El Superhombre

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Alek miró por la ventana. El cielo nocturno le recordó a esas veces en las que Chuuya era sincero con sus sentimientos cuando hablaban sobre Dazai. Pasaban horas enteras sentados en el balcón del departamento, con la botella de vino casi vacía y el humo del cigarro perdiéndose en la oscuridad de la noche estrellada; tan sólo recordando el poco tiempo que pasaron juntos, preguntándose inútilmente las razones del castaño para dejarles abandonados.

Él sabía que Chuuya jamás pudo odiar a Dazai por su deserción, más lo hizo por no haber dicho ni una sola palabra.

Lo que al inicio se dio como un consuelo —pues estaba seguro de que los sentimientos del pelirrojo hacía él no eran tan fuertes como lo era con Dazai—, terminó por generar amor. Alek daría todo por Chuuya, y el más joven confiaba ciegamente en él sin importar qué. Las sonrisas que se regalaban, las bromas, palabras cariñosas e incluso burlas sin sentido, estaban cargadas de lo más sincero que ambos podían dar.

Por eso, el haber recibido el comentario de Dazai, respecto a que por un momento pensó que estaba coludido con Mori, le había calado en lo más hondo.

—Ya me disculpé —alegó Dazai una vez más.

—Lo que digas —respondió ofendido, sin voltearlo a ver.

Entre ambos, Yosano se mostró nerviosa ante la situación. No era para menos. Después de que Dazai contara sobre sus sospechas al ruso, el rostro de Alek se tensó. Pudo percibir la furia contenida de querer gritarle, tal vez, que era una reverenda tontería. En cambio, Alek se dignó a voltear el rostro a la ventana, ignorando por completo al detective quien, ya avergonzado por su precipitada conclusión, se había disculpado al menos cinco veces en los treinta minutos que llevaban de camino.

—¿Qué querías que creyera? —volvió a explicar el más joven—. Todo esto ha sido demasiado apresurado. El tema de las horas límite, el hecho de que tienen que estar los dos usuarios cerca, el plan de Mori-san. ¿Qué esperabas que creyera?

—Esperaba que confiaras en mí.

—Si lo hago.

—¿Así lo demuestras? —encaró al castaño menor—. ¿En verdad pensaste que traicionaría a Chuuya por Mori? ¿Tan siquiera confías un poco en mí?

—Sí creo en ti —repitió.

—No lo parece.

—Ponte en mi lugar Alek. ¿Sabes el lío que tengo en la mente por todo esto? Estoy asustando, ¿está bien? —reveló. Yosano trató de no mostrar sorpresa—. Puedo perder a Chuuya en cualquier momento.

—También lo estoy, Dazai —refutó el mayor—. Detesto la idea de perderlo, de no poder hacer más por él. ¿Crees que ignoro todo por lo que está pasando? A diferencia de ti, yo vi lo que Pavel le hizo hace años. Sé de lo que es capaz —su voz quiso quebrarse en ese punto. El recuerdo de Chuuya, suplicando por piedad años atrás le cerró la garganta—. Yo también tengo miedo de no lograrlo esta vez.

Yosano se sintió incómoda, lo suficiente como para cerrar los ojos y tragar en seco. Sabía por Kouyou que Alek había estado muy cerca de Chuuya en un momento de quiebre total. Pero escuchar al ruso hablar directamente de ello, le supo demasiado agrio. No es que no le interesara el tema —pues en aquella ocasión cambió la conversación de manera precipitada—, solo no se sentía bien indagar en el pasado del pelirrojo cuando ni cercano era a él.

Abrió los ojos, agachó la cabeza y miró de reojo a Dazai.

Su compañero se mostraba avergonzado. Él era inteligente, y aunque la presión del momento le llevaba a cometer errores y decir palabras dolientes, era consciente del daño que acababa de causar en Alek. Dudar de él... en ese punto de su historia era demasiado estúpido, de hecho.

DARKNESS MY SORROW |SOUKOKUWhere stories live. Discover now