¿Qué demonios está pasando?

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Mittchell


Estoy agitado y asustado. Tengo el calzón sucio de sangre y mi pene duele como si me hubiera pisado un elefante y me lo hubieran inflado a presión.

Me quejo a regañadientes y tomo un puñado de papel para limpiar el enchastre. ¿Cómo rayos llegó eso ahí? Estoy sano, no tengo ninguna enfermedad que pueda afectar de esa manera mi sistema reproductor. ¿O sí? ¡No! Me hice un chequeo hace tres meses, no puede ser...

Tiro los papeles sucios al inodoro y me siento sobre éste. Me quito los pantalones y trato de parar la hemorragia haciendo presión, pero nada. La sangre sigue saliendo a borbotones y yo cada vez me desespero más. ¿Qué mierda ingerí anoche como para que esto me pase? ¿Acaso los malditos dealers traicionaron mi confianza y nuestro trato para finalmente ponerle fin a mi vida? Jamás he oído que sangren las partes por una pastilla. No, esto es algo más, pero no me cabe duda de que es grave.

Lavo mis manos y envuelvo a mi amigo en una toalla. El dolor no ha disminuido, al contrario, parece que ha aumentado y eso solo empeora mi humor. ¿Qué voy a hacer? No puedo quedarme encerrado en casa de Devan para siempre, soy humano y tengo necesidades. Tal vez la bañera sería una cómoda cama. ¿En qué estoy pensando? ¡Eso es imposible!

Intento tranquilizarme, inspiro y espiro varias veces hasta que estoy seguro de que no me cortaré las venas. O el pene, dado el caso.

Un nuevo pinchazo me deja estático en mi lugar. ¡Demonios!

En mi tormento, no escuché que alguien se aproximaba a la puerta hasta que la golpearon. Me sobresalto y escondo mi paquete entre mis manos ante la posibilidad de que irrumpan sin permiso.

―Hermano, ¿estás bien? ―Es Devan. Miro al techo blanco impoluto y pienso lo que voy a decirle. Entonces habla otra vez―. Hace media hora estás encerrado.

¿Media hora? Guau, qué rápido que pasó el tiempo. Me coloco de nuevo la ropa y limpio una vez más el desastre que he ocasionado. Fingiendo tranquilidad, abro la puerta y veo a mi amigo, arrugando la nariz. Se nota a leguas lo preocupado que está. Como hace un segundo, es como mi hermano. Hemos estado juntos desde que somos niñas, hasta cuando mi padre... Aparto esos pensamientos. No quiero pensar en ese desgraciado, mucho menos en esta situación.

―Perdón, me dolía el estómago. ―me toco la zona. No es del todo mentira, de hecho, estoy tratando de mantenerme derecho y no doblarme en dos. ¡Me cago en todo, esta cosa es fuerte!

Devan asiente, no tan convencido, pero luego me regala su clásica sonrisa pícara.

―Caleb ha despertado. Está igual de confundido que Tyler, esto es la bomba. ―dice. Río un poco, pero la tensión en mi estómago me hace fruncir el ceño―. Oye, ¿de verdad te encuentras bien?

Sopeso las posibilidades. Si le cuento exactamente lo que me pasa, probablemente se burlará o dirá algo sarcástico. Lo conozco demasiado bien, y no estoy de humor para aguantar algo así. De modo que, siguiendo con la mentira, asiento y digo:

―Sí, creo que debo regresar a casa, Arae se preocupa demasiado cuando estoy fuera toda la noche.

Él entiende y nos dirigimos a la cocina. La escena es muy cómica: Caleb y Tyler discutiendo sobre quién besó primero a quién y la confusión de cómo terminaron en distintas partes de la casa. Cada mañana, luego de una fiesta, solemos contarnos las aventuras que tuvimos, sean buenas o malas. Es algo así como una tradición que tenemos desde los quince, solo que esta vez, no puedo sumarme. Al menos, no hasta que descubra qué está pasándome.

Deseo deseo ©Where stories live. Discover now