Confusión

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No podía evitar tener la sensación de estar fuera de lugar en algunas ocasiones. Llegó a sentirse perdido con respecto a su origen, pero lo de ahora parecía que no tenía cuerpo, ni punto de partida. Sabía que pertenecía a Port Mafia, que era candidato a ser ejecutivo a tan corta edad, y que tenía de compañero a la persona más escalofriante de la organización, a pesar de no demostrarlo a simple vista. Nakahara Chuuya necesitaba encontrar su lugar, y tenía la esperanza de que ese fuera la Mafia.

Habían llegado a su destino al fin después de lo que, para Chuuya, fueron horas eternas. A su parecer, el viaje había sido de los más nefastos en lo que llevaba de vida, y es que Dazai habló y lo humilló frente a los escoltas hasta que se aburrió por la falta de respuesta del pelirrojo.

El lugar en el que se hospedarían era una casa cualquiera, a vista de terceros. Esta era una de las tantas bases que ocultaba Mori, adecuada para vivir unos días en el anonimato, pero a final de cuentas parte de la sede. Estaba amueblada con un buen gusto, como el que solo Kouyou tendría, los muebles eran cómodos, contrastaba perfectamente con el interior decorado en colores fríos, y los costados eran ocupados por libreros que contenían una amplia colección de libros diversos. Al centro de la sala había una mesita, en la que se encontraban apiladas carpetas negras, con seguridad era la información de la encomienda. Las paredes mostraban cuadros con fotografías a blanco y negro que mostraban escenarios sobre la guerra: gente cargando armas mientras intentaban esconderse del enemigo, cuerpos tirados en el suelo con alguna herida a la vista, banderas siendo ondeadas por el viento después de la victoria.

—Grotesco —dijo Chuuya, observando uno en especial: un hombre herido, medio recostado contra un muro, era atendido por otro que intentaba ponerle un vendaje en el brazo amputado, mientras otros más estaban contra el muro, disparando al frente, atacando a un enemigo que él no podía ver.

—Solo Mori-san pondría esto frente al sofá principal —respondió Dazai, sonriendo levemente—. Da la sensación de recibir un "Bienvenido a casa". ¿No lo sientes así, Chuuya?

—Para nada —respondió cerrando los ojos y caminando a otra dirección, quería estar lo más lejos posible del castaño.

Dazai le observó cruzar la sala para después salir de la habitación, supuso que iría a recorrer el resto de la casa.

—Demasiado agrio —se dijo a sí mismo, para después suspirar.

Siguió el mismo camino por el que iba el pelirrojo, le observó a distancia prudente. Sabía que un mes era más que suficiente para que ambos terminaran matándose, antes de siquiera llegar al enemigo real. Ellos dos eran buenos durante la batalla, no en el preámbulo de ella. No se llevaban nada bien, mucho menos podrían convivir día y noche sin salir ilesos de la misión. La pregunta de Osamu estaba formulada en su cabeza desde que ambos subieron al auto que los trasladaría.

"¿Qué tanto vas a soportar sin ser descubierto?".

—Oh... —la débil exclamación de sorpresa de su compañero le hizo apretar el paso y llegar frente a la habitación en la cual el otro había entrado.

—Pero qué demonios...

No pudo terminar la frase, su vista se encontraba perdida en lo que había dentro. Chuuya tocaba sutilmente un kimono que estaba puesto en un maniquí, al centro de la habitación.

Tenía una combinación de rojo con negro y dorado. El rojo se extendía por todo el fondo de la tela, dándole vida a simple vista. Al menos había cuatro secciones en negro, dispersas por toda la prenda, en distintos lugares; ayudaba a distinguir encima el dibujo de grullas blancas con alas extendidas. Tenía decoración floral en dorado, expresando la imagen perfecta entre pasión y elegancia. Finalmente, un obi negro con toques dorados estilizaba la figura del maniquí, envolviendo la cintura de este.

DARKNESS MY SORROW |SOUKOKUWhere stories live. Discover now