La regla afecta las hormonas

383 66 50
                                    

Mittchell


La cosa que me dio no es nada fácil de colocar. En serio, ¿cómo las mujeres pueden usarlas sin quejarse? Recuerdo vagamente a una chica con quien solía acostarme cuando mi vida se fue a la mierda. Una vez, dijo que no podía tener relaciones porque estaba en sus días. Yo lo comprendí y me senté en la cama a esperarla, pero tardaba en el baño y me preocupé. Abrí la puerta sin tocar y la vi sacarse una objeto alargado y pequeño para colocarse otro con más esfuerzo del necesario. Dijo que era un tampón, otro método para contener los fluidos. Definitivamente eso debía ser más incómodo que un trozo de algodón que huele a menta.

Hago lo que me indicó, lo pongo en el bóxer, pero la cosa simplemente no se pega. No quiere quedarse en el sitio y termino envolviendo toda mi extremidad en ella. Descargas me recorren ante el dolor que eso me provoca. Dato: no apretar el pene cuando sangra. Anotado y súper mega recordado. ¿Por qué la pastilla no ha hecho efecto todavía? ¿No se supone que son de rápida acción?

Gimo bajo de frustración. La maldita toalla no quiere quedarse conmigo. Me rechaza y acabo tirándola a la basura hecha un nudo. Me pongo de pie y salgo, sin percatarme de que tengo mis hermosas y sucias partes al aire. Es una canción ver la cara que pone cuando me ve y se gira para evitarme a una velocidad inhumana. Balbucea algo que no logro entender y me enfrenta luego de haberle soltado una de las mías. Me resulta sexy la forma en que me amenaza antes de que vuelva a encerrarme en el baño. No tengo de otra más que esperar su regreso.

Todo el baño huele a ella. No me había dado cuenta antes, pero así es. Su aroma, suave y exquisito, flota por cada rincón. Hasta las cortinas tienen su toque aniñado, indudablemente acorde a su personalidad. Las botellas de champú están bien apiladas en un neceser en una esquina de la ducha. El espejo está clavado en la pared y rodeado de luces blancas iridiscentes y pequeñas. En el mostrador blanco hay una cartuchera donde supongo se encuentra su maquillaje, porque todas las chicas tienen, y debajo de una toalla rosa claro.

―¡Hola, cariño! ¡Hemos llegado! ¿Estás despierta? ―se alza una voz de una mujer, seguido de un repiqueteo de tacones y una puerta cerrarse, la puerta principal.

¡Carajo! Estúpido, ¿cómo no? Los padres tenían que llegar en ese preciso momento. Y yo aquí con el pene al aire sangrando. ¿Podría ponerse peor?

―Hola mamá. ―escucho en la lejanía su cantarina voz―. Estoy haciendo un trabajo con un compañero, no te molesta, ¿verdad?

La respuesta es un leve barullo que no logro distinguir. Espero que le haya dejado porque no pienso pasar la noche en el baño.

Me paso las manos por el cabello desordenado. ¿Cuánto más va a tardar la Cerecita?

Estoy pensando seriamente en bajar a buscarla cuando la puerta se abre. Afortunadamente, es ella. Me tiende una toalla junto con una goma elástica fina y más apósitos.

―¿Otro experimento? ―Ella pone el dedo en sus labios, obligándome a callar―. ¿Qué vas a hacerme?

―No pienses en doble sentido y escucha con atención. Te enseñaré a ponerte esta cosa y te marcharás antes de que a mi madre se le ocurra invitarte a cenar, ¿estamos claros? ―su voz es como un arma de doble filo, suave, pero directa y convincente. Asiento, estamos de acuerdo en que no quiero incomodar a su familia y evitar a toda costa que entren a este baño.

―Espera, ¿me lo vas a poner tú?

―No, aunque a juzgar por tu nivel de inutilidad no me sorprendería que me pidieses ayuda. Me urge que te vayas así que toleraré tu pene, pero no lo tocaré.

Deseo deseo ©Where stories live. Discover now