Capítulo 5: Reconquista del muro Maria

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Narrador omnisciente

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Narrador omnisciente

Ya era el día, luego de tantas horas de pesada noche en donde nadie pudo cerrar los ojos ahora estaban por fin frente a esa enorme puerta de piedra rezando que no sea abierta. El ser humano es así, pero no se lo puede culpar.

Había algo de niebla y probabilidades de lluvia aunque eso no afectaba para nada la misión. La cantidad de personas en Trost era abrumadora, apenas y había orden entre tantas cabezas pero a gritos los soldados de las Tropas Estacionarias intentaban ayudar. Se oían llantos y mucho caos, tanto que los oídos dolían, pero había algo que también estaba presente: el silencio. Ojos muertos, expresiones severas y que provocaban un profundo dolor a quien las mirara estaban por todo el lugar generando un mar de desgracias y lamentos.

Muchos aquí temían por sus vidas, por sus familias y amigos. Muchos aquí iban a morir.

Con el corazón latiéndole de manera desenfrenada Nadedja se aseguró que su escuadrón asignado estuviera completo y en calma o al menos a la vista. Tenían las tres carreras listas con sus respectivos caballos y protegerlas era lo más importante. Perderlas allí afuera significaría el fin de toda la tropa sobreviviente y eso generaba rechazo en la pelinegra. Era todo menos incompetente, no se perdonaría fallar su misión.

Vio a lo lejos la figura del señor Arlert y cómo éste se despedía de un niño rubio de ojos hermosamente azules que por desgracia lucían abrumados. El anciano le entregó el sombrero que siempre cargaba consigo y se marchó sin mirar atrás llegando hasta su encuentro. Para su mala fortuna aquel niño unió miradas con la suya antes de irse. Determinación. Teodoro besaba con insistencia a su desconsolada esposa la cual fue asignada a reparar los caminos y Hassan hablaba con un hombre de su misma edad. Los restantes permanecían a su lado en silencio, montando ya en sus caballos y cargando consigo las armas que momentos antes ella les había dado.

El día anterior se habían molestado en estudiar por completo la información y conocerse en horario extra al otorgado. La cantidad de historias que cada uno de ellos tenía para contar era desbordante e interesante, algunas trágicas y otras felices pero merecían la pena ser escuchadas. Con seguridad se podía afirmar que ahora se conocían al menos un poco el uno al otro, lo suficiente como para estimarse entre si. La pobre Nade, cansada de considerar esta misión como una carga, se prometió que intentaría traerlos de vuelta aunque eso fuese una mentira para si misma. Seguramente hoy era el día de su muerte junto a la de todas estas personas y nadie iba a evitarlo porque así es como los altos mandos lo pactaron.

Se sentía patética.

Entre tantas voces una llamó su atención momentos antes de partir. Su mirada viajó hacia el lugar del que provenía y se sorprendió al encontrar la figura de su hermano sobre uno de los tantos techos rojizos de las altas casas vistiendo el uniforme de su división. Zalas Vein era un joven en sus veinte con una bella cabellera rubia rizada y ojos del color de un profundo bosque. Sus rasgos eran muy diferentes a los de su hermana dejando en claro que no tenían relación genética. Los Vein siempre han resaltado por su belleza desbordante y fina apariencia. Cuando la familia se mudó a Stohess gracias al ascenso de su padre estos fueron adaptándose con una velocidad increíble a la alta sociedad tras las murallas de Sina. Eran parte de ellos, como si hubiesen olvidado su pasado de campesinos cazadores en Rose.

𝑻𝑯𝑬 𝑷𝑹𝑶𝑻𝑬𝑪𝑻𝑶𝑹 | Levi AckermanWhere stories live. Discover now