Pantuflas Rosa.

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Luego de algunas semanas de bastante reposo, horas de fisioterapia y masajes, horas de muchísimo dolor, pudo volver a usar tacones claro que no más de una o dos horas al día pero era un buen avance

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Luego de algunas semanas de bastante reposo, horas de fisioterapia y masajes, horas de muchísimo dolor, pudo volver a usar tacones claro que no más de una o dos horas al día pero era un buen avance. Después de saber que Martinez se encontraba solo ahora, decidió tomar un martillo e ir al hospital, ha estado viviendo un infierno por causa suya y quería cobrarselo rompiendole el tobillo, con pasos lentos se acercó hasta la puerta de la habitación de Martinez, estaba tan furiosa que le dejaría inservible el tobillo.

Metió la mano en su bolso para tomar el martillo, observo el pasillo para cerciorarse que seguía estando tan solo como hace unos minutos atrás, ingreso a la habitación con prisa, no iba a perder más tiempo. Levanto la sábana hasta dejar al descubierto sus pies y justo cuando estaba por estrellar el martillo en uno de ellos, sintió dos grandes manos sobre su cadera que luego la jalaron lo suficiente para dejar fuera de su alcance los pies de Martinez.




– ¿Qué mierda haces aquí? — expresó molestó

– Sueltame Luís

– Es demasiado peligroso que estés aquí, vas a guardar eso y nos iremos ¿Oíste?

– Nos iremos luego de que le rompa el hueso — intenta soltarse

– Nos vamos ahora, no me hagas lastimarte




Estaba dispuesta a darle un golpe en la entrepierna a José Luís para lograr su cometido pero el bebé se comenzó a mover y decidió hacer caso, guardo el martillo y los dos salieron de allí lo más rápido posible, no faltaba tanto para que los guardias de Martinez regresarán a sus puestos.




– ¿En qué estabas pensando? — suelta su brazo

– ¿En qué? En devolverle todo el dolor que me ha causado todo este tiempo

– ¿Sabes lo que habría pasado si te dejaba hacerlo? Llegarían los guardias y tú recibirias un tiro, luego irían por nuestra hija ¿Cómo crees que habría terminado todo?

– ¿Crees que vine sola? — ríe negando — ¿Sabes cuantos hombres armados tengo en este piso?

– ¿De qué estás hablando?

– Pude haberle quebrado perfectamente todos los huesos que se me antojara porque sus guardias no tendrían la posibilidad de llegar hasta mí, pude matar a Martinez y dejar la fiesta en paz pero, me parece injusto que no sufra

– ¿Desde cuando lo estás vigilando? — suspira

– Semanas

– Altagracia te estás metiendo en un terreno peligroso

– Estoy metida desde el día que ese imbécil incendio la obra, se me rompió el tobillo y he lidiado con un dolor insoportable hasta entonces, no voy a dejar las cosas así

– ¡Estás embarazada!

– ¡Y no consigo disfrutar mi embarazo por su culpa!




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