Capítulo 34: Palacio mental

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Narrador omnisciente

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Narrador omnisciente

—Entra.

Las bruscas manos de los dos hombres que la escoltaban quitaron con rapidez las esposas para luego empujar su cuerpo al interior de una oscura celda en el calabozo del Tribunal Militar, a donde la habían trasladado luego de apresarla. Su rostro aún herido golpeó el suelo con fuerza al no tener tiempo para protegerse del impacto, consiguiendo que quedara tendida allí varios segundos mientras cerraban la reja. Sus negros cabellos ahora estaban sueltos y cubriendo sus ojos, mezclandose con la suciedad de ese asqueroso piso. Oyó los pasos de ambos alejarse, sin embargo sabía que aún había alguien allí. Ni siquiera debía levantarse para encontrarse con la mirada de Erwin Smith, su comandante.

Intentó hacer caso omiso al dolor en su espalda que se había intensificado otra vez, ayudándose con las manos a sentarse y recostar todo su peso en una de las paredes. La quemadura de su brazo aún seguía ahí, por lo que con cualquier roce tenía una sensación molesta. Soltó un resoplo para alejar rebeldes mechones de su rostro y aguardó allí en completo silencio a que el rubio dijera algo que le hiciese comprender la situación en la que estaba, porque nadie le había dado explicaciones de tan repentina situación.

—Por lo visto Allastor Vein mencionó que posees información importante para la humanidad y hay pruebas de ello. Se te oirá en la corte y compararán ambas versiones para obtener un veredicto. La orden vino directamente desde el generalísimo, por lo que simplemente podremos ser testigos y no interferir en la decisión. También han dado orden de registrar tus pertenencias en el cuartel de la Legión y el hogar que poseían en Stohess. Tu hermano Zalas permanece bajo vigilancia, pero no se le ha detenido.

Entre tantos datos que el rubio hombre le brindó, su mente solo se detuvo en uno: dijo que registrarían sus pertenencias. De inmediato se volvió consciente de los papeles que tenía ocultos dentro de su ropa desde que revisó su hogar días atrás. Se habían mantenido intactos y seguían con ella, pero aún no había podido revisarlos a fondo y si caían en manos de sus superiores de seguro sería el fin. Había tenido mucha suerte de ir a su hogar antes de esto. Ni siquiera sabía que acabaría en prisión, solo tuvo la casualidad a su favor. De seguro estos mismos papeles eran los que su padre, Allastor, envió a buscar como evidencia de sus afirmaciones.

¿Qué otro dato podía pasar como prueba verídica sobre su pasado? Su mente comenzó a trabajar a velocidades inhumanas, buscando todo clavo suelto en su historia remachada y repleta de huecos. Nadedja siempre fue alguien astuta, demasiado inteligente para su propio gusto. Era consciente de su propia maldad, de sus rasgos negativos más característicos. Tenía una facilidad excelente para mentir y crear coartadas, además de manejar bien su lenguaje corporal. Deseaba postergar la libertad de su demonio interior, pero estaba entre la espada y la pared con esta situación.

Si no mentía, estaría perdida.

—La Legión no puede involucrarse directamente, como ya dije —continuó el comandante ante su silencio, observándola tras las rejas—, sin embargo podemos apelar la sentencia. Ten por seguro que no serás enviada a la horca. Levi y yo estaremos allí, será dentro de cinco días. Hasta entonces permanecerás aquí. Eso es todo lo que se me ha sido informado sobre tu detención.

𝑻𝑯𝑬 𝑷𝑹𝑶𝑻𝑬𝑪𝑻𝑶𝑹 | Levi AckermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora