Mittchell Dramático Raymond

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Mittchell


Jamás pensé que admitiría esto en vida, pero realmente se ve bonita sonriendo, y algo indescriptible me atraviesa al darme cuenta que yo fui el causante de su sonrisa. Mucho más intenso que cuando la hago enojar, y más placentero. Me sentí bien por un instante hasta que un dolor punzante aparece en mi estómago, cortando el pacífico momento, el primero que tenemos en años. Me levanto, con una mano en mi vientre, haciendo presión, como si eso me calmara. La miro por un breve instante, luce asustada, impresionada, y grita preocupada. Atino a decir que necesito el baño, ella me señala la puerta blanca a su lado y no tardo en encerrarme. ¡Maldición! Se me escapa un improperio cuando miro mis pantalones manchados. La alarma se enciende en mi cuerpo, ¿no había superado esto ya?

Estoy hipersensible, siento y escucho todo lo que pasa a mi alrededor y en mi anatomía. Un cosquilleo desagradable nace en mis bolas y sube por mi abdomen, para explotar allí como una granada. Mi respiración es irregular mientras rememoro lo que hice en el baño de Devan cuando me sucedió lo mismo, solo que no tengo la confianza suficiente para tomar una de sus toallas y ensuciarla. El simple hecho de considerarlo me apena.

Me siento en el retrete y comienzo a limpiarme con el papel higiénico. Nada, continúa sangrando y doliendo como si me hubieran apuñalado.

Unos golpes suaves me sacan de mi preocupación momentánea, solo para inducirme en otra nueva. No quiero que ella me vea en este estado tan lamentable.

―¿Todo está bien? ―su voz es contenida, puedo imaginármela apretando los labios, como si forzara salir esas palabras de su boca.

―Sí, ya salgo.

No insiste más y escucho sus pasos alejarse. Respiro profundo y me acomodo la ropa interior. Me siento húmedo por todas partes y no sé qué hacer para aliviarme. Salgo del cuarto y batallo interiormente sobre qué voy a decirle. Ya le había contado mi situación, pero si era un efecto secundario de alguna droga ya debería haber pasado. Esto sobrepasa lo normal.

Ingreso en su habitación y la observo recoger las hojas que estuvimos ojeando hace unos minutos. No se percata hasta que me siento en su cama, agarrándome las bolas con un gesto de dolor.

―¿Estás bien?

La miro ante el extraño tono de su oración. Tiene la cabeza ladeada y sus comisuras tiemblan, casi como si quisiera reír. Sus ojos marrones brillan increíbles, pero no puedo apreciarlo porque identifico al instante la emoción que me recorre.

―¿En serio te estás riendo de mí?

Ya no lo soporta y explota en una carcajada que le realza el rostro. Puedo ver las lágrimas salir de sus ojos achinados, las cuales no se molesta en limpiar. Pero qué mier...

―Perdón, ya no pude aguantar. ―murmura, y vuelve a reírse como si lo que dijo fuese el mejor chiste de la historia.

No entiendo nada. ¿Me está devolviendo lo que le hice en el pasado? ¿Burlándose de mí? ¿O yo me equivoqué y sí tiene que ver en mi problema? La confusión y el dolor van a matarme. Quiero saberlo todo, ya mismo.

―Ya basta, ¿por qué carajo te ríes? No es gracioso. ―digo, molesto. Se limpia las mejillas y se sienta en la silla del escritorio con las piernas cruzadas.

―Lo siento. Me lo has hecho demasiadas veces, no puedes culparme.

Mis cejas se arquean.

Deseo deseo ©Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin