Colorín colorado, este acuerdo se ha acabado

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Mittchell


Aprieto los puños a los costados mientras la veo alejarse por el pasillo. Sé que todo el mundo está mirándola ahora, a lo que Violet ha esparcido como un rumor y que ha dejado que toda la escuela haga sus propias conclusiones. No pude salvarla de eso.

Violet sacude su pelo y me toma de la mano, clavándome las uñas postizas para llamar mi atención.

―Entremos, querido. No queremos llegar tarde a clase. ―musita con voz dulce. Me arrastra hasta el pasillo, donde saluda a todos, pavoneándose y luciendo una sonrisa orgullosa.

Alguna vez he sido como ella, disfrutando del dolor de los demás para ocultar mis problemas, paseándome por los pasillos creyendo que era mejor que el resto, y no me había dado cuenta de lo bajo que era eso hasta ahora. Me siento como un trofeo que Violet tiene que ganar, para sentirse bien consigo misma, porque no quiere que nada cambie. Una pieza fuera de lugar en su perfecto rompecabezas y se volvía loca. Bárbara era una amenaza para ella, y tenía que eliminarla cuanto antes.
Cómo lo descubrió es algo que no entenderé nunca y no me importa. Sea como sea, el daño está hecho.

―Quita esa cara. Esto es lo mejor que sabemos hacer.

Respiro profundo y me obligo a sonreír. Cerca de mi casillero, veo a Devan usando su teléfono. Levanta la vista y, cuando nos ve, frunce el ceño hasta que se le forman arrugas en toda la cara. Hago una mueca, sé lo que va a decir, y si estoy en lo correcto, me obligará a contar mi secreto, porque no había manera de que yo volviera a estar con Violet a menos que fuera amenazado de muerte.

Niego con la cabeza, no puedo hablar ahora. Él lo entiende y se aleja caminando en dirección opuesta.

Sin embargo, y debería habérmelo imaginado, una tormenta de furia personificada en una mujer de 1.60 me aborda. Planta sus dos manos en mi pecho y me empuja con fuerza. Evina Blake es, ciertamente, una defensora nata, y futura luchadora si la cosa sigue por donde me lo imagino.

―Eres increíble, Mittchell Raymond. ―murmura, achinando los ojos.

―Disculpa, ¿y tú quién demonios eres? ―espeta Violet, afianzando su agarre en mí.

―No estoy hablando contigo, puta barata. Este engendro del demonio me debe unas respuestas.

Violet me mira con los ojos como platos y los labios retorcidos en una mueca ofendida.

―¿Vas a permitir que me hable de ese modo?

Yo no digo nada. Mis labios están sellados. La impotencia y la culpa bullen en mi pecho como una boa constrictora, me aplasta y me quita el aire hasta que siento que voy a desvanecer.

―¿Cómo pudiste hacer algo así después de todo lo que ella hizo para ayudarte?

Exhalo aire entrecortadamente, queriendo decirle, explicarle, que no tenía otra opción.

―¿En serio estás tan podrido por dentro? Diablos, y justo cuando estaba cambiando mi opinión sobre ti... Al final, siempre has sido y siempre serás un imbécil.

Chasquea la lengua y fulmina a Violet con la mirada. Tiene una sonrisa vil que promete problemas y venganza. Evina no se intimida, sino que, para mi sorpresa, se planta a centímetros de su rostro y la señala con el dedo índice.

―Si te veo cerca de Bárbara, no me importa cuánto te han costado esas extensiones y esas uñas, pero te las arrancaré una por una hasta que me supliques que pare.

Deseo deseo ©Where stories live. Discover now