Epílogo

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Mittchell


Tristán Raymond fue enterrado el día veinte de febrero de 2022. Estuvo acompañado por su ex esposa, su marido, los hijos de su esposa, un par de amigos del trabajo y yo. No importó nadie más.

Pensé que me resultaría difícil dar un discurso, pero no lo fue. Tengo el regusto amargo de su muerte en el paladar, y tal vez siempre esté allí hasta que aprenda a sobrellevarlo.

Abro la puerta de casa y me encuentro con una escena conmovedora. Bárbara está preparando café con Arae, mis amigos están en la sala de estar discutiendo por qué película poner. Evina, Peter y Adam están aquí también. Cuando mis ojos conectan con los de mi novia, ella me brinda una sonrisa amplia que borra todas mis preocupaciones momentáneamente.

—Hola, Menstruolito. —susurra sobre mis labios antes de darme un beso lento.

—Hola, Cerecita. —respondo, embobado. Se separa, pone una distancia decente entre nosotros y entrelaza nuestras manos.

—¿Cómo estás?

Suspiro y alejo las lágrimas que me nublan la visión. Ante toda respuesta, ella me besa de nuevo, despacio y apoya la frente en la mía. Por la diferencia de altura, tengo que bajar un poco el cuello para que se toquen en su totalidad.

—Te lo he dicho ya, ¿o no? Todo estará bien.

—Si estoy contigo, sé que sí.

Su risita me calienta el pecho, la atraigo hacia mí en un abrazo corto y nos separamos cuando Arae nos grita que el café está listo y que no podemos dejar a una mujer mayor haciendo todo el trabajo.

Nos reparte las bandejas y llevamos todo a la mesa. Por un momento, pienso que me darán sus condolencias y me mirarán con lástima, pero Liam solo dice:

—Papito, qué bien que te queda ese trajecito.

Todos estallan en risas. Adam palmea mi hombro cuando me siento a su lado entre él y Devan. Este último palmea mi hombro y sonríe de costado.

—Por favor, elige la maldita película y acabemos con esto porque me está empezando a doler la cabeza.

Río y tomo la taza que Bárbara me pasa. Se acomoda en el suelo, en medio de mis piernas.

—¿Tú que quieres ver? —le pregunto. Ella se encoge de hombros, ladea la cabeza y me da una mirada juguetona.

—Ver-te en tanga, ¿es opción?

—¡Si quieres que nos vayamos solo dínoslo! —grita Evina desde el otro extremo del sillón. Peter le da un codazo, Caleb y Tyler la corean en acuerdo.

Yo trato de que mis mejillas no me delaten y Bárbara se gira con rapidez, toma el mando y abre el buscador de Netflix.

—No puedo creer que no hayan visto esa película. Aunque no se llama así, solo era un chiste.

Durante la siguiente hora y media, reímos con las locuras de un señor de cuarenta años que trata de recuperar a su esposa e hijas luego de que el trabajo lo absorbiera y le quitara toda su vida social. Por un rato, nos olvidamos de la facultad, de nuestras vidas futuras y nos limitamos a disfrutar de lo que queda de este verano.

Al atardecer, mis amigos suben a la sala de juegos y conectan los videojuegos. Como si eso fuera un imán para los hombres, corren en tropel por las escaleras. Evina niega con la cabeza, pero está sonriendo.

—Lo siento, no puedo quedarme tanto tiempo en un lugar con tanta testosterona. —dice al cabo de un rato. Bárbara la rodea con un brazo y la chica se acurruca en su pecho—. Voy a abandonarte.

Deseo deseo ©Where stories live. Discover now