Estúpida fiesta, estúpido Mittchell, estúpidos todos

514 87 74
                                    


Bárbara

Esto no me puede estar pasando. La Tierra, los astros y todos los putos dioses se pusieron de acuerdo para joderme la vida hoy. ¡Por la madre de lo maldito!

Me he levantado con un dolor insoportable en mi vientre bajo, señal de que mi querida amiga, la regla, ha tocado a mi puerta. Mi humor está sensible, tengo una cara de culo pintada en el rostro y no quiero ni pienso levantarme de la cama.

Si le cuento a mi madre, seguramente me dejará faltar. Sabe mejor que nadie que el primer día de su llegada es un martirio y apenas puedo caminar, pero mi mejor amiga no lo permitirá. Oh, claro que no. Apenas le he dicho que me quedaré, saltó a su auto y condujo hasta mi casa. Ahora está aporreando la puerta de mi cuarto gritando como poseída. ¿Amigos normales no podía pedir?

―¡Arriba, caramelito! ―exclama. El picaporte se gira y aparece, vestida pulcramente con el uniforme del colegio y su cabello recogido en una alta coleta, nada nuevo―. Pareces una muerta.

―Gracias. ―refunfuño. Me tapo la cabeza con las mantas y me doy la vuelta, decidida a quedarme retozando de dolor.

―Ni hablar. Levántate ―Casi puedo imaginarla con los brazos en jarras y zapateando la punta del pie contra el suelo. Me niego―. Bien, lo haremos a mi manera.

De pronto, siento que las cálidas frazadas me abandonan y van a caer destartaladas al suelo. Me hago bolita, sintiendo las contracciones de mis pobres ovarios, y me aferro a los bordes del colchón. Ella rápidamente me toma de los tobillos y me jala hacia atrás.

―¡Maldita! ¡Déjame morir aquí!

―¡No seas melodramática, Bárbara! ―Mi calcetín morado desaparece y va a parar a mi cabeza―. ¡No te vas a morir! Levanta tu respingón trasero y vamos a clase.

―¿Por qué detallas mi culo en esta situación?

―No lo sé, pero ¡levántate ya!

Bufando, salto al suelo. Mala idea. Mi adormecido cuerpo aún no se entera que hay que despabilarse. Me enredo con mis propios pies y termino cayendo destartalada al piso. Mi amiga, quien se supone que debería estar ayudándome, se queda parada riéndose como estúpida. Nuevamente, vuelvo a maldecir. Mi mandíbula duele, por lo menos no me volé ningún diente. Eso sí habría sido vergonzoso.

―Vístete, te veré abajo. Y recuerda...

―Las putas toallitas. Sí, lo sé, me ha venido antes, ¿sabes? ―respondo, mordaz. Ella suelta una carcajada y cierra la puerta tras su espalda gritando que me espera abajo en diez minutos.

Rezongo mientras me pongo boca arriba. Mi barriga punza y hago una mueca. Genial, ahora es doble.

Me apresura para ir al baño y asearme. Evi tenía razón: parezco uno de esos zombis extras en The Walking Dead. Tengo los ojos caídos, cara de "me molestas y te mato", y ojeras violáceas. Y, para rematar, un hilillo de baba cae por mi barbilla. El lugar donde me golpeé está rojizo, seguramente se forme un moretón. Suelto una retahíla de insultos mientras prosigo a lavarme el rostro y cambiarme el apósito que por precaución coloqué la noche anterior para evitar manchar las sábanas, en caso de que sucediera lo inevitable.

Una vez lista, guardo un paquete en la mochila junto con unas pastillas y bajo.

Evi está sentada a la mesa comiendo medialunas. Mis padres se encuentran allí también, compartiendo las charlas usuales. Papá le platica acerca de su trabajo en la concesionaria y ella lo escucha con atención. Le encantan los autos, siempre quiso ser corredora de Fórmula 1 profesional. Yo, por el contrario, no tengo idea de lo que quiero hacer con mi vida, y solo tengo este año para decidirlo.

Deseo deseo ©Where stories live. Discover now