nosotros todo este tiempo me pongo enfermo.

El chico toma la silla que Leo solía utilizar y lo detengo, apretando con fuerza su muñeca. No va a sentarse ahí. Su expresión pasa de sorpresa a molestia.

—Ese sitio pertenece a otra persona —indico, señalándole uno que está en el lado opuesto del aula.

El timbre toca y el profesor sustituto entra y repara en nosotros ya que somos los únicos que están de pie.

—Parece que tenemos un nuevo compañero. Siéntense —el profesor nos hace gestos con las manos, mientras repasa su lista de alumnos—. Sebastian S. Wolf, ¿no? puedes ponerte ahí mismo—. Señala el asiento de Leo.

Pongo cara de pocos amigos ante la sonrisa cínica de Sebastian. Me entierro en mi libro de matemáticas deseoso de patearle el culo y sacarlo de la silla. Esa silla pertenece a Leo. Volverá. Y todo volverá a ser como antes.

La clase comienza y la atención se va poco a poco dispersando. Decido poner los auriculares a un volumen medio para no tener que lidiar con mis emociones revolviéndose con intensidad.

Finalmente la hora pasa. El timbre vuelve a sonar y Sebastian se gira hacia mí.

—He ganado sin pelear siquiera —sus ojos obsidiana brillan divertidos. Me levanto intentando pasar de él. Como era de esperarse me sigue como un perro al que le acabas de dar comida—. Espera, Ream.

—Alain.

—Alain —repite como un besugo—. Me gusta ese nombre. Significa harmonía, ¿no?

—Lo que sea.

Lo esquivo y voy directo al baño. Me siento en el inodoro con la tapa bajada, subiendo el volumen a tope del reproductor.

Los golpes hacen retumbar la puerta al cabo de unos minutos.

—¿Vas a ir a clase de literatura? —Sebastian se hace oír sobre la música que resuena en mis oídos. Está claro que la ha tomado conmigo—. ¿Te duele la barriga?

Salgo del cubículo ofreciéndole la mejor de mis miradas mortíferas. Sebastian simplemente se pasa las manos por el pelo en un gesto que solo podría definir como coqueto. ¿Acaso no ve que no me interesa?

—Te lo voy a dejar claro, no quiero hacer amigos. Ya puedes ir encajando en otro lugar —espeto, pongo un dedo sobre su pecho y lo empujo.

—A mí me dice lo que tengo que hacer —el brillo de reto en sus ojos me escama. Por el total de sus rasgos diría que es un mestizo entre nativo americano y alguien oriental. Aparta mi mano con un gesto grácil—. Y te hablaré si quiero hacerlo.

—No pienso escucharte.

Con mis últimas palabras parto hacia la clase de inglés sabedor de que Sebastian sigue mis pasos.

El arroyo de los cardenales rojos (BL 🌈 Completa, editada sin corregir)Where stories live. Discover now