Capítulo 25, Leo (Editado)

3.4K 459 16
                                    

Me desplomo junto a Lira. El viento frío sopla agitando nuestros cabellos y el mundo de pronto está en silencio para nosotros.

Sé que no puedo comprender ni de lejos como se siente. La vida nunca es lo que esperas, los embates llegan uno tras otro procurando aplastarte contra el suelo y hacer que no te levantes jamás.

Le froto la espalda, proporcionándole algo de calor.

—Debí quedarme dormida para siempre —musita con un hilo de voz. Hunde su cabeza en las rodillas—. Pero quería vivir. ¿Está mal? ¿Estoy mal?

—No está mal que quieras vivir. Ni estás mal en ningún sentido. —No se me da bien animar pero lo intento de todos modos—. Mientras tengas a alguien que te quiera, tu vida importa. Y tú tienes un montón de personas que estarán ahí para ti. Yo, por ejemplo.

La abrazo temiendo que comience a llorar y no sepa cómo pararla. A pesar de todo, Lira es fuerte.

—Lira, quiero decirte algo para que te olvides de este tema un poco —hablo con la mente en blanco. ¿Qué es lo que puede borrar sus malos pensamientos ahora mismo? Una noticia bomba—. Estoy enamorado de Alain. —Estupendo, no se me podía ocurrir algo mejor que decir a una persona que acaba de descubrir mil mierdas sobre su familia. Soy un puto desastre.

Con la barbilla apoyada sobre mi hombro, Lira responde algo sorprendente.

—Ya lo sabía. A pesar de que estaba dormida, a veces escuchaba. Alain siempre ha estado hablando de ti. —Me derrito un poco al escuchar eso—. Estoy contenta por vosotros.

—¿No te sientes sola?

Escucho como sorbe los mocos de la nariz y sé que finalmente se ha puesto a llorar. Me da miedo cuando una persona llora, nunca sé lo que hacer para que se detenga.

—Sí. —Solloza con sus delgados brazos apretando suavemente mi espalda—. Lo siento, Leo.

Le doy unas palmadas toscas intentando calmarla.

—Ya está, un poco más y nos habremos librado de esto para siempre. Y luego jugaremos a ese nuevo Zelda. —Me separo para ofrecerle una sonrisa algo enturbiada pero que cumple su función: alegra su cara y se relaja un poco.

Me incorporo algo mareado. Unas manos conocidas y fuertes sujetan mi cuerpo.

—¿Estás bien? —pregunto y lo examino con detenimiento palpando cada milímetro de su cara y cabeza.

Me estruja entre sus brazos, tan fuerte, que parece que los órganos que componen mi pequeño cuerpo van a salir disparados. Mi padre carraspea en algún lugar mientras mi cara sigue enterrada en el duro pecho de Alain y sus manos acarician mi cabeza. Es relajante, cálido y amable.

Muy a mi pesar me obligo a apartarme.

—Volvamos.

Esta vez voy en el mismo coche que mi padre. Vigilo atentamente a William, que lo hemos posicionado bien atado junto a mí en el asiento trasero.

Una situación que jamás podría haber imaginado, unos meses antes de llegar a Farway. El terror de mi infancia a escasos centímetros de mí, maniatado.

Lo observo con detenimiento por primera vez, percatándome de lo mucho que se parece a Lira. Tiene la vista fija en el pavimento negro mientras el coche se mueve a una velocidad moderada. Su mandíbula está apretada en tensión; seguramente porque toda su venganza se ha venido abajo. Por unos instantes, casi siento compasión. ¿Cómo pudo sentirse para llegar a esto?

Sacudo la cabeza varias veces y me arrimo a la puerta para poner más separación. Los recuerdos dolorosos me asaltan por lo que trato de controlar mi respiración para que mi corazón se calme. ¿Compasión? ¿Casi siento compasión? Por muchas razones que tenga, siguen siendo actos de maldad contra personas inocentes. No merece piedad.

—Todos tenemos personas que proteger. —hablo en voz alta, tiemblo ligeramente al hacerlo. Las emociones me traicionan. Aprieto los puños hasta que las palmas de mis manos duelen y los nudillos se vuelven blancos—. Personas que protegeríamos con nuestras vidas. —Mi padre nos observa con atención a través del espejo retrovisor—. La gran diferencia entre tú y yo, son los métodos. Te has rebajado a un nivel que ya no puede considerarse ser humano. Y cuando todo esto termine, cuando tú y ese hombre que tanto odias estéis entre rejas, solo despertarás lástima. Pero créeme, si vuelves a poner un solo dedo sobre los que amo, seré yo el que te de caza.

Cruzamos la mirada. Sus relucientes ojos verdes, exactos a los de Lira, me contemplan durante un buen rato. Consigo de alguna manera soportarlo sin apartarme, echando mano de la poca valentía que me queda. Finalmente, vuelve a observar la carretera en completo silencio.

El arroyo de los cardenales rojos (BL 🌈 Completa, editada sin corregir)Where stories live. Discover now