Cerecita, la vengativa

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Mittchell


Bostezo largo, mis ojos se achinan más de lo normal y me recargo contra la columna de las gradas. El partido está siendo de lo más aburrido, a excepción de las vistas femeninas que tenemos a unos metros. De solo recordarlo, la risa se apodera de mí. Sus ojos, su expresión enfadada, cómo se le arruga el ceño cuando está molesta, todo en ella es tierno y gracioso en partes iguales.

Me obligo a alejar esos pensamientos. La molesto porque me divierte, no tengo nada mejor que hacer y cabrearla es como una droga. Sí, Bárbara Sucker es mi droga, y me da miedo hacerme adicto a ella.

―¿Qué tanto piensas? ―Es la voz de Tyler. Está haciendo jueguitos con la pelota, alardeando con las chicas que están sentadas en las gradas―. Tienes la cara.

Hago una mueca, confundido.

―¿Cuál cara?

―La que dice: "Estoy completamente enamorado y no quiero admitirlo porque me cortarán las bolas"

Me acerco y le arrebato la pelota de una patada. La atraigo a mis pies y la hago bailar hasta que la tengo bajo mi brazo.

―Tyler, sabes que jamás de los jamases estaría con esa chica. ―respondo. Él rueda los ojos, es evidente que no me cree―. Si me gustara, la habría seducido desde el primer momento y ya me la habría cogido. ¿No lo crees?

Mi amigo sonríe y asiente, dándome la razón. Siempre he sido el más mujeriego, el casanova, un mentor para aquellos que quieren meter la polla en cualquier hoyo una noche. Amo la atención social tanto como amo a las mujeres. Me atraen, me seducen hasta intentándolo y esa es una de las razones por las cuales me meto con Bárbara. Es tan inocente, sumisa e ingenua que no reacciona a mis ataques. Los acepta, me mira y se marcha. Reconoce que tengo el poder y eso hacía que me fijara en ella. Hasta ahora. Realmente me sorprendió cuando me insultó en clase, su forma de contestarme y llevarme la contraria.

Todo eso hace el juego más interesante.

El horario termina y aguardo pacientemente a que el vestuario se vacié. Violet está ansiosa hoy y no puede esperar a la fiesta de mañana para tenerme. De todos modos, no es la primera vez que lo hacemos aquí. Sin embargo, ella no es la que sale a mi encuentro.

El cabello rojizo de mi víctima aparece en mi campo de visión. Está riendo y hablando con su amiga, Evina. No puedo evitar fijarme en su sonrisa, tiene una boca similar a un corazón y forma la perfecta mueca de niña tierna, la cual desaparece en cuanto me ve. Una emoción negativa me embarga, no la reconozco y eso me molesta.

―¿Estás mejor, pequeña menstruación? ―le pregunto sin contenerme. Ella dirige sus orbes marrones a los míos y casi puedo sentir cómo las dagas se clavan en mi cuerpo.

―¿Por qué no cierras el culo?

―Porque no me apetece. ―Me deleito con su expresión incrédula, el balance de sus caderas y cómo levanta el mentón, retándome con la mirada. Definitivamente, esta no es la Bárbara que solía conocer. Esta me gusta mucho más.

―Todo lo que tienes de guapo lo tienes de idiota.

Mi corazón se salta un latido e inevitablemente una sonrisa burlesca se forma en mi boca.

Ella, consciente de lo que acaba de decir, se sonroja furiosamente y agarra a su amiga del antebrazo. Comienza a arrastrarla y pasa de mí, chocando su pequeño hombro con el mío.

Deseo deseo ©Where stories live. Discover now