Capítulo 34 (Editado)

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Bajo las escaleras descalzo en cuanto escucho los ligeros ronquidos de mi padre

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Bajo las escaleras descalzo en cuanto escucho los ligeros ronquidos de mi padre.

No soy de los que escuchan y tampoco de los que necesiten una niñera.

Llego a la puerta que da al jardín donde el pequeño Lovecraft está totalmente estirado lamiéndose con pereza las patas delanteras. Le rasco la cabeza para que se aparte pero no se mueve. Para evitar que se ponga a maullar por haberlo movido me cuelo por el hueco. La habitación de mi padre da a la calle principal, por lo que es mejor prevenir.

No puedo llevar el coche así que camino lo más rápido que puedo. Dada la distancia a la que se encuentra el hospital, me esperan dos horas de nervios.

Me ruje el estómago. Me he saltado el desayuno y el almuerzo. Debería haber cogido algo en la cocina antes de marcharme, pero me arriesgaba a que mi padre se despertase. Aguantando las imperiosas ganas de comer me alejo de casa por el sendero que discurre paralelo al bosque. Unas pequeñas gotas impactan sobre mi rostro. Perfecto. El desánimo me sacude virulentamente.

Me percato de que tengo el cordón de la bota desatado por lo que me agacho justo cuando llego al cruce de caminos que une la montaña con el pueblo. Dos personas pasan delante de mí, sin verme. Sus voces llegan, así como el aguacero.

—¿Qué es lo que pretendes decir con "ya estoy harta de esto"? —ese timbre de voz es demasiado grave pero suave. En el fondo de mi mente sé quién es y por ello tiemblo de arriba abajo. Me arrastro hasta ponerme detrás de uno de los árboles que cercan el camino.

—Pues lo que escucha, profesor —la segunda voz pertenece a una mujer joven—. No sé qué tiene contra Leo Lordvessel, pero no me interesa meterme en más líos. Colgar los recortes ya ha sido bastante para hacerle entender que no pinta nada en Faraway.

Me inclino para poder atisbar. Desde mi posición solo alcanzo a ver la espalda del profesor William Wackerly crisparse momentáneamente.

—No tengo nada en contra de él, ciertamente —comenta, como si hablara del tiempo—. Pude haberlo matado cuando era pequeño y no lo hice —la chica hace un sonido de horror ante la mención del asesinato—. Pero necesito que se marche o podría estropear mis planes como la última vez.

—Eres un maldito psicópata, ¿no es así? —la mujer tiembla al decir esas palabras, pero no parece retroceder—. Avisaré a las autoridades, les diré a todos lo que se esconde detrás del profesor de matemáticas tan adorado por sus alumnos.

Veo como se mueve hacia ella.

—¿También le dirás a tu querido padre como te abrías de piernas, o eso lo dejas como nuestro pequeño secreto?

—Le diré como me obligaste y forzaste. Mi padre es el alcalde y te pudrirás en la cárcel por esto.

Distingo un ruido que se ve ensordecido por el chaparrón, similar al de un fardo cayendo al suelo. Por el movimiento del brazo sé que le ha pegado.

El arroyo de los cardenales rojos (BL 🌈 Completa, editada sin corregir)Where stories live. Discover now