Capítulo 55

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—Su hijo tiene TDHA: trastorno por déficit de atención e hiperactividad —leyó el médico los resultados médicos del pequeño, luego miró a los padres sentados frente a él y se acomodo los lentes—. Es una enfermedad crónica del cerebro, que hará que le cueste mucho controlar su comportamiento y poner atención. Yo les aconsejaría mantenerlo ocupado en algunas tareas o deportes, ya que siempre estará muy activo o ansioso. También deberán ser muy pacientes con él.

La pareja de casados se veían ligeramente sorprendidos por la noticia y asentian a cada cosa que el médico les decía. En medio de estos estaba sentado su pequeño hijo, quien mantenía la mirada gacha y no entendía nada de lo que hablaban. Odiaba las clínicas, el olor extraño a menta, las inyecciones, etc. Lo único que quería era irse a casa y poder jugar tranquilamente con sus coloridos legos.

—Ngh, ¿ya podemos irnos? —le preguntó a sus padres impaciente y removiendo en su asiento.

—Aún no, cariño. Quedate ahí y espera un poco más —le respondió la madre en tono estricto.

—Pero...

—¡Sólo obedece, tweek! —ordenó está.

El niño se quedó callado y no dijo más. Sólo permaneció ahí sentado, escuchando a los adultos hablar y jugando con sus manitas. Cuándo la consulta finalmente terminó, estos salieron de la clínica y se subieron al auto para regresar a casa. Tweek iba en el asiento trasero y está vez oía a sus padres hablar sobre él. Decían que ya sospechaban que su único hijo tenía algo extraño desde hace tiempo, porque siempre les había parecido un niño demasiado raro y a veces algo tonto e hiperactivo.

Algo no andaba bien en él, y ahí estaban sus padres, recordandoselo cada día de su vida...

Aunque no eran tantos los recuerdos que conservaba de su niñez, el rubio siempre supo que sus propios padres lo consideraban un bicho raro. Y cómo si ya no era suficiente sufrir de tdha, sus padres tenían un modo de crianza bastante extraño. Solían inventar historias que lo asustaban fácilmente para así obedecerlos mejor. Tenían métodos jodidamente únicos para crearle miedos y ponerlo más "alerta" de los peligros que lo rodeaban, y le permitían beber todo el café que quisiera desde una edad muy temprana. Volviéndolo así un adicto a dicha sustancia, y llegando a empeorar su nivel de ansiedad y estrés.

En fin, sus padres eran horribles, y hasta el día de hoy no le apetecía ir a visitarlos ni una sola vez. Ni siquiera sabían en donde vivía su hijo y nieto, ya que desde que el rubio dejó su casa para independizarse, estudiar, y participar en todo ese loco rollo del matrimonio arreglado, no quiso saber nunca de ellos. Especialmente de Richard, quién se expresó terriblemente de su nieto cuándo tweek decidió hacerse cargo de él.

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Los recuerdos se esfumaron de repente de su cabeza para regresar al presente. Tweek esperaba impaciente a que su jefe y el otro gerente salieran de la oficina para saber que decisión habían tomado. Y en su expresión podía notarse algo de desesperación.

Francis veía a su compañero y sabía que no se encontraba del todo bien. Así que se acercó a éste y le sujeto el hombro.

—Estás muy ansioso, tweek. Calmate, todo saldrá bien.

—Ngh, no es tan sencillo cómo crees —respondió con dificultad—. Además, estoy más preocupado por otra cosa.

—Era el veterinario ¿no? —pregunto el castaño refiriéndose a la llamada de minutos antes. Al parecer algo que le dijo lo dejó así de alterado.

—Si, era craig.

—Y... ¿Te dio malas noticias y por eso estás así? —supuso alejando su mano de esté y viendo su cara.

Un novio para papá Where stories live. Discover now