Nuevo comienzo

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Mittchell


—Ten. —dice mi padre, pasándome una carpeta negra. Está tendido en la cama, con varias almohadas acomodadas en su espalda.

La enfermera que hemos contratado hace un mes las arregla cada pocos minutos. Quiere asegurarse de que esté lo más cómodo posible y no deja de mirarlo con lástima, como si el cáncer fuera a llevárselo en cualquier minuto. Detesto esa mirada, detesto todo lo que me recuerda.

Ahora está en la cocina con Arae, haciendo café sin preocuparse por el tiempo. Órdenes estrictas de mi padre, porque, según él, quería decirme algo importante.

—¿Qué es?

—Ábrelo.

Las manos me tiemblan cuando descubro el contenido. Documentos. Todos con el logo que hacía años no veía: la empresa de mi papá. Las letras R&Y, entrelazadas elegantemente, haciendo alusión a la unión de Yildirim, el principal inversor y socio de la empresa.

—Cuando eras pequeño, Khan y yo fantaseábamos con que un día te casaras con su hija y manejaran la empresa juntos. —me cuenta. Hace una pausa para toser y se limpia la boca, esforzándose para que no vea la sangre que escapa por ella.

—Papá...

—Déjame terminar. Sé que no está en tus planes casarte, mucho menos ahora, y no estoy diciendo que lo hagas. No soy esa clase de padre y Khan tampoco. Aynad está comprometida con algún otro inversor de la empresa que no recuerdo, así que no habría problemas con la relación.

—¿Entonces qué estás queriendo decir?

—Digo que estoy cediéndote mis acciones.

Me aferro a la carpeta, que de pronto tengo ganas de revolear al otro lado de la habitación.

—¿Por qué? —pregunto en un susurro. Me duele la garganta y no puedo tragar por el nudo que ha crecido.

—Ya lo sabes. No me queda mucho tiempo.

Esos segundos en los que tardé en procesar esas palabras fueron los más largos de toda mi vida. Los minutos esperando que llegara para la cena de Navidad, el brindis de Año Nuevo, todas esas ocasiones en las que la puerta no se abría y, ahora que está abierta, comienza a cerrarse poco a poco.

—Papá, no sé qué decir.

La palabra «graduación» se volvió casi un insulto desde los exámenes finales. La simple mención de la toga o el gorro me pone la piel de gallina. Estoy feliz de poder graduarme (los propios profesores estaban sorprendidos de que lo hubiera logrado), pero yo aún no sé qué quiero hacer con mi vida. Ahora tengo una oportunidad inmensa y... La duda me carcome.

—¿Estás seguro de que yo soy la persona indicada para eso? Es decir, es mucha responsabilidad. Nunca he entendido bien lo que hacen los abogados, he tratado de leer esos libros que tienes en tu estudio cuando no estabas, porque pensé que si estudiaba lo mismo que tú estarías orgulloso y volverías, pero no los he terminado y...

Su risa estridente me deja sin palabras. El hecho de que no tosa en el medio es una buena señal, me digo. Sin embargo, no puedo evitar alcanzarle un pañuelo.

—Escucha. He hablado con Khan y hemos llegado a un acuerdo. Entiendo que las palabras formales sean un dolor de cabeza así que te lo resumiré antes de que leas algo —Se estira y se coloca mejor sobre las almohadas—. En caso de que decidas estudiar abogacía, he hablado con mis contactos y amigos de Harvard y podrás entrar con honores. El decano sigue siendo el mismo y no tiene problemas en incluirte en uno de los planes más altos; y Khan y Aynad se encargarán de la empresa hasta que estés recibido y apto para ella, obviamente consultándote sobre las cosas importantes.

Deseo deseo ©Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum