¿Qué has hecho, Bárbara?

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Bárbara


Sonrío a la cámara cuando Evi nos toma una selfie. Estamos súper felices, pues nos tomaron un examen de repaso y sacamos las notas más altas. La foto se la envía a su mamá, para que se sienta orgullosa de nosotras. En ese momento, Peter sale de su clase enfurruñado y hace bola un papel para tirarlo al primer basurero que encuentra. ¿Qué bicho le picó? En la mañana, por poco viene dando saltitos y tirando flores al aire. ¿Qué cambió?

Evi lo nota y lo intercepta antes de que choque con un compañero.

―¿Se puede saber qué te pasa? ―le pregunta mi amiga. Él niega con la cabeza, sus mejillas encendidas. Le sucede siempre que se enoja o se entristece. Ahora mismo, no sabría determinar cuál de las dos es.

Parece repensarlo antes de contestar.

―El profesor me ha dicho que mi ensayo de inicio de cuatrimestre es una mierda. ―dice y arruga el entrecejo―. Le cambió casi todas las palabras y dijo que lo reescribiera de esa forma. Ni soñando lo haré, para eso que apoye el culo y lo haga como quiera.

Se cruza de brazos y mira al suelo. Le falta patalear y ya es un tierno niño pequeño. Su expresión se suaviza cuando nosotras lo abrazamos, una en cada lado y lo apretamos tan fuerte que tiene que rogarnos espacio para respirar.

―El profesor Higgins puede ser un idiota, pero eres más inteligente y sabes lo mucho que ese trabajo vale. ―Palmeo su espalda. Él me sonríe en agradecimiento y caminamos los tres juntos al comedor. En media hora acaban las clases, pero planeamos no ir a la última, dado que el profesor está enfermo y nos darán la hora libre. Preferimos pasarlo en otro sitio, como en el jardín secreto que hay detrás del gimnasio. No podemos marcharnos hasta que suene la campana de salida, por lo que tenemos que esperar.

Cuando llegamos, el lugar está bastante lleno, algunos alumnos que se saltan las clases para comer o simplemente porque no son de su interés. Me intriga por qué Mittchell no se encuentra en el último grupo. Siempre alardea sobre la gran resaca que le generan las fiestas y lo mucho que se ha divertido.

Las cocineras siempre están a la orden del día, sentadas en las butacas de la cocina o del mostrador. Nos reciben cálidamente y nos entregan una bandeja de galletas de chocolate recién horneadas a cada uno. Tienen una pinta deliciosa.

―¿Iremos al cine a la tarde? ―pregunto. Es lunes y hay descuentos en ciertos géneros, entre ellos, el favorito de los tres: acción. Evi esboza una sonrisa de disculpa y Peter hace una mueca de disgusto―. No, no otra vez.

―¡Perdóoooon! ―dice mi amiga―. Tengo que cuidar a Christopher el resto de la tarde. Mamá otra vez tiene un viaje y ya sabes cómo es papá.

Me cruzo de brazos, intentando sentirme molesta, pero la verdad es que la entiendo. Su mamá es una importante modelo que está cambiando las leyes de la imagen, aún en sus treinta tiene un impacto en el mundo de la moda. Viaja seguido y abandona a sus hijos con su esposo, quien es amante de los casinos y de las apuestas ―gracias a Dios no al alcohol―. Varias veces los vi discutir por el despilfarro de dinero que se gasta en esos lugares y por lo descuidados que deja a los niños. El hombre promete cambiar, aunque siempre que ella se va, regresa a los malos hábitos. A lo largo de los años, he ayudado a Evi con su hermano, a enseñarle las palabras, a mover sus manos para comunicarse con los demás y a dibujar. Me quedaba por las noches y veíamos películas hasta que se dormía.

―¿Pete? ―cuestiono, con un leve destello de esperanza.

―Tengo que reescribir el ensayo. El profesor Higgins no me dejará en paz hasta que quede "perfecto" ―Hace comillas exageradas con los dedos―. El fin de semana quizás. No tendremos el descuento, pero la peli seguro sigue estando.

Deseo deseo ©Where stories live. Discover now