Áurea (Editado)

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Recojo meticulosamente la ropa para meterla dentro de la maleta

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Recojo meticulosamente la ropa para meterla dentro de la maleta. Me molesta especialmente no poder despedirme correctamente de Leo. Apenas tengo tiempo.

Inglaterra está lejos, tan sumamente lejos que será un verdadero horror llegar hasta ella en tan agradable compañía.

Lynx está tumbado en la cama con la camisa sin abotonar, leyendo uno de mis libros favoritos sin sufrir una embolia. Solo él es capaz de esas cosas.

Harta, muevo la mano para que la ropa se vaya doblando sola y se deposite con pulcritud en la maleta abierta. Durante todos estos años he tenido que esconder mis poderes al cien por cien. He esquivado a la gente, he obviado preguntas dejando a los amigos en una "zona de seguridad".

Me gustaría poder decirle a Leo lo que soy. Poder declarar abiertamente que Lynx es mi prometido desde que nacimos. Estamos ligados por un pacto que no se puede romper pero, aun así, lo intentamos a toda costa.

Frustrada pateo las cajas y me siento al borde de la cama.

—Áurea, siempre puedes hablar con ese enano y su pandilla de anormales amiguetes por las vías normales de comunicación. No en vano es la era de la globalización —habla con tono aburrido y pasa la página—. Vaya, no sabía que por el culo pudiese meterse algo así.

Pues ya verás cuando sea la noche de bodas y aparezca con eso. Digo mentalmente cerrando la tapa de mis caramelos de naranja. Leo me ha vuelto adicta esta mierda.

Será algo digno de ver. Contesta con una sonrisa aflorando.

Otra de las cosas que odio: estamos conectados mentalmente siempre y sin importar la distancia. A veces estoy en la ducha y me llegan los pensamientos sobre hamburguesas dobles con queso que está teniendo Lynx en la otra punta del planeta.

—De todas formas mis padres bien podrían esperar a que acabase el curso —me quejo, recostándome a su lado. Por supuesto, no hay nada romántico en esto. Aguantarnos es lo máximo que podemos llegar a hacer. A partir de esa línea, cada uno tiene su propia y particular vida.

—Usaste tu demasiado tu magia para ayudarles, es normal que te quieran atada. Yo mismo te ataría en mi sótano con gusto si no fuese considerado absurdamente amoral. —Lo miro con el ceño fruncido, sin encontrarle la gracia.

—Solo la utilicé en el bosque para frenar las heridas de Leo, luego para poner fuera de juego un par de veces a los hombres que lo rondaban y por último para evitar que ese cristal que tenía prácticamente clavado en el pecho acabase con él. —Ahora que lo pienso, demasiadas veces. Aunque sin evidencia. No sé por qué me lo reprochan. Cualquiera del Consejo hubiese estado de acuerdo, creo.

—Tú y tu amor no correspondido adolescente. Espero que madures para cuando nos casemos, no quiero que tus amantes me traigan problemas.

La saliva pasa a través de mi garganta seca.

—Pero eso no será hasta dentro de mucho, Lynx.

—No lo podemos saber. —Deja el libro a un lado y se estira. Sus ojos dorados, nada naturales, me atrapan por unos instantes—. Y sí, será una mierda cuando pase.

Suelto un sonido que bien podría definirse como "exasperación" y hundo mi cabeza en la colcha de plumas.

Mentalmente me despido de Leo, Alain, Lira, Andrea y todas aquellas personas que conocí en este pequeño y remoto pueblo al que fui enviada por portarme mal.

La vida es un hilarante entrecruce de caminos.

Próximamente en Cuando la luna duerme.

El arroyo de los cardenales rojos (BL 🌈 Completa, editada sin corregir)Onde as histórias ganham vida. Descobre agora