Heridas

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Despertó con la molesta sensación de estar desubicado. Estaba cansado, los músculos dolían como si hubiera hecho actividad física por horas. Asoció aquello a las noches de gimnasio, en las que escapaba de sus pensamientos con ejercicio. No usaba su habilidad el tiempo que se metía de lleno al recinto, pues el objetivo era agotarse al punto de llegar a casa y caer profundamente dormido; no siempre lo lograba, pues su cuerpo comenzaba a adaptarse al excesivo peso que cargaba a diario, lo cual le frustraba.

Razón por la cual no fue ajeno al adormecimiento que presentaban sus extremidades en ese momento. Trató de recordar qué había ocurrido y cómo terminó en su cama. La imagen de Dazai, burlándose de los sentimientos de Alek, y las palabras dirigidas a él resonaron en su cabeza como si las acabara de escuchar de labios del castaño. El coraje le invadió más rápido de lo que creyó, pero se mantuvo quieto. Entendió el desenlace del día anterior.

Había usado Corrupción.

Se reprochó mentalmente por ser tan estúpido y no saber controlar su habilidad, seguramente Alek le vería distinto ahora. No, era probable que incluso pensara que no había futuro para ellos dos. Chuuya pertenecía a la Mafia, era un ser creado bajo demandas específicas que le arrebataban su humanidad (aunque le doliera admitirlo), y Alek representaba un completo misterio, a pesar de haber compartido ya un poco de historia entre los dos, sin contar era el enemigo bajo las circunstancias actuales. A pesar de los pensamientos que le atormentaban de vez en cuando sobre ellos dos, y la interesante relación que empezaba a surgir, no quería separarse del ruso, pues él le llevaba a mejorar en varios aspectos. Estaba enamorándose, y por primera vez en lo que llevaba de vida no temía aceptarlo, mucho menos entregarse a aquella sensación de tranquilidad.

El que Alek fuera testigo de su verdadera naturaleza le hacía dudar si lo que ya habían logrado entre ellos terminaría perdiéndose. No deseaba volver a estar solo.

—Casi puedo escuchar tus pensamientos, perchero —la molesta voz de Dazai resonó cerca. Tanto que podía estar a unos centímetros de él—. Me da dolor de cabeza el solo oírlos —abrió los ojos al percatarse del calor que el otro emitía.

—No puede ser —soltó un susurro, en verdad se sentía muy agotado—. ¿Pero qué haces aquí? —preguntó con fastidio.

Dazai estaba en la misma cama que él, en SU cama, cubriendo ambos cuerpos con la misma manta para mantener el calor, con SU manta.

Percibió una futura jaqueca de tan solo saberle cerca, pero fuera de todo pronóstico, no lo echó de su lado, ni siquiera le pasó por la mente gritarle para que saliera de su pieza. Pues muy en el fondo, amaba el olor de Dazai.

—Cuido que Chibi no salga de control mientras duerme.

—Que considerado de tu parte. Pero ya te puedes retirar —pidió cerrando los ojos.

—No seas tan malagradecido, Chuuya. He estado despierto toda la noche velando por ti —reprochó el castaño con voz suave. Al pelirrojo le pareció imposible que fuera el mismo que le sacaba de sus casillas todo el tiempo—. Estaba preocupado.

—La hipocresía no va contigo, Osamu.

—Estoy siendo honesto.

—Ambos sabemos que no es así —replicó molesto—. Nunca te he importado, no velas por mi seguridad, lo haces por la tuya. Morir bajo el caos de Corrupción no es una agradable forma de morir, ¿no es así? —abrió los ojos para solo ver el techo de su habitación antes de continuar—: Sé cómo funciona tu retorcida mente. Así que deja de decir que haces algo por mi o por cualquier otro, eres demasiado egoísta para eso.

DARKNESS MY SORROW |SOUKOKUWhere stories live. Discover now