Un bufón solitario

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Cada mañana, una sola idea llenaba su mente con mil y un escenarios; por muy fatídicos que fueran. A él no le preocupaba, estaba acostumbrado.

Osamu Dazai era considerado un bufón, incluso por él mismo. Era la manera que había encontrado, después de tantos años sumido en la inconformidad con su vida, de sobrellevar su soledad. Vida en la que él se mostraba reacio a cambiar, en cierta medida. Pero no siempre fue así. Tuvo un tiempo en el que podía sentirse bien con su entorno -aunque este fuera un bar vacío-, pudo estar en conexión con ajenos a sus demonios internos, llevándole a crear recuerdos que le ayudaban a pasar las noches en vela. Dazai tuvo un momento en la vida en que en verdad quería intentarlo.

Sin embargo, no siempre se pueden esquivar los baches, o incluso llegar a ellos; y luego de una desafortunada jugada del universo, se vio en la penosa situación de sobrevivir. ¿Lo peor del asunto? Tenía que hacerlo sin él.

Le parecía algo egoísta e injusto, por parte de su amigo, tremenda encomienda en su lecho de muerte. Solía bromear con su reflejo cada que se encontraba depresivo; e incluso llegó a insinuarse que pasaba por un cuadro esquizofrénico.

"—Todavía que te hice el favor de anular tu habilidad para que no te vieras morir a ti mismo hasta tu último aliento, y me pagas de esta forma. Mira que eres de lo peor, Odasaku."

Se decía, mientras inflaba las mejillas en un claro berrinche, para después derramar lágrimas desolado; se sentía como la persona más desdichada del mundo.

Dazai estaba solo.

Y aunque sus compañeros de la agencia le dijeran lo contrario, muy por debajo de palabras de aliento, él no lo percibía tal cual. No se quejaba de ellos, eran excelentes personas. Ni siquiera el pasado de cada uno les quitaba aquel brillo tan acogedor; estaba en un buen lugar. Pero era consciente de que aquella vida no era más que una creada para cumplir la última voluntad de alguien que ya no existía, alguien que no se daría cuenta jamás del gran avance. Si había algo que hiciera parecer un idiota a Osamu Dazai, era justamente eso.

Con todo ello, se esforzaba. Lo hacía por Odasaku, por Ango, y por la gente que ahora le tendía una mano para no regresar a la oscuridad. Claro que le faltaba una parte esencial, pero era algo que no podía manipular a tal grado, pues Chuuya era demasiado leal como para buscar su felicidad, y Dazai estaba demasiado hundido como para salir en su búsqueda; por mucho que le extrañara.

Porque si, haberse separado de Chuuya fue la parte más dolorosa y complicada. Él amaba al usuario de la gravedad. Atesoraba cada recuerdo en que estuviera involucrado, y por supuesto que estaba dispuesto a ir contra todo por él. No odiaba a Odasaku por pedirle vivir haciendo el bien, se odiaba a sí mismo por haber sido tan cobarde como para no buscar a Chuuya y pedirle que fueran los dos, y no solo uno.

Las incontables veces en que la desesperación le llevó a sumirse más profundo, solo él las conocía. Los pensamientos que le embargaron, y le causaron furia, solo él los vivió. Y tal vez, solo tal vez, en algún momento pueda ponerlo en palabras.

Mientras tanto, aprovecharía cada ocasión en la que pueda estar cerca de él; sin importarle siquiera que el otro le odiara a muerte. Sabía que se lo tenía bien ganado, y que una explicación no arreglaría nada. Razón por la cual calló. La emoción, llevándole a aguantarse las ganas de llorar, después de ver a Chuuya en los calabozos de Port Mafia, no la olvidaría. Mucho menos comprobar que el ojiazul seguía confiando en él, como en los viejos tiempos. La noche en que Chuuya usó Corrupción le demostró cuan conectados estaban, y cuanto seguía admirándolo... Cuanto lo amaba. De nuevo, esa parte sensata diciéndole que no podía regresar a esos días, que él tenía un camino que seguir.

DARKNESS MY SORROW |SOUKOKUWo Geschichten leben. Entdecke jetzt