A Voluntad

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Jamás imaginó que el sabor de la traición fuera tan amargo. Conocía a Sakaguchi Ango por algún tiempo, tal vez no eran los mejores amigos, pero si sabía lo suficiente de él como para darse cuenta de que no era cualquier persona; incluso se había acostumbrado a su presencia. Le consideraba como alguien centrado y objetivo, siempre mantenía la calma y tenía una respuesta para todo. No era fácil de influenciar, pues su mente trabajaba a una velocidad aterradora. Por lo que saber, del propio Chuuya, que había revelado información comprometedora, le causaba cierta inquietud.

¿Qué tan mal debía estar el mayor en aquel momento, que lo llevó a ser tan descuidado?

Le mostró debilidad a su compañero y este fue ventajoso a su conveniencia, a costa de Odasaku. Aquello le dolía más.

—Maldición —el coraje que traía dentro era tal, que sus manos temblaban.

Después de pasearse minutos enteros por la habitación, debatiendo si debía llamar o no al de lentes, había llegado a la conclusión de aclarar las cosas. De lo contrario, Odasaku tendría que pagar por algo que estaba fuera de lo justo, él era consciente de lo que podía ocurrir, y no estaba dispuesto a ello.

—Contesta —pidió, con el celular pegado al oído y los nervios a flor de piel—. Lo menos que puedes hacer es contestar, estúpido Ango.

—Hola, habla Sakaguchi Ango

—Ango, necesito-

—... en este momento no puedo responder, pero te llamaré si lo considero necesario.

Y el molesto sonido de la llamada cortándose le llenó de impotencia. Miró el aparato en su mano, como si aquello fuera algo de otro mundo y le gritó furioso para después estrellarlo contra la pared.

—¡Eres un hijo de puta, Ango!

Se dejó caer en la silla frente al escritorio, el vacío en el estómago empezaba a ser demasiado doloroso. Angustia, genuina angustia. Sentía que podría volverse loco. Observó el celular antes de levantarse y agacharse por él, le dio la vuelta y notó que aún estaba encendido, la pantalla estaba completamente estrellada. Intentó entrar al directorio de contactos para marcar de nuevo a su "amigo", pero fue en vano.

—Y encima me debes un teléfono nuevo —dijo a la nada a modo de reproche.

Se planteó seriamente ir hasta el departamento del azabache, pero tampoco podía hacer eso. De hecho, ya se estaba jugando el pellejo. Chuuya tenía veinte minutos que había salido junto al ruso, y se suponía que él debía estar cuidándolo de cerca pues desconocían si su invitado tenía alguna habilidad que pudiera estropear la misión. Sin embargo, el solo recordar el rostro del pelirrojo, aun y cuando aceptaba que se veía más que bien en aquel kimono, le hacía sentir cierto resentimiento.

Gran parte de su malestar era por Chuuya, después de todo.

—Maldito enano entrometido.

Su celular emitió un tenue sonido, como un timbre corto; en la pantalla se mostró una barra superior con una notificación. Un mensaje en la bandeja.

Sonrió con tranquilidad al ver el nombre del remitente: Odasaku.

Debido a que era imposible manipular el aparato, solo desplazó la barra hacía abajo, para intentar leer el mensaje entrante. Y entonces el aire casi le fue cortado al leer el contenido. La sorpresa fue tal, que sus manos sudaron frío.

"Dazai.

Me llevan a la sede, voy a juicio. Cuida de los niños."

DARKNESS MY SORROW |SOUKOKUWo Geschichten leben. Entdecke jetzt