Primera fase

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Los días en los que pensaba que en algún momento todo iba a mejorar, terminaron cuando menos lo esperó. Chuuya formaba parte de la Mafia, y aunque al inicio lo había hecho por coacción, llegó a considerar a cada persona con la que se topaba a diario como un integrante más de su mundo. A diferencia de Dazai, él recordaba el nombre de cada hombre a su servicio, incluso se enorgullecía cada que salían a tomar alguna copa y, con toda seguridad, preguntaba por sus familias; le alegraba la velada el que ellos le contaran, emocionados, que sus hijos eran los primeros en la clase, o que su esposa estaba contenta por el nuevo collar obsequiado. Chuuya gustaba de conversar con la gente que arriesgaba su vida en cada misión, al igual que él. Le hacía creer que no eran tan distintos, después de todo.

Le ayudaba a recordar su humanidad.

Era consciente de que Mori le había reclutado por ser un usuario fuerte, tal vez el más fuerte de la organización. A él realmente no le importaba, jamás le importó. Si su habilidad podía proteger a sus colegas, lo haría sin dudar.

Kouyou resaltaba tal hecho diciéndole que era una persona considerada, demasiado amable para pertenecer al bajo mundo; él llegó a pensar que podría ser una debilidad que tarde o temprano alguien explotaría. Tal como lo habían hecho desde que tenía memoria. Independiente de las posibles consecuencias, renunciaba a perder el poco amor a la vida.

Él quería vivir, estaba hambriento de experiencias, y no estaba dispuesto a rendirse por tal razón.

Apretó los dientes una vez más, trató de pensar en que aquello pronto pasaría, tal cual lo hicieron las veces pasadas. Esta vez parecía más larga que la anterior, y que la anterior a esa; la corriente eléctrica empezaba a sobrepasarlo.

—Nada, no hay respuesta —escuchó al hombre a unos metros de él, detrás del cristal de seguridad—. Comienzo a creer que le hemos dañado ya lo suficiente los nervios como para que reaccione a algo.

—Comienzo a creer que pediré tu cambio por alguien más eficiente —respondió el otro hombre, el que estaba al mando.

La electricidad dejó de recorrerle. Chuuya soltó el aire en un pesado jadeo. Intentó enfocar a los dos que solo jugaban con él desde hace horas.

Había despertado atado a un muro. Las correas que le mantenían inmóvil, fueron colocadas en sus muñecas, antebrazos, cuello, cintura y piernas; varios cables estaban conectados a distintas partes de su cuerpo, traspasaban su piel como agujas clavadas en una esponja. Por estas viajaba electricidad, esa misma con la que le habían estado torturando por eternos minutos. Encima de su cabeza, una gotera estratégicamente ubicada (o al menos eso pensó, pues no podía creer que tuviera tan mala suerte).

No le habían preguntado nada, ni siquiera se dirigían a él. Solo se limitaban a hablar entre ellos, a planear entre ellos qué harían después. ¿Para qué? No tenía ni idea.

Puso atención a sus captores en cuanto abrió los ojos; dos hombres, uno joven, el otro algo mayor. El mayor, quién parecía estar a cargo, era ruso, evidentemente. Sus rasgos eran muy similares a los de Alek. Era alto, de piel pálida, ojos verdes; llevaba el cabello corto peinado hacía atrás, tenía unas cuantas canas asomándose entre el color castaño oscuro. Su rostro no expresaba más que seriedad y alguna que otra arruga prematura en la frente. Por otro lado, estaba su compañero. El chico era más joven, Chuuya notó también que era japonés. Era más bajo que el mayor, calculaba que solo unos centímetros más alto que él mismo, cabello negro atado en una coleta baja. Tenía un lunar en el pómulo izquierdo; él, a diferencia del otro hombre, expresaba bastante cada que decía o hacía algo, aunque la mayor parte del tiempo le había visto sonreír de una manera desagradable.

El mafioso se aseguró de guardar en su memoria cada detalle, iban a pagar caro lo que hacían.

—No es ineficiencia, él simplemente no responde —se justificó el chico sonriendo ampliamente.

DARKNESS MY SORROW |SOUKOKUDove le storie prendono vita. Scoprilo ora