Mini Iron Man

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Bárbara


Ha pasado el mes y estamos en época de exámenes. Nada tan complicado, de hecho. Mittchell y yo pasamos tiempo estudiando en mi casa, porque aún era muy pronto para que me presentara la suya, según él. Demás está decir que mis padres estaban encantados con su presencia. Lo adoraron desde su primera visita, y ya se están haciendo ideas locas.

Estamos por entrar en nuestro último examen de la semana, la última hora del día, y no había visto a Mittchell tan nervioso. Se retuerce las manos y le corren líneas de sudor por la frente. Sé que, si aprueba, no tendría que rehacer los trabajos en los que falló a principios del cuatrimestre.

Comienzo a preocuparme cuando sus cachetes adoptan una tonalidad anormalmente pálida y sus dedos se retuercen sobre su regazo. Siguiendo mi impulso, separo sus manos con las mías y entrelazo nuestros dedos. Automáticamente deja de temblar.

―Respira. ―susurro, y él lo hace―. Hemos estudiado para esto. Puedes hacerlo.

―¿Y si realmente no sirvo? Si realmente no estoy hecho para esto...

―Mittchell Raymond, ¿eso que veo es inseguridad?

En todos mis años de conocerlo, siempre ha tenido el ego inflado. Que muestre esa faceta me saca totalmente de mi zona de confort. Por eso me obligo a serenarme y levantarle la barbilla.

―Repasemos una última vez. Nos quedan diez minutos.

Estoy completamente segura de que veo una sonrisa en su rostro cuando ojea mis apuntes y los que le había ayudado a hacer. En la esquina de la hoja hay una mancha, justo donde sus labios se habían apoyado y se había quedado dormido el día anterior. Lo había despertado con un golpe en la cabeza.

―Estoy listo.

Se truena los dedos y esboza una sonrisa. Justo a tiempo cuando entra la profesora.

―¡Alumnos! ―Ni siquiera da los buenos días―. Tendrán cuarenta y cinco minutos para completar el examen. No pueden ver la hoja hasta que dé la orden de hacerlo y solo podrán tener lápiz, goma y lapicera sobre el banco. Comenzando, ¡ahora!

―No puedo creer que haya salido vivo de eso

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―No puedo creer que haya salido vivo de eso. ―suspira Mittchell cuando abandonamos el aula.

Le doy un empujón con el codo. No ha sido tan malo. Lo he visto de reojo en el banco adyacente al mío cómo contestaba con rapidez todas las preguntas. Fue el último en levantarse, pero por la posición de sus hombros se veía verdaderamente confiado de sí mismo. Incluso la profesora lo miró con cara de circunstancias, tal vez pensando que había hecho trampa.

―Podemos ir a comer antes de que nos den los resultados, ¿qué te parece?

―Lo siento, quedé con Evi y Peter para charlar. Tenemos que ponernos al día.

Deseo deseo ©Where stories live. Discover now