Capítulo 24.

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Personajes utilizados en esta historia no me pertenecen, créditos a sus respectivos creadores.

—¿Este es mi destino? —susurró con una voz desgastada, su mirada no encontraba nada que no fuese oscuridad, no había luz alguna que le trajese calidez, ni tampoco amigos que le ofreciesen una mano, Solo sentía el frío camino que sus heladas lágrimas dejaban a lo largo de su rostro que amargaban su existencia con sus ahogados sollozos. Frente a él, no había más que muerte, sangre que se esparcía por cada espacio, manchando su ropa, goteando de sus dedos y del báculo que empuñaba, ahí en ese repetitivo instante era cuando la misma pregunta nacía. —¿Vivo solo para esto? —a su corta edad, nadie pensaría que pensaría de esa forma, aún cuando le habrían metido esa idea en su cabeza no había posibilidad alguna de que concordase con eso.

¿Por qué no podría sonreír? ¿por qué no era como el resto de personas? ¿por qué se sentía de esta manera? ¿en realidad había alguien debajo de la máscara que utilizaba?, la realidad es que no podría encontrar respuesta a todas esas preguntas porque el dinero y el sufrimiento que era el gozo de algunos; no eran más que un peso más que alimentaba su miseria ¿entonces qué clase de vida era esa? ¿por qué no pudo tener una familia y ser como el resto de niños que se divierten en los parques, ríen por algo insignificante y lloran por la más pequeña herida? ¿por qué él y no alguien más? ¿por qué solo era era una herramienta? la realidad es que no podría saberlo, en su mente no hay más que imágenes nubladas, distorsionadas que estremecen su cabeza cuando intenta ver más allá, no tenía nada, no era una persona, solo era un monstruo, un animal que cualquiera temería.

—No lo acepto... —desgarradamente trató de hablar, sus manos sangrientas sujetaron aún más fuerte su báculo y los dientes se apretaron unos contra otros, sus brazos rodearon su torso y ahí apretaron con fuerza manteniendo tal ira que dentro de él se había estado albergando desde quien sabe cuando. —No lo acepto... —su voz continuó emergiendo, más rencorosa, más ahogada y sus piernas cedieron al dejarle caer de rodillas sobre el charco de sangre que se esparcía bajo sus pies, pronto las lágrimas dejaron de desbordarse y los sollozos se apagaron. Y a pesar de que cualquiera pensaría dejaría escapar todas esas emociones en un incontrolable llanto, no lo hizo, simplemente lo mantuvo dentro de sí porque no había razón alguna para hacerlo, no ahora ni nunca. Sin embargo utilizaría ese odio para cambiar su destino a cómo diese lugar y el color esmeralda de sus ojos y su cabello rubio eran una clara prueba de ello, pues desde ese día no desaparecieron nunca más.

—Yo... ¡Yo los mataré! —


Melancolía - Capítulo 24.


En tanto recordó esa frase se despertó inmediatamente, levantando su torso como si huyese de aquel mal sueño, una pesadilla con la que cualquiera no se sentiría a gusto. Pero él lo sabe, no es una pesadilla si no un claro recordatorio de un pasado lejano y toda señal de su cuerpo se lo aclaraba, su respiración agitada, el sudor que bañaba todo su cuerpo y el constante temblor de sus manos no se lo harían olvidar nunca.

—Mi-mierda! —masculló el joven, cerrando sus ojos y apretó con fuerza su tráquea, podía verse el sufrimiento que parecía traer consigo y cuando el dolor se tornó insoportable salió de la habitación.

A pasos precipitados caminó hacía el baño y sin tan siquiera encender la luz se dirigió hacía el lavado y ahí tosió más de una vez a causa del malestar que estremecía su cuerpo, apenas teniendo fuerzas para mantenerse en pie y con dificultad para aclarar la mirada, era algo grave claro estaba y la sangre que se escurría de su boca era una señal.

—Cada vez duele más... —masculló cuando tuvo oportunidad de respirar, tal parecía que esta solo era una de tantas veces en que miraba el fin en el oscuro reflejo del espejo, la muerte parecía acecharle y cada vez más cerca.

Mal de Amores.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora