No es momento

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Miró con atención a cada persona en aquella sala. Los hombres iban y venían de un lado a otro con el taco de billar en la mano, mientras lanzaban quejas sobre el día "fatídico" que les tocó pasar. El líder del grupo asentía al argumento de que «Mori-sama estaba comenzando a perder los tornillos de la cabeza, pues era simplemente imposible cumplir con la misión del día siguiente en tres horas». Albatross se notaba molesto, aunque la infalible sonrisa decoraba su rostro como siempre había sido en él. Al fondo, Lippman explicaba a Doc alguna banalidad sobre el negocio que acababa de cerrar aquel día, y el hombre de la bata blanca asentía mientras aplicaba la inyección en la manguera del suero que estaba conectado a su brazo.

Chuuya se mantuvo en silencio, tan solo observándolos. Nada de aquello estaba bien.

Percibió el frío en la mejilla y giró con apuro ante la sensación, solo para toparse con el rostro serio de Iceman, quien llevaba un vaso con whisky.

—¿Todo bien? —preguntó.

Chuuya negó lentamente con la cabeza antes de pasar la vista de nuevo por la sala. Todos lo miraban expectantes.

—No lo está —respondió. Tuvo que aclarar la garganta ante el nudo que le impidió seguir de corrido—: No se supone que ustedes estén aquí. No a menos que yo-

—Tan solo disfrútalo, Chuuya —sugirió Albatross con una amplia sonrisa—. Esto no pasa todos los días.

—Me preocuparía si fuera así.

Cuatro, de los cinco hombres, soltaron una carcajada; como si lo que dijo hubiera sido un buen chiste. Tal vez no tenían manera de saberlo, o lo pasaban por alto, pero sus manos temblaban desde hace minutos atrás. O al menos lo que le pareció tal tiempo porque, para empezar, ¿en qué momento había entrado a ese sitio?

No. El lugar en que solían quedar estaba destruido desde hace años; él mismo se había encargado de eso una vez The Flags desapareció de su vida. Y vaya que le había dolido.

Siguieron en lo suyo, regresando a sus actividades y dejándole de lado. Tomó asiento en uno de los sillones cerca a la mesa de billar y buscó en su memoria una respuesta. Lo último que recordaba era haberlos escuchado, mientras Pavel se burlaba de la poca cordura que le quedaba. Después, logró ver a Albatross, asomado por aquella rendija de luz que había aparecido de la nada.

La voz de Arahabaki... no, del parásito implantado en él, recordándole que estaba más que perdido. El cansancio físico y mental de mantenerse en una batalla contra «Dios ha muerto» y las torturas del ruso.

Finalmente, la calma.

En algún momento, después de haber rogado para que el lío en su mente se detuviera, sintió calma. Estaba hecho, él no podía seguir un minuto más en aquel infierno. No cuando sus pensamientos estaban revueltos, le atormentaban y dolían en lo más hondo. No más luego de darse cuenta de que Alek y Dazai no llegaron a tiempo.

—¿Estoy muerto? —preguntó a la nada.

No esperó recibir respuesta, pero allí estaba. No volteó a ver al rubio que llegó a su lado, pero sí trató de alejarse un poco, pues aún le parecía antinatural lo que pasaba.

—No lo estás —escuchó al otro—. Al menos no aún.

—Qué manera de joderme.

—¿No te agrada la idea de estar aquí? Nosotros estamos felices de verte.

—Eso suena realmente mal. Desde cualquier perspectiva.

DARKNESS MY SORROW |SOUKOKUWhere stories live. Discover now