Rumores de pasillo

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Para Ozaki Kouyou, lidiar con un Chuuya insatisfecho con la vida fue demasiado complicado. Ella sufrió cada día en que el -en ese entonces- adolescente se encontraba entre la vida y la muerte. La angustia por saberle emocionalmente quebrado fue tal, que se permitió en incontables ocasiones llorar desconsolada a su lado. Se alegró un poco cuando le dijo que tomaría el tratamiento que Alek ofrecía para su recuperación y, con el miedo latente en cada palabra, animó a que todo saldría bien; que ella estaría para él. Y lo hizo. Si alguien le pidiera contar las veces en que el joven se vio sumido en la depresión por las heridas brutales que su cuerpo mostraba, estaba segura de que habría perdido el número exacto. Chuuya estaba más hundido que nunca.

Después llegó la calma. El cuerpo de su pupilo comenzó a sanar visiblemente, y él recuperó un poco de la autoestima que parecía perdida meses atrás. Por primera vez, pudo soltar el aire que tan pesado parecía respirar.

Pero entonces, todo se fue al demonio. Con la desaparición de Dazai, surgieron conflictos internos nuevos en el adolescente, quien parecía haber perdido una parte demasiado importante de su vida; aunque tal vez si era el caso. Y con ello, las noches en que Chuuya se ahogaba en alcohol comenzaron. Esas mismas, le obligaron a hacerse cercana a Alek pues el ruso, con toda la paciencia del mundo, procuró estar cerca del pelirrojo el mayor tiempo posible. Pudo conocerlo más, hablar con él como un igual, y comprendió que aquello que Alek solía decir que sentía por el joven, era una completa verdad. La sinceridad que vio reflejada en su mirada, cada que de Chuuya se trataba, llevó a Kouyou a sonreír enternecida en más de una ocasión; ese hombre amaba a su chico. Se preguntó seriamente ¿Qué era lo que veía en Dazai, como para perderse de Alek?

Entre los dos buscaron la manera de sacarlo de hoyo que él mismo había cavado al ser tan leal a Dazai. Y con cierto disgusto, vieron que no iban encaminados a ningún lado. Así que le dejaron ser. Desde las sombras, Kouyou solía cuidar de Chuuya, una vez Alek tuvo que dejar Yokohama. Con el pasar de los meses, que se convirtieron en años, logró ver que el joven estaba creciendo más rápido de lo que le habría gustado.

Chuuya se convirtió en ejecutivo -en cierta medida, detestó eso-, se presumía seguro de sí mismo, de su habilidad y su liderazgo. Notó que era respetado por muchos, valorado por otros tantos, incluso amado; pero eso ultimo era un tema que no tocaría por ahora. Como sea que el proceso haya sido, Chuuya demostró lo lejos que podía llegar, y eso le enorgulleció; claro que también le preocupó. Pues Chuuya no estaba siendo él mismo.

—¡¿Y entonces se supone que debo sentarme tranquilamente y esperar?!

El pelirrojo se paseaba por la sala de descanso dentro del despacho de Mori. Este último, se encontraba sentado, mirando por el gran ventanal mientras una amplia sonrisa adornaba su rostro. Elise dibujaba a los pies de su asiento.

—Bueno cariño, no es como si pudieras hacer algo más al respecto —habló Kouyou, con su tan sutil voz. Ella bebía de su taza de té, y seguía con la mirada a su protegido ir de un lado a otro—. Sé que la situación se ha vuelto más complicada de lo que debería, pero tenemos una alianza.

—¡Y eso es justo lo que nos estanca! —alegó.

—Pero la tenemos, y punto. ¿De verdad pensabas pelear con todos ahí? —preguntó, cubriendo sus labios con la manga. Dejó salir una suave risa.

—¿Acaso no podría con ellos? —respondió con otra interrogante. Kouyou no pudo ocultar su diversión al notarle un tanto indignado.

—Si quisieras, aniquilarías a la agencia de un chasquido —afirmó—. Pero parece que estabas olvidando que existe un gran obstáculo. Uno que ha venido jodiéndote la vida desde que te lo topaste.

DARKNESS MY SORROW |SOUKOKUOnde histórias criam vida. Descubra agora