Buenos días

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Mittchell


Mi cabeza duele. Literalmente, siento que un enorme martillo aplastó mi cráneo y un intenso palpitar se apoderó de mi cerebro. Siento el gusto amargo del alcohol en la boca y hago una mueca. Creo que me sobrepasé anoche. Abro los ojos con pesadez y descubro que estoy en una cama king size, esa era la textura suave que sentía en la espalda. Eso y el cabello enredado de una rubia. No recuerdo ni su nombre, quizá es amiga de Violet y por eso me la tiré.

Me levanto silenciosamente. No quiero despertarla y que me arme un escándalo por no quedarme con ella, que es lo que la mayoría de las mujeres me han dicho. Recojo mi ropa del piso y me aproximo a la puerta. Tengo unas náuseas y un dolor en el estómago que jamás en mi vida he sentido. Me veo forzado a detenerme antes de dar otro paso. Es insoportable.

Por el rabillo del ojo, veo el final del pasillo. Las puertas vidriadas del balcón están abiertas y consigo ver a alguien en la tumbona. Pobre alma en desgracia, se ve que también le pegó fuerte la bebida.

Me toco la cabeza al sentir un pinchazo. Necesito un café y unas aspirinas con urgencia.

Bajo las escaleras. Al parecer, la fiesta terminó bastante bien. Las bolsas del polvillo mágico se encuentran vacías y desperdigadas por todo el piso de mármol. Quedaron algunas personas rezagadas, dormidos unos sobre otros. Diviso a Caleb abrazado a la columna de sirena por el camino que lleva al patio. Me trago la risa, siempre que se embriaga se abraza a ese pedazo de concreto. Creo que tiene un fetiche inconsciente.

Más allá, en los sillones, se encuentra Tyler con dos chicas. Están abrazadas a su torso desnudo y él tiene una expresión de placer en el rostro. Menos mal que están medianamente vestidas, no es un espectáculo que me guste ver apenas me despierto.

Devan y Liam están despiertos, los escucho murmurar desde la cocina. Mis amigos tienen caras de sufridos, consecuencia de la resaca, y estoy seguro de que yo luzco igual. Me abro paso hasta la encimera, donde hay un botiquín de emergencia abierto de par en par. Claramente se me adelantaron. Tomo una pastilla y relleno un vaso de agua hasta el tope para posteriormente bebérmelo del tirón.

―Alguien despertó con sed. ―bromea Liam. Sonrío―. ¿Te lo pasaste bien con Martha?

Hago una mueca de confusión. Devan niega con la cabeza, riendo por lo bajo. Dos segundos después, caigo en la cuenta de que esa tal Martha debe ser la chica con la que he despertado.

―No mejor que Tyler, te lo aseguro.

Los dos estallan en carcajadas, como si fuera la mejor broma del año. Es cierto que cuando pasamos la noche con alguna chica, solemos olvidar sus nombres. No es algo que me importe mucho, ya que no busco nada más que diversión. Eso quizá me convierte en un imbécil, pero prefiero ser cien por ciento sincero a mentir sobre algo que no soy.

En ese instante, entra Tyler, sobándose perezosamente el pecho. Trae cara de pocos amigos, una amplia diferencia a lo que minutos antes había visto.

―Dejen de gritar. ―masculló. Me arrebata el vaso de la mano y toma otra aspirina del bolso―. Me quiero matar.

―¿Por qué? ―dice Liam―. ¿Otra vez te pusiste de novio con tres chicas a la vez?

Río, porque es una anécdota que quedará para siempre en mi memoria. Hace cosa de cuatro meses, hicimos una fiesta y mi querido amigo se emborrachó, como siempre, y declaró su amor por tres chicas diferentes en un récord de media hora. Fue toda una odisea separarlas de él y convencerlas de que había sido una equivocación.

Tengo tantos recuerdos con ellos, algunos buenos y otros malos, y no los cambiaría por nada. Después de lo que me sucedió, ellos fueron mi salvavidas.

Tyler se queja, acabando el líquido. Nos mira a todos y confiesa:

―Creo que besé a Caleb.

Santa Virgen María.

Nos quedamos boquiabiertos, incapaces de digerir la información.

―Estábamos ambos borrachos. Lo último que recuerdo es que nos caímos por accidente y alguien nos hizo besarnos, pero no estoy seguro. Mierda. ―Se agarra el cabello y lo estira―. Miren que yo sé perfectamente lo heterosexual que soy, pero me estoy muriendo de la vergüenza.

―Calma, seguro que o se acuerda. Está completamente perdido por la sirenita. ―intento jugar. Él asiente, una sonrisa bailando en sus labios. Pronto esto se convertirá en otra anécdota más.

Tres minutos después, escuchamos que alguien baja por las escaleras apresuradamente, como si alguien lo estuviera persiguiendo. Por la isla de la cocina, distingo la cabellera rojiza de Bárbara y mi sorpresa es mayúscula. Parece que está buscando algo y se agarra la cabeza haciendo quejidos por lo bajo. ¿Qué hace aquí? ¿Acaso fue otra de las víctimas de mis amigos o una vulnerable persona que cedió a los efectos del alcohol?

Incapaz de contenerme, grito:

―¡Buenos días, Cerecita!

Se detiene antes de salir y me dedica una mirada furibunda. Por lo que se ve, está cansada y tiene una marca de algo en la mejilla, posiblemente de donde estuvo apoyada. En sus ojos puedo ver dolor, pero no por mi comentario. Entonces, recuerdo la escena en el gimnasio y todo se aclara. Debe seguir con la visita incómoda roja, recuerdo vívidamente nuestros encuentros en la pista de baile y ella me golpeó. Definitivamente, esa fiesta estaría dentro de mi lista de las mejores.

―¿Quieres una aspirina, pequeña menstruación? ―me burlo, alzando una tableta de plástico en mi mano. Hace una mueca y levanta altivamente el mentón.

―Me tiro por el Everest antes que aceptar algo de ti. ―espeta. Frunzo el ceño, no esperaba esa respuesta. Satisfecha, se da la vuelta, abre la puerta de entrada y se va.

¿Qué ha sido eso? ¿Bárbara Sucker acaba de dejarme con la palabra en la boca? Oh, diablos, sí lo ha hecho y es algo que no puedo aceptar.

Volteo a ver a mis amigos, quienes apenas pueden contener la risa. Jamás me vieron así de consternado y me estoy planteando seriamente ir tras ella, pero un dolor en lo más profundo de mi abdomen me frena. "Alcohol de mierda", pienso, y rápidamente descarto la idea al sentir una contracción en mi pobre amigo.

Me disculpo con los chicos y me dirijo al baño más cercano. Las piernas me tiemblan y el miembro me duele de una forma inexplicable. Me llevo una mano allí y gruño de molestia. Entro al baño y me bajo los pantalones para descubrir un manchón rojo que se extiende por todo el bóxer.

Pero, ¿qué carajo? 

            Pero, ¿qué carajo? 

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Abro espacio para que se puedan reír. AY SANTA JAJAJAJAJAJAJA. CUANTO TIEMPO LLEVO ESPERANDO PARA ESTO AJJAJJAJAJA. 

Me siento mal por reírme de mi propio personaje, pero hay que admitir que muchas mujeres, en algún punto, nos sentimos identificadas con esto. Espero que, si hay hombres leyendo, no se ofendan. Esto es sólo ficción... por ahora... Jajaja, no mentira. 

Este es el primer capítulo de una maratón. Espero haberlos dejado satisfechos, ahora pueden seguir a la próxima parte. 

Besitos. 

Deseo deseo ©Where stories live. Discover now