Pérdidas

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Dazai no era de las personas más pacientes de la organización. Mori alguna vez le había sentenciado con la idea de que él sería la cabeza de Port Mafia en un futuro; tal vez cuando la historia se repitiera con lo ocurrido con el jefe anterior. Como sea que fuera el desenlace, se vanagloriaba al resaltar que sería bueno en el trabajo al contar con él como mentor. Claro que tal expectativa estaba fuera de gustar al joven ejecutivo.

El Demonio prodigio, le llamaron; él no hizo algo para sacarse tal etiqueta de encima, por el contrario, demostraba cada que podía que el nombre le quedaba corto. Él no era un líder, ni siquiera sabía trabajar con alguien más a su espalda (que no fuera Chuuya), así que estaba fuera de lo que podría llamarse un buen prospecto. Era egoísta, le importaba poco comunicar lo que pensaba, era flojo, descuidado e intolerante. A diferencia de Chuuya, no sabía los nombres de sus subordinados. Su círculo social solo contenía a tres personas, sin contar que uno de ellos había sido metido ahí a la fuerza. Bastaba con ver cómo trataba a Akutagawa, quien le seguía ciegamente, esperando aprender algo del mejor ejecutivo de la mafia.

—¡Te dije que fueras al maldito almacén! —grito sin dejar de disparar. Se cubría detrás de un pilar—. ¡¿Necesitas que te deletree para que tu inútil cerebro comprenda algo?!

—L-Lo siento...

Akutagawa bajó la cabeza, apenado, y es que cometía un error tras otro, solo sacando de quicio al castaño que se la pasaba gritándole por cada movimiento que hacía.

—De saber que te enviarían, pude haber pedido un estúpido mono para que me asistiera —chasqueó molesto—. Bastardo inútil.

—Dazai, basta.

Oda estaba a un lado del castaño. De vez en cuando salía de su escondite para disparar a la gente que ya pisaba la costa, después volvía su atención al chico vendado para regañarle por su falta de tacto. Combatían desde hace minutos, y su amigo se la vivía haciendo sentir mal al más joven, poniéndolo nervioso, lo que lo llevaba a tener más de un desliz.

—En lugar de reprocharle el solo respirar, dale bien las indicaciones.

—¿Indicaciones? Ni que le estuviera diciendo como llegar a un puto café —se quejó— ¿Cómo no reprocharle respirar, si fue su primer error?

—Dazai-

—Haznos un favor, Akutagawa-kun y deja de resp-

—¡Dazai! —un disparo pasó rozando la mejilla de Oda.

El castaño regresó la vista al frente, dónde estaba el verdadero enemigo. Chasqueó la lengua enfadado, y es que no era por completo la culpa del pelinegro; no, él solo era la persona más cercana con la que podía descargar su frustración. El malestar que lo acongojaba iba enfocado al ruso. Alek estaba infiltrado en la base de investigaciones dónde tenían a Chuuya, él iba a buscar la manera de sacarlo mientras la mafia hacía frente a su cuerpo militar; les habían tendido una trampa, su propia gente los llevaba al matadero por ganar más tiempo para sus investigaciones. Alek era quién debía haberse comunicado desde hace horas, pero tal plan no iba de la mejor forma. Perdió todo contacto con el mayor desde hace mucho, después de que él mismo le pidiera alertar a su gente de que no estaba en manos de la Mafia, que había una rebelión que ni ellos conocían, y por la cual no valía la pena perder la vida. Pero, ¿cómo hacer llegar tal mensaje a un grupo de mercenarios hostiles?

Estaban cumpliendo órdenes, tal cual eso. Ellos buscaban a su líder, ignoraban lo que realmente ocurría. Tal vez, si de Chuuya se tratara, ya estaría discutiendo con Dazai por buscar la manera de no perder a nadie. Sin embargo, ese no era el caso, por lo que allí estaban los tres, tratando de detener a un escuadrón ruso sin correr sangre en el proceso.

DARKNESS MY SORROW |SOUKOKUWhere stories live. Discover now