Capítulo 39: Desconfianza

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Narrador omnisciente

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Narrador omnisciente

Había una lista de cosas que Nadedja debía realizar en el poco tiempo que le quedaba dentro de los muros antes de la expedición.

Primero: Encontrar un nuevo caballo.
Segundo: Visitar las sepulturas de sus antiguos compañeros.
Tercero: Hablar con Eren.
Cuarto: Hablar con Zalas y de seguro viajar a la capital para ver a su padre.
Y por último: Reunirse con Erwin.

Repetía aquella lista y su orden dentro de su cabeza una y otra vez mientras bajaba las escaleras junto a los dos adolescentes en completo silencio. No era necesario hacerlas en un orden específico, pero no podía olvidarse de ninguna. Su estómago pedía comida a gritos pero su cerebro no generaba ninguna señal que le indicara hambre. Los nervios que tanto había interiorizado estaban haciendo destrozos con su persona y no había nada que pudiese hacer para evitarlo.

Los establos de la base de la Legión siempre estaban bien ordenados dentro del caos, pero hoy parecía que había más revuelo del usual. Nade comprendía por qué la habían llamado. Varios soldados iban de un lado a otro con riendas, monturas y distintos materiales para el cuidado de los caballos, sobretodo para sus cascos. La mujer incluso podía apreciar potros nuevos bastante jóvenes. Se notaba que esta era de seguro la expedición más importante que la Legión realizaría en toda su existencia.

Habían muchos caballos, todos de diferente apariencia. Por lo visto esta vez Erwin había hecho una excepción y mandó a traer a los animales dando igual su aspecto. Desde hace mucho tiempo el pelaje de los caballos era el mismo solo con algunos de leves variaciones. La excusa que se daba era no solo por estética, por lo visto los pelajes de colores opacos y uniformes ayudaban a camuflarse de los titanes. Ahora Nade podía apreciar pardos, negros, tordillos, rubios y manchados. Mientras estos fuesen buenos animales que cumpliesen su objetivo, nada les iba a impedir tener un soldado como jinete.

Mientras estaban allí, ni Armin ni Eren volvieron a emitir palabra, quizás por culpa, quizás por miedo o ningún motivo en especial, pero ambos jóvenes se marcharon con la mirada en el suelo hacia otra parte de los establos luego de darse cuenta que Nade en realidad no los quería allí. No los miraba, no hacía el intento de hablarles y la simple expresión de su rostro era suficiente para entenderlo. El más afectado era el de ojos verdes, que se mostró preocupado frunciendo el ceño. ¿Se esperaba más cercanía de su parte luego de todo este tiempo? Eren no tenía la culpa de lo que le ocurrió con su familia, ¿entonces por qué se comportaba así con él? No podía evitar tener esos pensamientos egoístas, eran parte de él.

—Debes entenderla, Eren —le dijo Armin buscando reconfortarlo—. Luego de que todos dudaran de ella no creo que tenga la misma confianza. Incluso yo no he sido justo con Nadedja... A-Aunque me cueste admitirlo.

El muchacho no emitió palabra, simplemente continuó su camino con expresión molesta seguido de su amigo.

Así el día en los establos fue pasando rápidamente hasta la tarde, donde Nadedja terminaba su turno. En todas las horas de trabajo la mujer limpió monturas, lavó pelajes, arregló cascos e intentó educar parte de los caballos más jóvenes para que comiesen de forma moderada. Nade había olvidado lo bien que se sentía estar entre estas bellas criaturas, de hecho se había adentrado tanto en su trabajo que no comió absolutamente nada en todo el día, algo que le estaba comenzando a pesar pues se sentía un tanto débil.

𝑻𝑯𝑬 𝑷𝑹𝑶𝑻𝑬𝑪𝑻𝑶𝑹 | Levi AckermanWhere stories live. Discover now