Capítulo 105

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Personajes utilizados en esta historia no me pertenecen, los créditos son para sus respectivos creadores.

Los ojos esmeralda destellaban de la cólera y enojo, sus brazos continuaron temblando así como el resto de su cuerpo, pero ignoró ese dolor que hace ya bastante atrofiaba sus músculos, solo buscaba más de esas expresiones en el arcángel.

Michael intentó la forma de reincorporarse, pero en este punto se le fue imposible, su cuerpo no le respondía, y la luz de su aura comenzaba a opacarse, aquí concluía la batalla, una que el más grande de los arcángeles no pudo ganar, y aún cuando en sus adentro admitía su derrota, todo estaba lejos de terminar.

—Miren, aquel que gobierna el reino de los cielos al fin está aquí 10, años después. —resaltó con ironía en sus frías declaraciones. —que tu sangre se derrame en este sitio es un insulto, ¡me enferma! —clamó tomando el largo cabello del ángel y le separó del suelo arrojándolo lejos como un costal inerte que rodó sin fuerza alguna para oponerse. —¡Anda dilo! ¡di que tu estúpida fe no es más que una farsa! —vociferó con todo su aliento y caminó lentamente hacia su enemigo que apenas si podía toser por la falta de aliento.

—No es culpa mía.—respondió jadeante. —Desde que Dios murió el sistema del cielo no fue el mejor, muchos de los nuestros murieron y nuestra capacidad para vigilar a las personas se redujo.—Finalmente confesó y escupió sangre junto a sus palabras, admitía el error que siempre ha ocultado de los creyentes, más para Gokú solo fue la confirmación de lo que durante años supuso. —Esto nadie lo desea, nadie desea las desgracias que ocurren.—él musitó antes de que su cuello fuese apresado y presionado con fuerza.

—¡¿Y aún así te atreves a despreciarme de esa forma?! — interrogó y le lanzó contra una de las paredes cercanas, con el impacto la voluntad de Michael para continuar finalmente desapareció, pero la ira de quien desde arriba le miraba no se desvanecería. —¡¿Qué sabes tú de mi?! ¡¿Qué sabes de la vida a la que me condenaste?! —le reclamó y postrándose en el pecho del ángel le tomó del cuello una segunda vez, tan fuerte que el arcángel solo pudo pronunciar sonidos de ahogo.—¡Responde! —clamó tal desgarradora declaración demandando una reacción que no parecía llegaría y eso solo le provocó aún más.

Levantó su brazo hasta lo más alto, mirando a quien bajo él yacía casi moribundo, pero no le importó el ya deplorable estado del arcángel, solo pensó en calmar el deseo de ver sufrir a esa persona, entonces, dejó caer sus nudillos con toda la fuerza que aún prevalecía en sus brazos, sin piedad, ni remordimiento.

—¡Confié mucho tiempo en ti, confié en que algún día vendrías! —bramó siendo salpicado del néctar rojizo que se liberó del rostro del ángel tras ser impactado por ese golpe que acertó en su cara. —¡¿Crees que tienes idea de lo que pasé en este sitio?! —interrogó y levantó su puño una segunda vez y el acto se repitió. —¡tuve que matar para poder comer! ¡tuve que hacer cosas horribles porque tus siervos me vendieron como un animal! —Rugió de rabia y continuó desahogándose. —¡tuve que convertirme en esto aún cuando yo no quería! ¡Perdí a mi familia, perdí a mis amigos! ¡Si tan solo hubieses venido! ¡ella! ¡ella! —clamó con enojo transmitiendo su desgarrada voz a los cuatro vientos, precipitando sus golpes una y otra y otra vez cegado por ese odio que por años reprimió y que finalmente hoy podría dejar atrás y lanzó su último golpe deseando desde lo más profundo de su corazón aliviar el dolor, pero sabía mejor que nadie que eso no pasaría nunca, la muerte que antes provocó nunca le liberó y hoy no sería distinto.

Un fuerte crujido profanó sus oídos. La lluvia continuó cerniéndose, y fuera de su sonido estridente solo hubo silencio, la sangre se mezclaba con los charcos que se formaban bajo el inmóvil cuerpo de Michael y Gokú le observaba, desconcertado, incrédulo y petrificado. —Si tan solo... —Gokú volvió a repetir, con voz temblorosa y apagada, tan distinta a la de antes que ya no se sintió el odio en sus palabras, inesperadamente solo transmitió decepción y miedo porque en este punto se cuestionó una vez más sus actos, en este instante procesaba lo que hizo y lo que terminó de hacer, lo que alguna vez fue y lo quien ahora era, mirando el rojo brillante que bañaba sus manos y manchaba su cuerpo, la destrucción de lo que alguna vez fue su hogar.

Mal de Amores.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora