Aquella noche

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Chuuya solía frecuentar a Kouyou, independientemente del trabajo que pudiera tener durante el día, nada le impedía pasar tiempo con su mentora; ella, después de todo, era de las pocas personas importantes que tenía en el mundo... si no es que la única. Claro que, dentro de esta categoría algunas veces se colaba Dazai, pero luego él mismo se encargaba de salir de la lista, dejando en claro que Chuuya no era nada para él. De esta forma, Kouyou quedaba con todo el crédito y cariño que el pelirrojo tenía para dar; que si bien, no era mucho, si era muy sincero.

Le era fiel a su Ane-san, no le llamaba casi todos los días, pero el mensajito mañanero ya era parte de su rutina. Algunas noches le visitaba. Así tuviera la misión más exasperante, peligrosa o ridícula, Chuuya llegaba al departamento de la pelirroja, esta le servía un poco de té, y se desahogaban, hablando sobre sus sentimientos y pesares.

Ella era el apoyo emocional del menor, era su pilar ante el infierno de existir sin tener una verdadera razón de hacerlo. Y no tenerla a su lado cuando se percibía en terreno enemigo, le generaba cierta ansiedad. Necesitaba el apoyo de aquella mujer, y la calma que emanaba, para estar en paz.

Con cierto nerviosismo, miró su reflejo una vez más. No podía creer que la persona frente a él era la misma. Su cabello estaba recogido en un moño alto, algunos mechones escapaban rebeldes del amarre sostenido por un par de horquillas con accesorios colgantes en acabados rojo y dorado. Siguió recorriendo la imagen, fijando su cuello y hombros, cubiertos por la maravillosa prenda que su amada Ane-san había confeccionado para él. El cuello rojo del kimono, y la decoración de la tela, resaltaba de manera casi perfecta con su piel. Y si, pensaba que era CASI perfecta, pues admitía que ese atuendo brillaba por el simple hecho de haber pasado por manos de la joven mujer, pero el saberle sobre su cuerpo le quitaba esplendor, según su criterio.

Notó cada pliegue, pasó las yemas de los dedos por los grabados de la tela; sintió la suavidad de la seda para después pasar al obi, el cual cuidó que estuviera bien colocado, antes de soltar un suspiro de alivio por haberlo hecho bien.

—Parezco un niño que se viste por primera vez sin ayuda de su madre —soltó para sí mismo mientras sonreía con melancolía. No por su madre, obviamente, ni siquiera tenía alguna imagen clara; solo le parecía una situación irónica.

Enfocó la atención de nuevo al frente, esta vez a su rostro. Le parecía curioso como el primer día no había notado la pequeña caja cerca del maniquí dónde estaba colocado el kimono, solo hasta el día siguiente que lo movió a su habitación fue que la tomó para ver su interior. La sorpresa no había sido grande realmente, más bien le sacó una sonrisa traviesa, pues muy en el fondo sabía que la pelirroja había ganado una apuesta sin tenerlo planeado. Así pues, con el recuerdo de los cosméticos metidos en el interior, tomó el delineador, lo observó por unos segundos antes de abrirlo e intentarlo.

Él no sabía maquillarse, así que sonrió divertido al notar la línea para nada recta cruzando su párpado, muy por encima del borde del ojo. No era un experto, pero estaba seguro de que así no se le sacaba provecho al producto.

Suspiró derrotado mientras pasaba una esponja con agua por su rostro, quitando la línea fallida, para después dejar en la caja el pomito cerrado y tomar un labial de tono rojo, muy tenue. Lo aplicó, notando al instante que el color quedaba perfecto con sus labios, le apaciguó un poco el que fuera casi imposible saber que lo llevaba puesto, por lo imperceptible que era.

Aun y con su fracaso ante el maquillaje, sonrió a su reflejo con seguridad, le gustaba lo que veía. Claro que no se lo diría a nadie. No, por supuesto que no estaba dispuesto a que lo tacharan como narcisista, así que se guardó el cumplido para él mismo.

—Chuuya, ¿estás listo? —la voz de Alek al otro lado de la puerta, y el suave golpeteo de su mano contra la madera de la misma, le hizo respingar levemente. Casi olvidaba que se hacía tarde.

DARKNESS MY SORROW |SOUKOKUOnde histórias criam vida. Descubra agora