Una última vez

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Por primera vez, en lo que llevaba de vida, el dolor fue insoportable. Cuando Arahabaki tomaba el control de su cuerpo, Chuuya era ajeno a todo, menos al dolor. No podía percibir ningún sonido que no fueran los gritos y risas histéricas provenientes de la entidad que le llevaba a la desesperación, tampoco le era posible visualizar algo; el vacío lo era todo. Sin embargo, y contra todo lo que deseara en el mundo, el dolor siempre estaba latente. Claro que usar Corrupción debería ser su última carta bajo la manga, pero estaba tan obsesionado con recibir la aceptación de Dazai, que siempre terminaba accediendo al uso de su habilidad a ese punto. Aun y cuando se había establecido un tiempo límite, y que procuraban respetarlo tal cual, las secuelas del poder del dios que residía en su interior solían ser cada vez peores.

La primera vez que terminó en el hospital fue después de la pelea contra Verlaine. Esa noche comprendió un poco sobre sí mismo y adquirió cierto temor a la vez. Se preguntó, durante las noches siguientes que se quedaba solo en la habitación, qué tan peligroso podría llegar a ser para las personas importantes de su vida. Luego recordó que no le quedaba nadie más que Kouyou, y terminó por sentirse peor de lo que ya se encontraba, al percatarse de que el final de cada uno de ellos estaba enlazado con su existencia.

A pesar de las incontables ocasiones en las que regañó fuertemente a Dazai sobre sus intentos de suicidio, Chuuya creía muy en el fondo que sería la solución al sin fin de molestias causadas a los demás. Él aún no se sentía del todo bien estando en la Mafia; había jurado lealtad a Mori, y durante un tiempo eso estuvo bien. Pero con el pasar de los meses, las perdidas habían llegado. No existía noche en la que no se recriminara haber rechazado a Verlaine sin conocer sus intenciones; el hecho de que no llegó a tiempo, callar lo que sentía por cada ser importante, antes de la catástrofe. Las Banderas era la familia de Chuuya, sus amigos le daban razones de sobra para intentarlo un día más, y el no contar más con ellos le dejaba un vacío en el alma. El dolor que cargaba desde aquel día le seguiría hasta el final.

Luego, aprendió a coexistir con Dazai y, contra todo pronóstico, comenzó a sentir algo por él. Ya no solo buscaba cubrir su espalda, ser útil en la pelea o estar a su altura por mero orgullo; él quería caminar a su lado sin quedarse atrás. Así que se vio en la necesidad de avanzar más rápido de lo que su lastimado corazón podía. No estaba listo, pero tenía que intentarlo. Si alguien le hubiera dicho que cada acción le llevaría a incrementar lo que se estaba dando entre ellos, se habría detenido. Porque si, Chuuya era cobarde cuando de amar se trataba. Porque no estaba dispuesto a perder más de lo que ya le habían arrebatado; por el simple hecho de que el tiempo le dejaba un dolor inconsolable.

Pero ¿qué corona tenía él como para no sufrir, cuando todos lo hacen?

Y con esa cuestión, llegó Alek. Solo para darle esperanzas de tener una vida diferente. Una en la que si tenía permitido emocionarse por cada detalle, sonreír en respuesta a un cumplido; anhelar que el tiempo se detenga al recibir un abrazo, solo para sentir la protección de la que tanto carecía. Alek fue el detonante de los sentimientos guardados, los buenos y los malos. Fue por quien planteó abandonar todo y empezar de nuevo. Si era él, no habría nada que temer. El ruso le llevaba a sacar la mejor parte de sí mismo, esa que trataba de ahuyentar cada que pretendía salir a flote, porque pertenecer a la Mafia y ser de esa forma no estaba permitido. El miedo a Arahabaki seguía allí, pero podía pasarlo por alto si Alek estaba cerca. Comenzó a verle como un hogar en el cual estaba seguro.

Chuuya entonces llegó al punto de confusión. Ese en el que la balanza estaba tan equilibrada que no debería moverse, pero la ansiedad de hacer bajar un lado más que otro le quitaba el sueño noche tras noche. Tenía que tomar una decisión. Entonces, llegó el quiebre de Osamu Dazai, y conoció una faceta completamente vulnerable de su compañero. De nuevo, la idea de que él podría salvarle de la oscuridad le llevó a quitarle peso al lado que Alek, con tanto esfuerzo y buenos tratos, había levantado. Eligió quedarse en la vida de mierda que llevaba en la Mafia, si Osamu formaba parte de ello. Probablemente se estaba equivocando, pero poco le importó. Él amaba al castaño.

DARKNESS MY SORROW |SOUKOKUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora