Dentro del caos

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Atsushi no daba crédito a la imagen frente a él. Había sido demasiado lento y ahora las consecuencias eran incalculables.

—N-No puede ser... —susurró asustado.

Desvió la vista del lugar dónde el cuerpo convaleciente del extranjero estuvo apenas segundos atrás. Buscó a su mentor, con la esperanza de que la sonrisa confiada que siempre cargaba le diera a entender que tenía un plan de respaldo. Palideció más de lo que ya estaba al ver en el castaño la misma expresión de terror. Estaban perdidos, era todo. El gran esfuerzo hasta ese momento de la Agencia, la Mafia y Ango, quedaba reducido a nada; tal como el cuerpo de Zaratustra.

Chuuya acababa de aniquilar su única oportunidad.

Todo había sido muy rápido.

Quedaron al descubierto en cuanto Dazai gritó al radio, que ahora estaba destrozado a sus pies, alertando a Alek que las Fuerzas Especiales iban en camino a detener a Chuuya. Ni siquiera tuvieron tiempo de alegrarse al saber que tanto el ruso como Akutagawa estaban vivos, pues Atsushi se vio separado de Dazai, luego de que Chuuya lanzara todo cuanto se le cruzaba en su camino.

Pasaron algunos minutos entre escapes torpes e intentos fallidos por salir de su campo de visión, cuando fue obligado a moverse apresurado al notar que Chuuya —o lo que parecía ser él— tenía a Dazai acorralado. Miró con horror como de sus manos salieron dos grandes gravitones de energía, amenazando con ello la vida de su superior. Entonces, no lo pensó dos veces. Corrió en su dirección, dejando por completo de lado la encomienda que Dazai le había encargado desde un inicio; tenía toda la intención de atacar al mafioso para evitar una muerte que le dolería en el alma.

Apenas llegó, se interpuso entre ambos hombres. La sangre se le fue a los pies cuando Chuuya, a solo unos centímetros de ellos, sonrió y cambió la trayectoria de su ataque. Le dolieron los músculos de las pantorrillas al canalizar toda su fuerza en estas para llegar antes que el pelirrojo, pero le fue imposible.

Lo último que vio, antes de ser golpeado con la fuerza suficiente para hacerle estrellar contra varios árboles detrás de él, fue el cuerpo de Zaratustra desaparecer por lo que pareció ser un hoyo negro que el mismo Chuuya lanzó sin piedad. No había quedado absolutamente nada. El cuerpo de Friedrich desapareció de su vista y junto con él, la esperanza de salvar a Chuuya.

—D-Dazai-san —llamó con voz trémula—. Dazai-san —insistió, al no recibir respuesta.

Se movió torpemente hasta que llegó a un lado del castaño. Lo notó perdido, como si la poca esperanza que existía en él, acabara de esfumarse.

—¿Qué has hecho...? —preguntó en voz baja.

—Reacciona.

—Chuuya, ¡¿qué has hecho?!

—¡Reacciona! —gruñó y se movió apenas librando un segundo ataque del mafioso.

Rodó mientras cubría la cabeza del castaño, pues ya bastante daño presentaba: un brazo roto, varios cortes en el rostro y la segura herida en la cabeza de la cual emanaba un pequeño riachuelo de sangre y que seguramente Dazai ignoraba por el estupor.

Corrió lo más rápido que sus lastimadas piernas le dejaron, hasta que logró dar con una parte del laboratorio destruido. Los escombros le sirvieron de escudo, aunque sabía que por poco tiempo.

—Dazai-san —volvió a intentarlo. El castaño mantuvo la cabeza agachada, con los ojos cerrados—. Necesitamos refuerzos, un plan... algo. Zaratustra —apuntó a dónde estuvo el cuerpo—... Chuuya-san ha-

DARKNESS MY SORROW |SOUKOKUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora