EPÍLOGO

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Scarlett

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Scarlett

Todo volvía a ser lo que era antes, un frío y solitario invierno. O al menos, eso parecía, pues nada era igual.

Al igual que el día en el que llegó, la nieve comenzaba a acumularse emblanqueciendo las ramas de ese enorme roble a la orilla del lago en el bosque. Ese lugar en el que Areus solía pasar horas. Se sentía nostálgico, vacío y triste con su ausencia.

El viento helado mecía las ramas sobre mi cabeza provocando que un poco de nieve cayera sobre mí. Estaba sentada con mi espalda descansando contra el tronco y la vista puesta sobre el lago frente a mí.

Él encontraba consuelo en ese lugar, y esperaba que funcionara también para mí, pero solo me estaba haciendo sentir peor pues estar de regreso en Daxenfild me recordó todo lo que habíamos vivido juntos. Sin embargo, a pesar de la nostalgia, ya no podía llorar más, mis ojos hinchados y adoloridos ya no podían resistirlo. Ya había gritado demasiado, tanto que mi garganta seguía ardiendo. Apenas podía moverme, me sentía muy débil y un punzante dolor taladraba en mi cabeza y en mi pecho.

Pero las heridas que más me dolían, eran las de mi alma, heridas que no sanarían jamás.

A pesar de que todos nuestros "pecados" habían sido olvidados, las personas en la dimensión celestial se habían estado comportando de una forma extraña con nosotros. La noticia de la muerte de Areus no tardó mucho en llegar a cada rincón de nuestro mundo consternando a todos, menos a las personas en la cúspide de la jerarquía pues ni siquiera se veían sorprendidos, era como si ya se lo hubieran esperado.

Encogí mis piernas llevándolas a mi pecho, crucé mis brazos por encima de mis rodillas y hundí mi rostro en ellos. 

La culpa me estaba matando, no dejaba de repetirme que esos cinco minutos que dejé pasar por culpa de mi miedo e indecisión, pudieron haber hecho la diferencia. No podía parar de pensar en que si no nos hubiéramos cruzado un año atrás en Lumbel, quizá él seguiría vivo.

Debí saber lo que estaba planeando. Él ya sabía lo que iba a pasar y se estuvo despidiendo por días, pero no me había dado cuenta.  Recordé el "Estoy cansado" que me dijo antes de irse, no hablaba solo de su estado físico. 

Me dio muchas pistas, las soltaba de forma sutil quizá con la esperanza de que alguien las notara y lo salvara. Esas pequeñas y casi imperceptibles señales eran en realidad gritos de auxilio, pero no las noté hasta que fue demasiado tarde. 

Alcé la mirada de golpe al escuchar el sonido de una rama crujiendo cerca de la entrada.

−¡Areus!

La esperanza de que la persona que había cruzado esa entrada fuera él, desapareció.

−No, sólo... soy yo −Scott contestó bajando la mirada al suelo.

Yo también miré hacia abajo de nuevo. Hundida en mis pensamientos, no me di cuenta del momento en el que se sentó junto a mí hasta que volvió a hablar.

Trino De Cuervos [Parte 1 Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora